miércoles, 30 de abril de 2014

A las borricadas (y II)


(Imagen de la web del Obispado de Cádiz)


Hace tiempo escribí una reflexión que titulé como ahora. Hablaba sobre la exacerbación antirreligiosa que se cebó en una iglesia del siglo XVI -si mal no recuerdo- en Sevilla. Templo o monumento era, sin duda, patrimonio de una ciudad que, en sí, también lo es.


Hoy leo una noticia del arciprestazgo de San Fernando el cual, ante la gravísima situación social y económica de esta ciudad, y con los datos del desempleo calentitos -quemando como una rueda de churros recién sacada del 44, ahí... Junto al ayuntamiento. Sí, sí...-, pues se echa a la calle a reclamar la dignidad que una crisis primero, y dos gobiernos después, cercenaron de muchas hogares.


La medida reivindicativa, muestra como nadie es ajeno a ello (nadie salvo la banca que sigue, tras su salvación por los poderes políticos -y a saber cuáles más- con su papel de potentado prepotente). Puede que no sea, quizás, una forma efectiva para mover esfuerzos por parte de toda una ciudad, pero sí lo es a la hora de hacerla recapacitar sobre que ningún colectivo, ni siquiera ese tan profusamente criticado como es el religioso, en este caso el mismo clero local.


Esto no es política. No hay unas urnas tras esta iniciativa. No existe búsqueda de financiación para empresas. No se requieren créditos para proyectos. Esto es sensibilidad.


¿Que llega tarde tras años en crisis? ¿Quién lo dice? ¿Quién ha logrado algo en este tiempo de incertidumbres? El gobierno recortes y que en Europa no nos den por perdidos, como ocurrió con Grecia, Irlanda, Portugal, Italia -¡Uy! Metió la mano el portero. ¡Bien Draghi, bien!-; los superhéroes que no valen para nada -así tipo Robin de Batman- con puños en alto y capas tricolores que, bueno... En algunos casos, buscaban más portadas que otra cosa, y en otros sí dieron el DO de pecho (y no hablo, en el último caso de los políticos de rojos colores, sino de la gente llana). 


A ver... Quien más no hizo algo... ¿La monarquía? ¿Las eléctricas? ¿Los empresarios, normalmente los grandes, que abusaron de la crisis para hacer agosto en cualquier mes a costa de sus empleados? Y me dejo unos pocos más, pero sirvan estos de ejemplo.


San Fernando: 15000 desempleados. Cádiz: la provincia con mayor tasa de parados (no de quietos) de España. Unos políticos que se tiran trastos por cada cosa que discuten. Soluciones que dicen estar, pero no se ven. Un pueblo mendigando a Cáritas -que, además, sale trasquilada por Montoro y defendida -¡ay Dios, baja y mira esto!- por quienes no quieren la Iglesia ni para fotografiarla. Movimientos sociales reclamando el cese de un gobierno -¿ideologizados? ¡No, por favor! No malpensemos. ¿Existe una oposición que quiere sacar jugo al drama? ¡Ay, ay, ay...!-


Esto es hoy lo que vive un país. Lo que sufre una provincia. Lo que padece una ciudad (cualquiera con el 25% de su población desempleada). 


Pues aún así, saliendo también a la palestra pública el clero isleño, alzando la voz y la conciencia de propios y ajenos, uniéndose a la exposición de soluciones que ya habían, ejerciendo presión desde donde no se esperaba, apoyado por hermandades y otros grupos que ya llevan tiempo volcados con estas ayudas a los necesitados; como decía, aún así, haciendo lo mismo que otros: gritar contra la injusticia; hay quienes ya han criticado esta actitud.


-"Que los curas se queden dando misa. ¿Qué hace un cura en política".- Despotricaba un comentario en un periódico local


¿Política? Eso es... ¿¡Política!? ¿Unirse al drama social es hacer política? ¡Pues me acabo de quedar a cuadros!


Una borricada más del sinsentido social que España rezuma. Todos los rojos son demonios bohemios de una etapa ya olvidada, y los curas son los amigos de los malvados capitalistas. Suma y sigue 80 años después


El pueblo sin mirar condición ni credo se expresa en libertad y en unión. Muchos aún deben abrir los ojos y olvidarse de tanto pasado. La crisis ha sido cruel para muchos ciudadanos de a pie, en un grado u otro. Y pedir ayuda, respuestas claras y actuaciones en beneficio del pueblo -sin mermar más aún su decrépita economía-, no es exclusividad de activistas republicanos, ni de posicionamientos políticos de un solo color, ni de anti-sistemas, ni de jóvenes malabaristas con rastras y timbales, ni de usurpadores de propiedades ajenas ni ladrones de supermercados... Es un derecho y una obligación de todos los que, de una forma u otra, conviven día a día con esta penitencia que es fruto de una agonía que dura mucho más allá de una sola semana de pasión.


(Enlace de San Fernando Cofrade)


https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=862851870408289&id=100000504538044


El amor se equivocó (IV)

La cafetería no estaba demasiado concurrida. A esas horas -eran ya algo más de las cinco y media-, aún no estaba en pleno rendimiento. Sólo algún bohemio, que debido a las características decorativas del local -simulando el Antico Caffé Grecco de la capital del Lazio-, atraía muchas almas que embarcaban, ficticiamente, en un viaje a la Roma romántica. 

En realidad aquél negocio no casaba con el entorno, más funcional que estético, pero la idea de romper con la estática y monótona visión de la zona, y plantear una visión clásica, casi antigua, en un residencial donde sus habitantes tenían un poder adquisitivo considerable, fue motivo suficiente para que el propietario -Giovanni- se arriesgara a invertir su capital.

- "España tiene cierta aquiesencia italiana"- Esa era su creencia y, en cierto modo, su baza. Su única baza.

Sandra, apurado ya su café, se quedó mirando como aquellos hombres no ocultaban su afecto, pero sin llegar a escandalizar a nadie por sus muestras de cariño. Sonrisas, miradas cómplices y caricias entre sus manos, era el compendio de aquella escena. Lo que en el caso que se diera entre un hombre y una mujer era lo habitual, en esta ocasión  era distinto. 

Para la observadora, los sentimientos no debían tener frontera alguna. Era algo tan  personal y humano que, ¿quién podía poner límites a lo que sólo le corresponde al corazón decidir? Lo que se produjo ante sí le hizo reflexionar.

Iba a encontrarse con alguien, una amistad desde el instituto, con quien jamás hubiese pensado mantener ningún atisbo de relación que no fuese esa cordialidad fraguada hace años. Y, desde hacía unos días, por un simple beso, sólo por un acercamiento distinto por primera vez en 12 años que se conocían, todo quedó trastocado en su interior.

Santi -hasta hacía poco, su pareja-, era la otra parte implicada. Entró de forma inconsciente en ese juego de dos aunque, en realidad, jamás podría ser sólo de dos. Él era, con mucha probabilidad, el jugador que más sufriría los golpes en aquella partida. No era un hombre fuerte en cuanto a resolver reveses en el campo de las relaciones. Ninguna relación, de ningún tipo.

Santiago Durán, un joven de gran proyección en aquello que más le entusiasmaba -la programación informática-, era bastante apocado. No planteaba graves conflictos en su convivencia con Sandra, y prefería dar su brazo a torcer antes que dislocar aquella unión. Sandra era para él, una diosa a la que adorar y no quería faltar a la devoción que sentía. Detallista, amable, sin un mal gesto ni un pensamiento fuera de lugar cuando, entre compañeros del trabajo, se hablaban de bajos instintos hacia las mujeres.

A pesar de todo, sabía que Sandra no le correspondía como él deseaba. Aquella chica que conoció en una parada de autobús mientras diluviaba, y al que él ofreció su paraguas ante la indefensión de no poder guarecerse de ésta, lo veía como un amigo. Era consciente. No le importaba. ¿Qué misterio esconde el amor verdadero que no recelas de no ser correspondido?

