miércoles, 7 de mayo de 2014

La muerte al fin


Cuando cierre mis ojos, no volverás a oir mi voz. Se hará el silencio y sólo gritaran las enmudecidas lágrimas por las mejillas. 

Se terminarán los conflictos. Ya no existirán más despropósitos, no habrán mas discusiones, se acabarán los problemas que aturdían la convivencia.

No habrá que pensar en lo que un día se convirtió en negro y no se sabe volver gris. Ya no dolerán los malos momentos. Ni se calcularán más números para averigüar, como siempre, que no se llegará del més a su fin. 

Cuando mis ojos paseen por el negro luto y no haya forma de cambiar el pasado, abriré las puertas inciertas sin saber qué me encontraré, con el temor de un juicio único y su justo veredicto.

Ya no me verás asomar por las puertas cada mañana, ni despedirme con un beso en las noches guardianas. Ya no habrán fragancias que invadan las estancias por donde pasaba, perfumando la casa hasta la entrada.

Cuando cierre mis ojos que sea tu cara lo último que vea. Tu sonrisa piadosa que revele mentirosa que no ocurre ninguna cosa. Tu mirada aletargada en los oscuros colores de mis iris moribundos. Tu pelo cayendo -cascada de seda- por tu frente fruncida del dolor que aqueja.

No hallaré más sufrimiento que aquél último suspiro que punze mi corazón y un rayo ilumine, como lo hace el sol, cegando cualquier visión; y el hálito, el del final estertor, dé fin a una vida que su camino terminó.

Ya no te esperaré sentado en el sillón, aguardando compartir momentos y conversación. No disfrutaremos juntos del placer embriagador de una frugal comida mientras ojeamos el reloj.

Creerás verme echado entre los negros telares, mientras mi cuerpo descansa de todos sus avatares; mas la ensoñación será breve y en aquél hueco leve no estará mi cuerpo ya inerte.

Cuando mis ojos se cierren y mi alma escape no quiero llantos junto a mi cadaver. No quiero voces que lamenten mi viaje. Que en el trayecto no quiero cargas que alejarme no me dejen.

Sé libre cuando marche. Vuela cuando me eleve. No te quedes marchitándote cuando mi corazón ya no late. Vive sin equipaje, que no soy ya tu lastre, ahora eres dueña de lo que no tenías antes.

Cuando cierre mis ojos, caminaré por arenas blancas, mirando aguas esmeraldas, sintiendo la brisa que me bese la cara.

Mientras mi cuerpo yerto, frío, seco, se funda con el inerte terreno. Mientras mi nombre se perpetúe sólo en la piedra fría con las fechas de mi Alfa y mi Omega. Tráeme vida si quieres, dándole aroma a mi tumba podrida.

Cuando mis ojos se cierren y ese candado ya no se vuelva a abrir, no sufras ya por mí. Vive, sé feliz. Que en tus recuerdos solo queden aquellos momentos donde solíamos reír 

Vino la muerte al fin y me vino a exigir que aquellos sentidos que sintieron olviden ya de existir, que del paso por este valle quede, por último, la memoria de mí.