miércoles, 26 de marzo de 2014

Se vende alma

No. No es un título, es un anuncio. Un compraventa donde no se especula, sino se llora por un trozo invisible de uno mismo, al que no se le puede poner precio porque no se sabe si tendrá algún valor.

El valor del alma, ¿cómo se estima? ¿En acciones? ¿En pensamientos? ¿En deseos? ¿Cuánto vale el alma?

Si el alma es negra, ¿vale menos? Si está limpia... ¿Valdrá más? ¿Y si más vale que esté como el carbón? ¿Y si las almas sucias se pagan más caras que las almas blancas de Dios?



Se vende alma. Se vende el humo gris antes de la última exhalación. Se venden  pecados, pesares ... Se venden lujuria, traición... Se venden engaños, robos, desilusión... Se venden palabras sucias, golpes al corazón, miradas de odio y de rencor.

Se vende alma. No importa qué sea de ella cuando de mi cuerpo salga. Que la prostituyan o que la tengan en un caldero hirviendo eternamente, abrasada por cada momento que esa alma rompió. Aguantando clavos, suplicios, humillación, dolores de los mismos demonios a los que alguna vez imitó.

Si el alma fuera pura, blanca, el mismo sol... ¡Pero no! Ella tendrá los mismos pagos que una vez cobró; que no hay que olvidar que Dios es puro saldador, que a su morada se entra sin ser de nada deudor.

Se vende alma. Se vende sin corazón, que de ese músculo la sangre se envenenó. El corazón su peso vale según por lo que latió, que si lo hizo por maldades, su peso se devaluó. Así el alma vale lo mismo que aprendió; si la lección no aprobó, su castigo es seguir vagando buscando la redención. 

El alma que se vende está vacía de emoción, está rota por sus actos que hicieron daño al amor. El alma que se vende lo hace al mejor postor. Si es al diablo, que sepa que ya no sacará de ella más dolor.

El alma se vende porque no cumplió su misión, hacer del hombre un camino y no  hacerlo un error.