De repente, el elegante hombre de la esquina del mostrador se encontraba ante ella. Visto a tan corta distancia, además de las sensaciones que ya le causó, otra le asaltó. Un perfume que no reconocía. Suave pero penetrante. De esos que quedan en el lugar a pesar de los minutos. 

De cerca se correspondía a uno de esos galanes de cine americano de los años 40-50. Llamativo, perfecto... 

- "¡Rock Hudson!"- Se sorprendió a sí misma cuando encontró el parecido perfecto para ese hombre. 

Una espléndida sonrisa la saludó.

- "Buona sera, signorina"-. Y una corriente sacudió el cuerpo de la desconcertada cliente, que aún sostenía entre sus dedos la pequeña taza vacía. Su voz era contundente, pero en absoluto chillona. Tranquila, y con el acento italiano coregrafiando el baile de sus  palabras, el tono logró que la sorprendida muchacha se quedara enmudecida.

- "Me he fijado que la vostra tazza è vuota. Scusa... Vacía, quise decir. Le apetece otro?"- solventó con presteza. 

La chica negó con la cabeza. No quería abusar de aquella droga soliviantadora. Entró a hacer tiempo en aquella cafetería y se encontró con un nudo menos en su enmarañado ovillo sentimental, o un nudo más. En tan corto espacio de tiempo, apenas quince minutos, había podido ver claridad ante ciertas sombras que la cubrían y, ciertas nubes empezaron a disiparse en un horizonte que adivinaba cuando miraba hacia atrás.

Volvió a mirar el enorme reloj de la pared -las cinco y cuarenta-. Quizás se confió demasiado y ese encuentro que contempló -¿será la casualidad una realidad o el destino caprichoso?- le absorbió más tiempo del previsto. 

Dejó dos monedas sobre el mostrador de madera, y asintió levantando las cejas, como aceptando el precio del cortado servido. El cortés propietario llamó a uno de sus camareros, y le solicitó que recogiese el servicio que se utilizó. La chica y el apuesto hombre se sonrieron. Sólo un "buenas tardes" salió de la boca de la joven, mientras él agachaba la cabeza en agradecimiento y despedida.

Salió y retomó el camino hacia el parque donde se citó, ya no quedaba lejos. La tarde empezaba a notar el acecho de la anochecida y el sol ya no alumbraba como antes. 

                              (Continuará)


martes, 29 de abril de 2014

"JARTIBLE COFRADE"


Después me dicen que porqué soy tan pesado con las "cosas de las cofradías".

Me declaro, de forma oficial y abierta, "jartible de la semanasanta". Así. Todo junto y en un vocabulario comprensible. ¡Claro que sí!

Quien suponga que esto es por mera afición, yerra. Porque hay cosas para las que la afición tiene plazos. Para esto no. Para esto no hay un día o un mes concretos; hay minutos, horas y horas donde se revive y se renueva una forma de vivir, una forma de creer.

Me sobran de esta "jartura" mía los protocolos institucionales municipales, las fotografías político-cofrades, los bailes de agua entre cofrades (ahora te mojo yo, ahora me mojas tú) y un número indeterminado de falseríos e intrincados variados. Pero como quiera que eso es como la "pringá" de un puchero, que es lo que le da la gracia al caldo, pues... A quien le guste mojar pan, que moje.

Puedo resultar banal, pero tan insustancial es todo lo anterior como insistir en la semanasanta como mera diversión. 

Yo he criticado al cofrade -porque también lo soy- en sus versiones más variadas: al político, que gusta de cuchicheos y los va despotricando al socaire. He criticado al  sensacionalista, que le gusta el noticiario amarillista y se entretiene en buscar cosquillas. No se libra el que no sabe qué hace en una hermandad, y si es en una juntagobierno ya para qué. Al que le gusta ir de figurante, al que le fascina proclamarse algo, al que el mandar le supone algún galón...

Pero eso es inevitable. Es como si vas a pescar y no te llevas más que un anzuelo, la caña pierde funcionalidad.

Aunque desligado por la distancia, no se ha borrado de mi mente, ni de mi corazón, ese sello que, de manera indefectible, marcó mi vida desde que con 12 años formé parte de la junta auxiliar de Humildad y Paciencia. Esa vivencia interina, esa participación desde lo básico hasta que formé parte de una juntagobierno, dejó la huella de la experiencia.

Quemado, eso sí, de ver siempre las mismas discusiones, los mismos problemas internos y la podredumbre del hombre, que se magnifica si eres cofrade y quedamos todos señalados si no cumplimos con lo que Cristo nos enseñó; porque sepamos que formamos parte del "Gran Hermano anticapillita", y tenemos cámaras pillándonos y oídos dispuestos a crear un debate tipo "Sálvame de tú" (sí "DE TU hipocresía cristiana"). 

Pero cuando la posibilidad de la tranquilidad acude a mí y mis ojos visualizan estampas repetidas de otros años, pero mejoradas cada vez; cuando mis oídos disfrutan del abrazo de acordes del viento y la percusión, y mi corazón late con intensidad ante la escena que sobre dorados, maderas o plateados recuerdan un porqué soy lo que soy... ¡Ay, amigo! Pregúntame ahí porque me considero un "jartible de la semanasanta".

Si no lo entiendes, porque no puedes verlo ni sentirlo como yo, no perderé el tiempo en más explicaciones. Es inútil convencer -y eso es mucho-, ni tan siquiera intentar darle sentido a unas palabras, las mías, que no pueden expresarse con facilidad.

Podía poner un vídeo de cualquier hermandad, de cualquier momento, de La Isla o de Sevilla, por ejemplo, pero me reitero en la hermandad que me vio nacer como lo que me jacto de ser. Insisto en ella pasando por la Carrera Oficial, donde se junta tanta cosa que, como dije, me sobraría; pero ahí están, porque forman parte de la importancia y necesidad de la Semana Santa y de las hermandades en nuestra sociedad y como fundamento de nuestra cultura. Guste o no guste, fastidie o no.

En la semana donde el pregón de las Glorias dio el pistoletazo a las hermandades de salves y cantos alegres, a los cofrades de medallas y caminos; donde los hermanos de devociones más que centenarias, josefinas, rocieras, carmelitanas... Visten de galas las calles y parroquias. En esta semana, aún queda la semanasanta de los "jartibles": la de los recuerdos, la de ver aquello que no pudimos contemplar.

Vividla. Esta Semana Santa irrepetible se ha ido en cuerpo, pero no en espíritu y el espíritu, ya sabemos, es eterno.

(Vídeo de EB7GLB)


El amor se equivocó (III)

El beso. El encuentro inmóvil entre dos amantes.

De nuevo aquél tono en su móvil. Volvían a llamarla. Presurosa, levantó hacia ella un diminuto bolso que le caía hasta las caderas. Al abrirlo saltaron, como si fuese una caja sorpresa, algunas de las cosas que llevaba. Una barra de labios -rouge alloure velvet 40. Chanel, rezaba-, un pañuelo blanco con la inicial de su nombre y un paquete de cigarrillos a medio terminar. 

El teléfono cesó su acoso. De un bolsillo muy ajustado sacó su terminal y leyó con rapidez: "Santi". Otra vez él.

- "¡Si ya le dije que le llamaría! ¿Por qué me molesta?"- su enfado fue tal que lo que pensó se le escapó de su garganta. 

Guardó el aparato de nuevo, pero evitó hacerlo en aquél imposible bolsillo. 

Se dispuso a recoger lo desparramado en el suelo. El pañuelo, el pintalabios -que se había rajado un poco por donde se abría-, los cigarrillos... 

Ya no lo recordaba. Hacía cosa de siete meses -ocho quizás-, se prometió dejar de fumar. Su estrés como directiva de la empresa familiar le provocaba constantes disgustos a muchos niveles, incluso entre sus tres hermanos, con quienes compartía el negocio; una empresa dedicada al transporte internacional, donde ella tenía que fidelizar la clientela y hacer nuevos contratos, compitiendo en un sector limitado y duro.

La chica deportista que todos conocían, decisiva y de armas tomar, también era humana. Las rencillas familiares, el estado de salud de su padre -empecinado en seguir al frente de aquella sociedad-, la reciente recaída de la enfermedad de su madre oncológica y una relación con un chico entregado, pero a la que ella no veía futuro, creaban en ella un estado desestabilizador que ni la práctica deportiva lograba equilibrar. La nicotina y otros placebos que los cigarrillos poseen fueron el alivio a tanta ansiedad. Sin embargo, la enfermedad de su madre -con un cáncer de pulmón diagnosticado- y su promesa hecha a ésta de dejar ese hábito hizo que ese paquete no se terminara nunca.

- "Malos recuerdos"- masculló.

Se rehizo, cerró su bolso y miró la hora. Casi las cinco y cuarto. 

En realidad, aquél imprevisto había decelerado su actividad cardíaca, y aún tenía tiempo hasta las seis. El parque donde se encontrarían ya no quedaba lejos y, de alguna forma, ya no estaba tan alterada. A pocos metros ante sí veía una cafetería donde nunca entraba, aunque la reconocía. Siempre pasaba ante ésta mientras corría hacia aquél oasis verde en tantos kilómetros a la redonda de hormigón y asfalto.

Llegó a la puerta del local y un intenso aroma hizo las veces de aquellos cigarrillos que ya no fumaba. Al abrirla, un olor embriagador a buen café invadía sus paredes.

Del lugar sólo conocía la historia de su nombre "Io Diavolo". Su propietario era un italiano que vino a España buscando la dolce vita. Un romano de dudosas aficiones y que, en alguna ocasión, había sido objeto de comentarios en la zona por su supuesta promíscua homosexualidad. Esto no le interesaba a Sandra, pero no era ajena al amarillismo de los lugareños. 

Giovanni Davolio supo sacarle partida a su nombre. "Io Diavolo" era el diminutivo de Giovanni (Gio), que lo convirtió en el pronombre personal yo en su idioma natal (Io). Diavolo fue un inteligente juego de letras en su apellido. De esta forma nació aquella cafetería de tarde y pub durante la noche,cuya clientela variaba profundamente entre quienes preferían la deliciosa y variada carta de cafés y dulces, y quienes buscaban el calor del alcohol de calidad.

Sandra volvió a mirar la hora en un gran reloj, imitando a los clásicos de caballero, que colgaba de una pared. Leyó Milano y unos grandes números señalaban las cinco y veinticinco.

Solo pidió un café cortado. No quería entretenerse más de lo necesario. En la esquina, apostado en la entrada del mostrador junto una puerta que tenía un letrero que parecía indicar "Privado", un hombre de unos cuarenta años, moreno, no demasiado alto, aunque esbelto, y vestido con suma elegancia le sonrió.

- "Sin duda ese es il diavolo" pensó bajando los ojos malintencionada.

Quedó fija su mirada en él y le fue difícil creer que a aquél apuesto personaje,
-que sin duda era el dueño del sitio- no le gustase otra cosa que no fuese alimentarse del preciado jugo femenino. Su aspecto de dandy no hacía justicia a su fama como homosexual, aunque, desde luego, sí aparentaba cierto aire de viciosidad tras aquellos ojos azules. 

Tras una leve sonrisa suya, respondiendo amable a la del hombre, sorbió con cuidado el néctar espumoso endulzado con sacarina. Al regresar la vista hacia la esquina de la barra, observó como aquél desconocido besaba, con un corto posado entre labios, a otro hombre que acababa de entrar. La escena la ruborizó y volvió con rapidez su mirada al cortado que tenía ante ella.

Otra vez un beso. De nuevo, ese simple gesto la había escandalizado. ¡Un beso! Asió la pequeña taza, y removió lo poco que quedaba del líquido que contenía. Lo tomó sin prisas, y mojó con la lengua sus labios encarnados sin dejar rastro alguno de aquél otro oro negro. 

No fue el beso lo que hizo que sus mejillas se caldearan. Eran los amantes quienes la hicieron enrojecer. Aquél escueto encuentro entre dos personas del mismo sexo era lo que logró su sorpresa.

                                         (continuará)


domingo, 27 de abril de 2014

El amor se equivocó (I)

No tenía las cosas claras. 

Sandra era una chica deportista, le entusiasmaba el riesgo. Con gran caracter y tremendamente joven, apenas 23 años, dirigía el departamento comercial en una empresa familiar.

En los últimos meses había tenido diferencias con su pareja de hace años, otro joven que no le sacaba más de 2 o quizás 3 años. Desde hacía dos semanas ya no se hablaban. Una ruptura incómoda. Una punto y aparte que ella inició porque, en un momento confuso, se equivocó de labios.

El joven aún desconocía los motivos reales de esa separación, pensaba -quizás sin errar demasiado- que ella tenía  a otro. ¿O se equivocaba?

Lo que aquél chico no sabía era porqué callaba. La conocía bien. Si le rehuía algo extraño ocurría y, tras pensarlo, desechó la idea de otro hombre entre ellos.

Sandra era un mar de dudas. 

Recordaba, mientras estaba recostada en la cama de su cuarto, la tarde donde ella misma se sorprendió besando una boca que no era la de su novio. Le costaba dar razones a aquél impulso inverosímil por el que sus labios buscaron otro arrullo distinto.

Encogida en la cama, tan sólo vestida por una camiseta dos tallas superiores a la M que ella utilizaba y que le tapaban hasta donde sus rodillas empezaban, no hacía más que morderse las uñas -perfectas- ofuscada. En su móvil sin voz, junto a ella en la cama, la pantalla se iluminaba: alguien la llamaba...

- "¡Dime!- escondida entre las mantas, susurraba más que hablaba.

- "¡No. No quiero que nos veamos ahora"-

-"Sí... Ya lo se... Tenemos que hablarlo"- y en ese momento, sus mejillas se tornaron tinto. Un rubor imposible se apoderó de ella. 

-"Yo te llamaré esta tarde, ¿de acuerdo?"-.

Sus mejillas pasaron del tinto al rosado. Notaba cómo, a pesar del frio, sus manos sudaban y su corazón... Su corazón latía de forma que si no estuviese en su pecho, iría golpeándose por todas las paredes de aquella estancia. Ella lo sospechaba, pero era imposible... ¿¡Enamorada!?

Habían pasado casi cuatro horas desde aquella llamada, y tras pelearse con ella misma no veía más lógica que devolverla y aclarar de alguna forma aquella extraña situación. Su pareja hasta entonces la había llamado también, quería saber, quería explicaciones, quería respuestas... Pero ella temía ahogarse en un oleaje del que no sabía como deshacerse. No podía dar respuesta alguna si antes no se aclaraba ella. Así que optó por mandarle un mensaje de texto a través del teléfono: "Te llamaré" .



El amor se equivocó (II)

Los juegos de niños empiezan siendo inocentes, pero se vician con la intención.

Tras unos minutos dubitativa, volvió a coger su terminal. No era muy dada a las últimas tecnologías, lo básico para no ir descompasada con los tiempos. 

Aquél aparato entre sus manos simulaba un pescado cogido en la playa. Le resbalaba, se le escapaba... Y unos nervios inusuales en ella, capaz de dirigir a 22 personas con las que contaba su departamento, se apoderaron de ella. En realidad no sabía a qué ese alteración. La situación -pensaba, intentando mantener cierta frialdad- no es tan compleja. Solo dos adultos que van a hablar sobre un lapsus. 

Durante la llamada sólo breves palabras, las justas para saberse bien y decidir una hora. El resto sólo era ruido de fondo: unos canarios trinando oía el interlocutor de Sandra, y ella adivinaba el sonido de una máquina de café profesional procesando la solicitud de algun cliente ávido del negro amargor. En menos de dos horas se verían.

La chica se preparaba como para una primera cita. Recordaba aquella vez cuando quedó con un chico de su colegio; era la tarde de un soleado sábado de mayo, y no sabía qué ponerse, ni estaba convencida de darse algo de color en su cara, como hacían otras amigas: 

-"¿Entenderá lo que no es?"-. Ese fue, entonces, su pensamiento. 

Esta vez argumentaba lo mismo, pero sobre sí. El interrogante sobre sus sentimientos era tal que cualquier gota suponía un océano. ¿Estaría considerando algo improbable? ¿No sería que la sorpresa de aquél beso furtivo la había trastornado demasiado?

Casi estaba. Eligió una vestimenta informal, pero elegante. Unos pantalones vaqueros negros; unos zapatos, también negros, con un tacón tal que, por lo menos, tuviese sus ojos frente a frente a los de la otra persona; y una blusa blanca con unos encajes que iluminaban unos hilillos azulados a lo largo del escote. Y ocultando sus encantos femeninos, una chaqueta que dejaba visible a la imaginación, y de forma llamativa, una figura bien silueteada.

Prefirió ir dando un paseo hasta donde habían decidido quedar, un parque al que solía ir mucho a practicar ejercicio por su amplitud. Esa breve caminata -aquél pulmón verde estaba a unos veinte minutos- sería suficiente para enfocar la prevista reunión.

Mientras, sonó su móvil. La melodía, una pieza clásica de su admirado Mozart. ¡Así empezó todo! 

Miró la pantalla e hizo caso omiso al llamante.

-"Mozart... Mozart..."- dijo de forma entrecortada y en un volumen casi imperceptible.

-" No creo..."- insistía en ese tono ausente.

Su paso se trastornó. Su andar decidido cayó en titubeo. Una marea de imágenes inundó aquella isla que, ahora, tenía en la cabeza; el concierto para flauta y arpa K299 acompañaba, en un inexistente equipo de música, los recuerdos de una visita inesperada.

El trayecto hasta el lugar del encuentro estaba siendo muy apacible, cosa que agradecía. No estaba interesada en detenerse con nadie que se extrañara en verla a deshoras por aquella zona que, de forma habitual, recorría por su afición al deporte. Una agradable brisa daba vida a la soleada tarde de marzo, y ahuyentaba de su blusa la incómoda sensación de la incertidumbre.

Un saludo... Una invitación a entrar... Y aquella música de fondo. Qué extraño. No se había dado cuenta hasta ahora. ¿Porqué Mozart? ¿Porqué aquella pieza en particular? 

Para Sandra, era especial ese concierto. Su madre que fue profesora de música y una virtuosa del arpa, le enseñó a amar la música. Su dedicación y su entusiasmo estimulaba el interés de aquella niña que oía absorta, cerrando los ojos -como su madre le instruyó-, una música que declamaba poesía. Mozart en su única obra para arpa.

Empezaba a sospechar que no fue todo tan imprevisto como daba por hecho. De nuevo aceleró la marcha, y su corazón empezó a latir tan estrepitosamente que casi le empujaba a correr. Quería llegar. Aquél beso dejaba de ser una eventualidad y tomaba otro cariz. Su mente evocaba aquella situación que, en principio, consideró una niñería. Un juego que no supo como comenzó y terminó siendo en él una prisionera.

                                            (Continuará)





Luna de sueños (secuela de "La luna mordida")

(Mi gratitud  a @Vidal_ M_Ostariz por su gran empatía)


Mi firma en Twitter y el regalo de un amigo... 


Una frase sacada de la experiencia, el deseo, la desesperanza... Un cúmulo tal de circunstancias que todas caben en esa bola blanca que vemos allá arriba, en el cielo, cada noche.


No son pocas las veces que me he quedado admirándola, absorto, prendido, prendado, robado, embobado... -cualquier adjetivo similar es válido-, y ha sido tanta la paz ante el desasosiego que cualquier problema desaparecía en ese momento.


La luna como un sueño. Es que no creo que pueda describirse de otra forma lo que esa galleta en leche, esa bola de queso, ese mundo para extraterrestres, ese veneno del licántropo, ese reloj para las embarazadas, ese refugio del bohemio, representa para quien queda hipnotizado de su luz prestada por el sol. ¿Qué más da que el sueño se realice o no? Los sueños forman parte de la ilusión, la ilusión parte hacia la esperanza y ésta nos da la felicidad.


En la tristeza de los muchos momentos de nuestra vida, nos faltan estos ingredientes. No podemos evitar la realidad -la cruda realidad muchísimas veces-, pero sí podemos levantar la mirada y perdernos en la inmensidad zaina de un cielo nocturno y allí, como la luz al final de aquél túnel que todos tendremos que recorrer alguna vez, estará ella: la luna. Fíjate, mírala... Te sonríe. Siempre te sonríe.


Alguien me dijo una vez, cuando apenas contaba tres años de edad, al fallecer mi abuela, que ella estaba en aquella bola. Mi imaginación infantil y el amor hacia mi abuela hacía que, cada mañana, me asomara a la ventana de la habitación de mis padres a esperarla. Aguardaba verla estirar una escalera que llegara hasta esa ventana e irme con ella. Pero mientras, me sonreía. Me bastaba con eso.


Bendita niñez...


Hoy, aún sigo mirando esa misma luna. La misma que miraba hace treinta y cinco años, y sigo viendo a mi abuela Teresa. Ya no espero que ella baje, sino llegar yo hasta ella algún día. 


Esa luna no quita las penas de mis pesares en este mundo, pero sigue siendo mi lugar de los sueños.



sábado, 26 de abril de 2014

When a bank love a man



Y así, con este reinventado título de la famosa balada de Percy Sledge, podría comenzar un nuevo anuncio de ING DIRECT (cobro derechos por dar la idea). Este gran banco que hace fresh banking tiene la habilidad de enganchar por sus anuncios, que desprenden vitalidad y donde sus supuestos clientes, son totalmente rupturistas con los modelos tradicionales de bancos en España.

El banco naranja entraba dando bofetadas a diestro y siniestro al movimiento financiero español. Un banco que no te cobra comisiones, que permite sacar sin gastos en cajeros 4B, que era su banco y cada día el de más gente, decía Matías Prats.

¡Ay Matías, que la metías! (La pata)

Conocí un cliente de ING DIRECT. Entró con mucha curiosidad; venía de Bankia (bancus horribilis). Cuando asesinó a Bancaja, mataron gran parte de su tranquilidad y sodomizaron su confianza en que alguna entidad financiera le tratase como persona y no como un "ingreso-abono"

Como quiera que todo cambio condiciona unas expectativas, las suyas y las de su familia anhelaban una tranquilidad que, en Bankia, no podían llegar a hallar. 

Tras unos meses en la nueva entidad, en mayo de 2013, se encuentran con la sorpresa que ING le preconceden un préstamo ¡por 12000€! ¡Por su cara bonita!

Ni corto ni perezoso hizo cuentas... "Debo tanto y cuanto...", "debo cuanto y tanto...". ¡Qué felicidad! Por primera vez en años no tenía más que una sola deuda, la parte del préstamo que cogió para desligarse de otras que le ahogaban. Era feliz... Eran felices en casa.

Por cosas que pasan, del remanente que había dejado del préstamo tuvo que hacer uso imprescindible. Porque eso ocurre cuando las necesidades aprietan y las posibilidades están a un click. Una cuota de 300€ planeaba indefectiblemente sobre su casa. Su salario apenas 1000€ aún le dejaba algo de vida, pero sus hijos pequeños, los gastos comunes y otros extraordinarios mermaban demasiado el resto que quedaba del sueldo que percibía.

Tras 6 pagos puntuales de las cuotas del préstamo -tiempo impuesto por ING para poder tratar cualquier asunto relacionado-, contactó con la entidad. Primero en las oficinas de su ciudad, después telefónicamente. Previamente contactó con un amigo, asesor fiscal, para que le guiara sobre posibles opciones que podría solicitar al banco para que le redujeran la cuota, la refinanciaran, le dieran una excedencia, etc.

En ninguna de sus dos asistencias a ING -ni en oficinas ni telefónicamente- quisieron darle solución. 

Les explicó lo difícil de la situación, su necesidad de que revisaran el préstamo y buscar alguna solución que no perjudicara al banco -claro- y que ellos pudiesen respirar. La persona que les atendió en su intento telefónico -Erika- fue amabilidad en estado puro, cordialidad en grado sumo e interés al 100%. En las oficinas, simplemente, no le dieron más que largas, insistiendo en el contacto a través de la línea que tenían concertada de Atención al cliente.

La respuesta de ING DIRECT: "No pueden hacer nada porque trabaja y puede permitirse pagar esa cuota"

Es decir... Para que ellos puedieran "ayudar" o planteárselo siquiera debía estar, por lo menos, desempleado. ¡O sea, para tirarse por el balcón! (Otro más)

A raíz de la respuesta, una batería de motivos salieron de su boca, de su cabeza y de su alma. Pero ING DIRECT, los del fresh banking, los mismos que te lo ponen todo para que seas feliz con un banco, se negaban por su política de nosequé -ya no escuchaba más que nones por todos lados- a ¡ayudar a un cliente! Un cliente cumplidor en pagos, sin un sólo débito, dándole dinero domiciliando sus recibos, su nómina... Un cliente que acudió a suplicarles auxilio. ¡Un auxilio en cualquier forma! -carta blanca para ING-, que ayudase a que una família no se ahogase. 

Lo siento, no me creo que quien tiene toooodo el poder (el dinero lo es) no tenga soluciones para casos así. De gente normal, mileuristas a lo justo, que tras plantear una situación que el mismo banco dice entender, ¡ellos NO PUEDEN HACER NADA! 

Es la gran comedia de ING. ING no hace fresh banking, no aporta tranquilidad a sus clientes. ING, después de tener una cuenta nómina en negativo (?) dice que la van a pasar a una agencia de recobros. ¿Para qué?

El día que un banco quiera a un hombre, como indicaba en el título, la banca habrá muerto. Surgirá la decencia, la humanidad y el compromiso de ayudar al cliente, contando con la veracidad de lo que el cliente aporte como justificación de lo que dice.

Hoy por hoy, ING DIRECT, sigue sin querer ayudarlos a no vivir casi de lo que le dan otros. Pasear, no pocas veces, sin un solo euro en sus bolsillos, ni para un triste café. No permitirse comprarles a sus hijos -y no estoy exagerando- ni un triste juguete en los chinos. Me da igual si nadie cree esta historia: es su realidad diaria.

Habrán otros clientes más necesitados, o que les irá muuuuuucho mejor y consideren a ING DIRECT un gran banco... A cada cuál lo suyo, y lo de esta familia es esto.

Cuando ya no puedan más, veremos...

De nada ING DIRECT

miércoles, 23 de abril de 2014

Insufrible humanidad

Insufrible humanidad, ¿hasta cuándo estaremos haciendo sufrir por capricho? ¿O acaso este padecer de dolor y muerte tiene justificación?

La imagen es la voz misma del desconcierto, del miedo, de la indefensión... La inocencia, la fragilidad de un niño que la irracionalidad de la que hacemos gala pretende destruir. ¿Cuántos cuerpos inertes de niños, ancianos, enfermos, trabajadores, paseantes, habrán quedado enterrados en el olvido de cualquier masacre? 

La vida es un hilo que se puede escurrir de las manos, como ese del globo de helio. La vida es el propio globo, algo efímero, algo que igual vuela que lo mismo de explota; que atraviesa el océano o que sucumbe a los aires. Que no tiene caminos marcados pero traza senderos.

La vida son momentos. Instantáneas de nosotros mismos que guardamos en el álbum de la memoria.

Y aquí estamos... Explotando el globo, dejando huir el hilo que nos une a él, dándole zarpazos en vez de zarpando hacia donde nos lleve. Matando la vida.

¿Qué hace la humanidad sobre la palma de la Tierra? ¿Qué crea que hace que sea tan necesaria? Y lo que realiza, ¿a quién beneficia? Si más de la mitad de los seres humanos viven en la miseria, mal bebiendo el agua que mana del cielo en el sucio cáliz de un suelo machacado a base de destruir lo que el mismo hombre hizo. ¿Qué ave deshace el nido que construyó? ¿Qué roedor inunda el agujero que cavó? ¿Qué alimaña no alimenta a su especie en vez de aniquilarla? ¿Qué razón y qué sentido le da a su propia existencia si durante ésta no cree en algo más de lo que ve?

La humanidad absorta, viciada por el costumbrismo a las tragedias de televisión tras televisión, de diario tras diario, que nos las almorzamos sin necesitar tomar sal de fruta para digerirlas sin ardor. 

La humanidad nefasta, ruín, vacía, que se empapa del circo de la mentira y el teatro, donde todo vale con tal de darle carnaza a las hienas que engordan y se envilecen sin importarles el qué diran: 

-"Dame pan y dime tonto" 

¡Qué gran verdad! ¡Qué gran mentira!

Insufrible humanidad, tan solo iluminada por unos pocos que le dan sentido al resto, pero dirigida por menos que dan sinsabores, sinsentidos, amargores y espinos al mundo mientras se enriquecen y enmudecen ante el clamor de la necesidad. 

El mundo gira y su naturaleza hace lo extraordinario cíclico. Y lo cíclico tiende a renovar. ¿No estamos necesitando ya un cambio? ¿Una sacudida? 

Viendo la imagen que se muestra al pie de esta reflexión... Insufrible humanidad.







martes, 22 de abril de 2014

La ultima trepá (a mi hermano Guiri)


¡Fondo!


La última maniobra del cargador cansado. 


La voz para mí del eterno patero del paso de María Santísima de la Soledad se dejaba oír entre los aplausos, fruto de la emotividad del momento. La última orden del capataz reverberaba bajo las escuetas andas de la dolorosa más mimada de La Isla; la que, pasitos cortos y a las bandas, camina tras el fúnebre cortejo de un Cristo yacente.


Sudores de fe abrazados al madero con la cuerda firme de una devoción. Mientras, el revuelo entre lo triste y lo satisfecho viste los muros de la iglesia de cuerpos cansados que se apoyan en ellos buscando alivio; las miradas se pierden entre recuerdos de un Domingo de Ramos a la Madrugá, y se piensa que qué poco dura a veces una semana. 


Mientras eso ocurre como parte de la tradición de la madrugada del Sábado Santo, bajo la cruz de ese Calvario que pisa la Señora soleana, una tenue luz amarillenta alumbra aquella brevedad y se adivinan rostros doloridos, palabras quejumbrosas, sonrisas que contradicen esos mismos lamentos en tanto la estancia santa se aligera de las emociones de aquel día, y los pies tumefactos llevan cuerpos –más muertos que vivos- hasta donde el aire se hace bálsamo y llena los pulmones de frescor tras haber padecido el viciado hálito del antifaz penitente.


El lugar también respira. Entre perfumes a nardos y olores al peso de la madera aún cercan el paso los cargadores –sus cargadores- de la Soledad. Unos estiran sus músculos tensados por el esfuerzo, otros departen sobre el terreno, algunos solo contemplaban la escena de la Madre dolorosa que sus hombros mecieron. Dentro del paso aún queda uno de ellos.


Sin prisas, sin nervios por salir de entre aquellas viejas entrañas, en la penumbra de la triste luminaria de aquel armazón, un hombre que se resiste a abandonar su sitio bajo los palos. Con litúrgica parsimonia desanuda el laberinto del cordel que hace trabajar a su almohada. Un nudo, dos nudos, tres... Una vuelta más. Y con cada nudo que deshace recuerda aquellos otros que enlazaba cuando empezaba a tomarle el pulso a la maera.


El sudor de su esfuerzo se hacía lágrima; sabía que esa ofrenda –magulladura en su cuello- no la volvería a realizar. 


Cuatro nudos, cinco nudos, seis... Y la última trenzada se desliza entre sus dedos y deja que la prenda de su último martirio, su "almohá", caiga en sus manos. Dura, repujada en cada extremo por el cincel de aquellas cuerdas; aquella herramienta de tortura consentida, querida, anhelada, se convertía en la cruz misma que Jesús abrazó antes de terminar su obra entre fariseos que le alabaron y después escupieron, entre discípulos que llegaron a negarle, entre quienes le tenían el aprecio de quien ayudó.


Con la mirada absorta en las antiestéticas interioridades de aquél altar hecho para ser llevado, una voz le reclama..:


¿Todo bien?


Él asiente y se incorpora. Un último vistazo sobre aquellos maderos ya desnudos. Alguien levanta el arropo que guardaba su anonimato a cara descubierta, y le tiende la mano. Sorteando la zambrana, su mente le traiciona y le hace rememorar una frase que no volverá a repetir: <<¡Hasta el año que viene, señores!>>. Y una tromba de recuerdos lo desborda.


Aquella última trepá, sintiendo el brazo del compañero agarrando su cintura, animándole con su voz.


–¡Cortito y a las bandas! ¡Acunándola!


Una marcha, Madre mía, mientras empujaba al resto con su corazón en la garganta subiendo las rampas de la Iglesia Mayor. En su retina, la imagen de las caídas moviéndose al compás de aquella nana para la recogía. En su corazón una herida, en su alma una almohada eterna que nunca desatará. En su boca seca la última orden:


–¡Fondo!


(Imágenes de Islapasión)


https://m.youtube.com/watch?v=RD1JP_vywb8





lunes, 21 de abril de 2014

El experimento inconsciente

Ayer noche pude comprobar que la curiosidad humana, a Dios gracias, no tiene límites. 


Subí un galimatías en Facebook, mi intención no era hacer ningún estudio de campo. En él, palabras, números, corchetes, swifts... Y como Facebook es tan chivato, observé cómo ese jeroglífico prácticamente ininteligible -quizás, salvo para quien entienda de programación informática- obtuvo mayor número de visualizaciones que cualquiera de mis dos últimos escritos en el blog "En mi opinión" que mantengo en esa red.


Reconozco que me hizo recapacitar. Me corroyó la duda sobre el sentido de las letras o si, quizás, el sinsentido de éstas fuese más atrayente. 


A veces se escribe por necesidad, otras por gusto (en mi caso no hay otras motivaciones), pero siempre con el fin de llegar, de expresar y de crear conciencia o debate,  aunque las ideas no se compartan; si lo que que te conmueve por dentro y sacas en letras no es capaz de encontrar su sitio, sólo te quedan dos cosas: desistir o insistir.


Si desistes, seguramente, se quede en ti mismo cosas que, en uno u otro momento, debieran conocer otros y, con mucha probabilidad, encerrarías una parte de ti a la que le gustaría seguir volando.


Si insistes, corres el riesgo de cansar. Siempre puedes cambiar el camino de las tintas. Siempre puedes mirar más allá de la loma que cercena el resto de caminos que se abren ante tus pies. Ni la luna puede escapar a ser pinzada entre los dedos de tu imaginación.


No se puede pretender siempre "ser mejor que...", ni hacerse notar en un mundo donde viven más de seis mil millones de personas, ni tan siquiera en una reunión donde compartes vivencias entre veinte más. Caes en el error al pensar que eres único o relevante porque tengas

tal o cuál cualidad -o creas tenerla-, eres especial porque no tienes miedo a exponerla, a darla a conocer, a utilizarla para tu bien interior y, ¿porqué no...? A lo mejor para el bien de otros.

El experimento inconsciente de anoche constató lo que ya pensaba. Ahora sólo resta divagar... ¿Desistir o insistir?



domingo, 20 de abril de 2014

Esperando otro Domingo de Ramos

Ya se nos escapa.


Ya la vivimos al 99%. Faltaba hoy.


Desde ahora mismo, todos echaremos en falta las prisas para salir y dar el encuentro a cualquiera de nuestras hermandades. Mientras las campanas por toda la ciudad retumban alegres, en nuestro corazón de cofrade penitente permanece la tristeza de la madrugada de la noche del Sábado Santo, como siempre...


Calles calladas, ambiente frío, no hay cirios, no se oyen "Amarguras", no hay dorados ni palios, no hay filas pacientes que esperen en las aceras; nuestros itinerarios, ajados del uso, pasan a formar parte de nuestra colección para el recuerdo y las novedosas guías que implantamos en nuestros móviles se ocultarán entre las carpetas, entre las páginas virtuales, que relegaremos para otro año, si Dios quiere.


Hoy será un domingo que contradice su sentido. En nuestro interior preferimos a aquél de Ramos donde, ya lo dije hace una semana, la Semana Santa empieza a terminar. El cofrade es así. Su vida empieza entre palmas y olivos y se duerme entre los recuerdos el día de la Resurrección, el resto del año sueña.


En las casas aún hay túnicas pintadas de cera, el capirote de cartón ronda entre algún hueco libre de la habitación, ramitas de olivo renovadas encima de algún cuadro, o prendida todavía del ojal de la chaqueta. Papeletas de sitio sobre el escritorio recuerda aquél día nervioso, vivido como si fuera el primero en que vestíamos nuestros hábitos.


En el armario, vestidos y chaquetas aguardarán de nuevo su ocasión; las insignias que portábamos orgullosos en nuestras galas, cuidadosamente guardadas en sus cajitas de joyería; nuestras veneras -oro en paño- reservadas, y al palparlas notamos como se impregnó de los latidos de nuestro corazón: se guarda con ella nuestros sentimientos.


Ya no hay traslados hasta las casas de hermandad. Allí el desorden aún reina, todavía queda trabajo: el oculto. El que se quiere tardar en hacer, el que sirve para hacer memoria de la semana que hemos pasado y de la Cuaresma que ya se perdió entre nuestros recuerdos. Todo quedó recogido en deseos de volver a deshacerlo. 


Las parroquias lucen el atuendo de flores, prebendas y adornos que visten los altares de nuestros Cristos y Vírgenes. Hoy es un día para el paseo sosegado, un día para las comidas entre amigos con la tranquilidad de no tener que salir a buscar nada, solo departir. Un día para el café de la tarde y visitar las iglesias que aún respiran inciensos y se alfombran de la cera penitencial. Un día para estar alegres por lo que hemos rememorado, donde por las calles, a pesar de no haber procesiones a las horas del ocaso, persiste una tensa paz: 


- "¿Dónde quedamos para ver...?" 


Y se hizo un silencio... 


Es Domingo de Resurrección, es la cuenta atrás para vivir un año que despierta en Domingo de Ramos y se duerme un Lunes de Pascua.


Las vendas de mi Cristo

"Las vendas de mi Cristo"


¡Ay, Padre mío! Que en la noche amarga de tu falta recuerdo momentos donde la multitud te aclamaba.


Recuerdo el domingo donde entre palmas te vi Señor, ¡qué Gran Poder! repartiendo la proclama de lo que ya se acercaba.


Plasmé mis labios en tus manos, alcé a Tí mi mirada, recogí de tu boca callada las palabras por mí más necesitadas.


Dejé pasar las horas rogando que me escucharas, que quería acompañarte cuando Pilatos te presentara.


La mañana del Lunes Santo soñaba con poder oír el repicar de las campanas, que sólo suenan así las que escuchaba desde mi casa.


Desde lejos te imaginaba, Señor en la gábata, con tu túnica roja y tu humilde mirada, entre flores encarnadas en las andas doradas.


Buscaba la escena de conversación callada entre filas de penitencia blancas y azuladas; y te vi, Salud, como a mí me hablabas.


Me decía que no pagara con ira abnegada el que no pudiera esa tarde acompañarla, que todo en la vida se paga y yo debía hacer esa penitencia indeseada.


Pero fuiste tan Madre, que sólo como una madre regala, que hiciste que mi pena con agua se ahogara, y me trajiste en Sevilla al mismo Cristo presentado en la Calzada.


Dolores de tardes santas que tronaban en mi alma que aquejada de llantos en letras se refugiaban, que viajaban por sitios que mis ganas anhelaban. 


Del jueves en su atardecida, muy cerca de la Giralda, sólo el recuerdo de un Cristo que acallaba a la gente y su algarada, ¡y se vivía, se sentía, se respiraba, una ansiada madrugada!


Madrugada de pasiones que quedaba en mi casa, esperando poder verlas en un momento de escapada. Gran Poder eterno, Esperanza sevillana, y en mi recuerdo el Nazareno por Ancha.


Y en los días donde el pueblo llora la cruz donde la muerte te hallaba, me vino a la mente toda la santa semana, en la que salí de penitencia cada día que pasaba.


Hoy resucita la fe, la devoción; como dijo el pregonero, hoy es el Alfa: el día primero hacia la próxima Semana Santa. 


Y yo busco entre las losas empedradas las vendas que a mi Cristo ocultaban; y hago mía esas vendas, y mi llanto se calma, esperando haber cumplido la penitencia indeseada.


Que en este día, donde Jesús resucita -Señor, mi alegría- que tengo yo tus vendas, tus vendas que ya son mías, y con ellas al igual que la pecadora que tu túnica besaba sean mis faltas perdonadas.


Que acompañarte dentro de un año por las calles de mi tierra sea la penitencia que se le imponga a mi alma arrebatada.



(Fotografía: Detalle de la Sábana Santa de Turín)



sábado, 19 de abril de 2014

Integrismo cofrade

Cádiz. Domingo de Ramos. Hermandad de Jesús Despojado. A su paso por Novena o la plaza de la Candelaria la cofradía -incluyendo su imagen titular- es ultrajada por su, al parecer, particular forma de andar sus pasos. Incluso, dicen, alguien escupe desde un balcón. 

En la también gaditana hermandad de la Palma, se produce un revuelo ante el palio de la Virgen de las Penas.

Esto mismo, las quejas me refiero,  aunque con menos activismo físico,  ocurrió también en San Fernando cuando hermandades como Misericordia, Perdón, Columna, Medinaceli, Gran Poder o Santo Entierro cambiaron sus formas tradicionales -cuadrillas incluídas- y pretendieron introducir algún aire nuevo a sus formas de andar los pasos en La Isla, incluso se trajeron bandas -como aquella de cornetas de La Rinconada- que sirviera para acoplar la cadencia. El grito en el cielo, almohadas en alto y una salve de disparos verbales: "¡En La Isla, costaleros no!". 

El capilleo ultra isleño -soportado por el de la carga- se hacía eco a diestro y siniestro de su contienda contra los invasores sevillanizados de las costumbres de más allá de la frontera de la AP4 (como los afrancesados que querían traer novedades a la España absorbida en sí misma del XIX). Incluso, ¿porqué no decirlo? la siempre observada hermandad de los Afligidos no optó por cambiar más de lo que, en sí, es todo un alarde de buen hacer traído de aquella frontera que empieza en Las Cabezas de San Juan, después de muchos cotilleos de barra que argumentaban probables cambios bajo los palos de su único paso.

Tras una época convulsa en pareceres, prácticamente todas las juntas de gobierno que iniciaron estos cambios o bien fueron cayendo o bien no soportaron presiones propias y ajenas, dando por finalizada su apertura a innovaciones foráneas para sus hermandades, manteniendo en algunos casos sólo algunos detalles como recuerdo de aquello que se intentó y que, con el tiempo, se volvió a acoplar sin problemas al estilo propio de la ciudad. 

Y esto fue así. Y ya no hablemos de la hermandad de la Divina Pastora. Un grupo conjuntado de hermanos que no han basado su saber hacer en incorporar costaleros, sino que con su labor callada, y sin poner una voz más alta que otra en el panorama cofrade isleño, hacieron resurgir una corporación y una devoción bicentenaria a golpe de trabajo. ¿Su premio? Ver como cada 15 de agosto su barrio se echa a la calle para ver a Su Reina, cómo su parroquia se queda pequeña en sus actos litúrgicos.

Sin desviarme.

Gracias a estos actos de reivindicación tradicionalistas, convertimos el ser cofrade en algo totalmente distinto y alejado de lo que, según los estatutos, debieran ser las hermandades. ¿Dónde se hablaban en éstos de formas de portar pasos? Puede que en algunas, como Rosario o Servitas, estuviesen dererminadas las formas. Hoy, seguramente, no pocas cofradías hayan plasmado este punto en particular en su régimen interno, sobre todo las que poséen cuadrillas de hermanos cargadores propias.

Mientras hay cofrades y, en general, semanasanteros (que gustan de esta celebración) que mantienen su particular lucha por seguir enmarcados en el ámbito local, considerando nociva para la salud costumbrista los viajes de otros tantos que visitan, por ejemplo, tierras hispalenses para ver cosas diferentes. Quizás a los primeros no les faltan razón. A veces, los exploradores al imbuírse en  otros terrenos sólo conocidos por referencias, se dejan embaucar por cantos de sirenas y pierden la noción de la realidad a la que deben regresar. 

En todo caso, no todo lo que se importa de otras tierras es incompatible con aquello que pervive en la nuestra. Puede compatibilizarse, agregarse, adaptarse, sin perderse la esencia de aquello que es intrínseco en nuestras raíces. Al igual que, por ejemplo, en Sevilla se adaptan composiciones musicales de otras localidades fuera de su provincia para que su ritmo al andar los pasos se acompasen con las citadas obras. Puede que no sea un ejemplo consistente, pero creo que queda clara la intención: todo se puede convalidar. 

Y mientras, en tanto que los cofrades nos debatimos en estos menesteres de cultura localista, y una parte del pueblo creyente comparte y participa de ese debate en acciones más propias de la turbamulta judía o árabe ultraortodoxa, a base de improperios y gestos totalmente fuera de contexto -como quien escupió al Cristo Despojado de la hermandad salesiana de Cádiz-, o como quien zancadilleó a uno de los cargadores (¡qué inconsciencia, Dios mío!) que portaba esa misma talla bendita. ¿Qué pensaban estos ciegos, estos talibanes semanasanteros? Quizás ni tan siquiera les guste la Semana Santa; algo tan efímero como siete días no lo vive todo el mundo igual, sobre todo sino participa durante todo el año de la vida en una hermandad.

 Golpes a un capataz, gritos de "¡Esto es Cádiz!" ante el paso de la dolorosa viñera de La Palma, como si estuviesen en una final del Falla... ¿A qué hemos llegado?

Mientras, aquellos que nos tienen recelo, aquellos que incesantemente nos cuestionan, aquellos que indefectiblemente nos critican, aquellos que sólo ven en nosotros adoradores de un palomadera... Se mofan, nos ultrajan con fotografías que sólo muestran un momento preciso, faltando a la verdad de la realidad, nos hunden en auténticas aguas fecales sosteniendo una verdad basada en aquello que ven, sin más. 

Pero lo más penoso es que somos los cofrades los que les ofrecemos carnaza con nuestras inquinas, nuestras peleas, nuestras incongruencias sobre lo que decimos sentir, nuestras desavenencias que, incluso, llegamos a hacer públicas a través de medios de comunicación oficiales u oficiosos pero que, en todo caso, exportan esas penurias que aquilatamos. No porque estos medios vivan de ello, sino porque el ego cofrade es tan grande que tenemos que dar a conocer aquello que nos contradice, aunque sea dicho por nuestro propio hermano. ¿Es falso?

Quienes nos critican hacen que la herida se pudra, valiéndose de venenos que salen de nuestras propias bodegas en forma de vinagres. Y esas críticas se extienden a través de las redes, a través de comentarios de otros afines que punzan más aún y sacan pus. ¡Más infección! Y esa es la visión que se genera, y esa bola de comentarios y pensamientos negativos sobre el cofrade (sobre el católico) aumenta.

Pero no passsa nada -que diría Antonio Burgos-. Nosotros, los del gremio del cirio, de la cargadera, del costal... Sigamos con nuestras discusiones a viva voz y viva red. Que corran tintas reales y virtuales de encontronazos entre formas de vivir la Semana Santa y las cofradías alejadas de la realidad de estas, ya se encargarán otros de hablar por nosotros sobre qué sentido real tiene esta conmemoración.

En tanto, en bocas y manos ajenas, dejemos y demos cabida a cuantos quieran despotricar sobre los cofrades, da igual que sean cofrades de ley o cofrades talibanes, el saco es el mismo para todos. 

Aquí comparto el post de la Web Cofrade "La Manigueta" de donde expongo mi reflexión

(Fotografía recogida del Rincón del costal montillano)

viernes, 18 de abril de 2014

La Semana Santa de Sevilla: la ciudad sitiada


El artículo que enlazo -eso sí es un artículo- lo expone perfectamente. Antonio Burgos describe lo que muchos nos hemos encontrado estos días en las calles. En Sevilla me refiero. 


Aquí, donde por menos de un pito -incluso de carnaval- se forma una bulla, la Semana Santa se ha convertido en una auténtica calle de la Amargura -todas las calles-. La Semana Santa sevillana no se ha engrandecido ya por sí misma y los tesoros, lo de la fe y los tangibles, que nos presenta como parte de una cultura que ha hecho de algo tan íntimo un modus vivendi; la Semana Santa sevillana sufre de gigantismo y, hasta donde sé, eso es una enfermedad.


Muchos son los que alquilan pisos o dedican algún día para conocerla, para disfrutarla, para sorprenderse... Muchos dejan sus propias devociones con un "el año que viene Dios dirá" y viajan hacia esta tierra de advocaciones universales, donde se hacen realidad aquellas imágenes sólo reconocidas a través de publicaciones, medios de comunicación o, simplemente, de oídas.


¡Qué maravilla Sevilla en Semana Santa! 


Verdad. Es espléndida. Y, por lo menos, como los musulmanes con La Meca, debiera visitarse en estas fechas una vez en la vida. Pero el volumen humano que esta ciudad, ensanchada a golpe de necesidad de espacios, adquiere en estos días es alarmante. Lo de las sillas del chino -como dice el gran Burgos- es preocupante, la falta de respeto ante tanto empujón, ante tanta zancadilla -promovida por la dejadez del que le importa un pepino aquél que tiene que pasar allá, por donde los de los "palcos a 6 euros" tienen apostada su propia Campana-; ante tanto niñaterío y "adulterío" (con acento en la i), de mochileo  e iPad en alto haciendo fotos que, previo al paso de los Titulares de cualquier hermandad, forman un corrillo como si estuviesen esperando recoger la entrada a un concierto veraniego, con sus risotadas, sus cantes y sus palmeros (visto in situ en la esquina de Placentines ante el discurrir de la hermandad de Los Negritos).


La Semana Santa de Sevilla, siempre lo he dicho, es particularmente sevillana. Por mucho que se exporte turística y culturalmente, esta celebración en Sevilla es por y para quien la ha mamado desde chico. Del que no se extasía, ni babea con las maravillas con las que aquí engalanan estos días santos. El de aquí lo bebe porque es su agua y no le incomoda una bulla, y sabe dónde guardar silencio, y sabe cómo vestir cada día, y sabe dónde irse a ver lo que quiere. 


Al cofrade sevillano no le interesa que su Semana Santa se engorde a base de visitantes ociosos que vienen a pasar unos días y a agolparse en sus calles, restándole la solemnidad que cada sitio y hermandad requieren. Le gustan los que vienen a enamorarse de lo que él está enamorado. Esa es la gran diferencia entre el cofrade sevillano y cualquier otro cofrade, por cierto.


Para quien no lo haya leído, os lo engarzo aquí abajo. El artículo de Antonio Burgos. 


http://www.antonioburgos.com/abc/2014/04/re041814.html

miércoles, 16 de abril de 2014

En la noche del Martes Santo:

...y cuando me quité el capirote, respiré.


Ya terminó. Entre la alegría del deber cumplido y la tristeza del deseo acabado. Aún resonaban en mi cabeza tambores inexistentes ya. Cerraba los ojos y solo veía capas rojas y antifaces blancos. Era una procesión perenne que no dejaba de visualizar en mi interior.


El olor a las flores del paso de mi Virgen de la Salud me embargaba. Olor a flores y ceras. 


Un ajetreo inhóspito, desganado, se vivía en las calles cercanas a la plaza. Medias voces y satisfacción contenida entre idas y venidas de la iglesia a la casahermandad. Se repetía a la inversa lo que, un día antes, era motivo de nerviosismo y de inmensa alegría.


La noche del Martes Santo quedaba la desolación que sólo conoce el cofrade. Las túnicas descansando en las sillas, los capirotes apoyados en las mesas con los ojos inertes, guantes sin piel que guarde, pies penitentes en bendita agua fresca y en el pecho un escudo plateado latiendo junto al corazón.


Ahora quedan los momentos, los recuerdos, las experiencias... Ahora eso. Queda el orgullo de salir al día siguiente llevando los signos externos de tu devoción: una insignia, un llavero, la pulsera...  Algo que denote que ayer fue protagonista tu hermandad y formaste parte de esa expectación.


¿O no? ¿No te sientes hoy con esa sensación? ¿No te salta el espíritu cuando oyes a unos y otros contar con emoción ver cómo bajaba Ancha el Cristo de tu pasión, la Virgen de tu amor?


Sentado, mientras mi gente -mis hermanos- reponían fuerzas entre risas y caras cansadas de la emoción, rememoraba el sinvivir de la tarde de aquél Lunes Santo. Otro lunes para la historia. 


Pensaba, mirando las vitrinas vacías, que cuando los pasos volvieran a su lugar, donde quedan resguardados como oro en paño, y se cubran con el manto del "ya está", todo habrá terminado este año, pero de verdad. Entre nostálgico y enfadado porque, qué cierto es, ¡que qué poco dura lo bueno!


"Qué rápido se escapa entre la enredadera de los minutos aquello que tanto esperamos. 


Qué rápido terminan los anhelos. Pero qué regalo tan grande recibimos cuando estos se cumplen superando nuestras expectativas", pensaba.


Levanté mi vista al frente y me levanté. Dirigí mis pasos hacia las escaleras, con el fin de descender hasta donde estaban descansando el resto de quienes hicieron posible el buen fin y mejor hacer en ese Lunes Santo. Y entre las luces de la planta baja y las sombras de la zona en la que yo estaba, unas voces...


"¿Quién jalea de esa forma? ¡Que no son horas, por Dios!"


Y entre los claroscuros se abren mis ojos. Entre dudas, miré a mi alrededor... Una extraña sensación de paz rodeaba el ambiente, una habitación a media luz, con las persianas medio echadas, permitió que pronto mi mente aclarara su falta de lucidez momentánea. Soñé un Lunes Santo que aún no había terminado, soñé que volvía a vestir mi túnica; soñé verte, Señor, en tu caminar lento y alargado, ser presentado por Pilatos en tu barrio. Soñé, Señora, verte mecida por las palabras de Juan y besada por pétalos de amor.


Soñé un Lunes Santo como sólo puede soñarse en la distancia: perfecto el día y yo añorándolo.