miércoles, 9 de abril de 2014

La Anarcocofradía: entre pitos y cirios

Abajo lo enlazo. En Sevilla, capital durante la próxima semana del mundo cofrade, se ha creado una nueva corporación penitencial. ¿Su singularidad...? ¡Que va por libre!

Sí, sí... No pasará por Campana. No hará su recorrido por los palcos de San Francisco o Constitución, no discurrirá por el interior de la Catedral, no pedirá la venia; tampoco hará como otras corporaciones, que procesionan el Viernes de Dolores o el sábado previo al Domingo de Ramos.

¡Para nada! 

La Anarcocofradía, que así se ha querido denominar esta nueva entidad (cuyas advocaciones me permito no nombrar por respeto hacia quien me lea), paseará palmito y anarcocofrades el miércoles 10 de abril desde su sede anarcocanónica de la calle Alfonso XII -calle con olor a nazareno de silencios, a crucificado entre artes, a muerte del Señor frente a Monsalves-. Su entrada triunfal, pese a representar un momento muy diferente a la tradicional Borriquita que sale desde la sevillana plaza del Salvador, será a la altura de plaza de Armas, donde vivirán su momento grande; sonarán campanas de duelo por el fallecimiento laboral de otros anarcohermanos que forman parte de la hermandad del Transporte, que tiene su sede en la citada ubicación (que no es la misma que procesiona en la Semana Santa jerezana). Se espera que las anarcohermanas, junto a otros fieles, procesionen con su tradicional bandera de paso en rojo y negro y vayan prodigándose en salmos del anarcoevangelio.

Grosso modo, esto será lo que, en la  mañana del miércoles previo a las jornadas santas sevillana, los de aquí y los de fuera se encontrarán: una inesperada procesión no reglada ni aprobada por la SEO hispalense, pero con las bendiciones del prelado anarcocofrade de la Orden Aconfesional de la Congregación General de la Transgresión (CGT). Los sevillanos quizás se sorprendan y se queden perplejos y con el alma chica herida en su fuero interno, por cuanto lo que representa para la ciudad su Semana Santa: una de las grandes señas de identidad de este pueblo. Los foráneos lo mismo se creen que se pasaron del peaje y en lugar de a Sevilla piensan que llegaron a Cádiz, y están disfrutando de lo que en la tierra de la ironía y el sarcasmo por excelencia se conoce por una chirigota ilegal.

¡Qué conflicto cultural!

Este país necesitando y aprovechándose del turismo, como gran fuente de ingresos y vida para muchos hogares y negocios, y  liando al personal que nos visita entre capirotes y pitos de carnaval.

Dice esta anarcocofradía, que va en contra de todo aquello que represente la vulneración de derechos y el respeto (en principio por el colectivo fememino); que su procesión va en favor de defender la integridad a cualquier nivel y consideración de la mujer y tiene como santa patrona a María Magdalena (desde hace años, icono de la rebelión contra el machismo de la propia Iglesia católica) y usan, como simbología de sus pareceres, rosarios -a modo de mofa- y algún que otro artículo más placentero que devoto; aunque algunos de estos también crean algún tipo de devoción.

"En contra de la vulneración de derechos y el respeto"

¿Han dicho algo?

Existen mujeres -que seran consideradas ciegas o sometidas, por este colectivo- que no opinan como ellas; que no se ven esclavizadas, que les duelen que insulten y menosprecien su creencia. La misma fe que quizás tengan o tuviesen sus padres (y madres), hijos (e hijas), nietos (y nietas); en algunos casos, personas con las que conviven, ríen, trabajan, comparten un café, les ceden el asiento en autobuses, les abren la puerta para dejarlas pasar...

Que sí... Que también hay mucho hijo de la gran pu...trefacción social, que no tienen la mínima consideración y que, pueden ser, o no, hijos de papá (y de mamá) y chocan contra todo aquello que no se ajuste a sus propias medidas.

Pero da igual... ¡Qué más da lo que sientan, crean y respeten otros! Yo hago lo que me sale de mis santos ovarios, porque para eso yo paro, yo decido. Y esa es la llave mágica que vale para toda reclamación donde, por medio, se encuentren Iglesia, beaterío en general, derechona en particular y afines a los aires tradicionales que, según este tipo de ideología defensora -dicen- de todos los derechos que puedan defenderse, recuerdan y representan al nacional-catolicismo que, hace ya 80 años, se implantó en España fruto de un fratricidio deleznable y que, hoy por hoy, gusta recordar por parte de los que se sienten en la obligación de echarlo en cara porque, al parecer, eso es signo de progreso.

Por lo visto, el respeto es unidireccional, uniideológico y para  cualquier condición confesional, salvo la católica en particular (los malos siempre son los curas, los capillitas, las monjas malvadas y todo aquello que esté relacionado con la fe católica). 

Se puede sacar una procesión con una burda imitación de una hermandad penitencial que puede llegar a tener hasta 200, 300 o 400 años de historia, por ejemplo; burlándose de su sentido más profundo, ultrajando al que es afín a esa forma de creer en Dios; despreciando, en pos de hacer populismo barato entre todo aquél que piense igual que ellos, pero quien no comparta mis ideas, mi forma de ver las cosas, mi pensamiento, mi credo... Ese no tiene derecho a exponer, porque representa aquello que es contrario a la auténtica libertad, al verdadero espíritu que debe emanar del ser humano, desligado de dioses, alegorías, y doctrinas impuestas por otra forma de ver la vida. ¿Errónea forma de vivir? Bueno... ¿Quién tiene el uso de la razón?

Comparto que hay que luchar en esta sociedad para que no pisen tu razón si la tienes, para que no te humillen por ser de uno u otro sexo, de una u otra clase social, por creer o no en Dios, en Buda, en Alá, en la energía cósmica, en el karma, en la cienciología o, como dije, no creer absolutamente en nada. Pero jamás, nunca jamás, compartiré que el "todo vale" vale. Eso no. No todo vale. Justifico que si arremeten contra aquello por lo que trabajo y legitímo -insisto, sea o no, compartido- tengo derecho a defenderme, a proponer ideas para que se consideren y no se releguen. Pero nunca justificaré el ataque gratuito, ofensivo, despreciativo, hacia quien no hace chanza de la idea ajena. El creyente de a pie, aquél que acude a misa -o no-, el cofrade, el que se acerca por la mañana a darle los buenos días a su Cristo y a su Virgen, el que tiene fe ciega en ellos -idólatras le dicen unos, necesitados se sienten ellos-, ese... Ese es el auténtico vilipendiado. Y ese tiene tanto derecho, y puede estar pasando tantas penurias, como el que irá haciendo tipo* el próximo miércoles 11 por las calles de Sevilla.

Ya es hora de mirar con los ojos de la cara, y no con los del rencor. 

Esos ojos, los del rencor, se ocultan bajo un antifaz que les impide ver con claridad. Un antifaz negro nada penitencial, sino gozoso por poder ir dañando con su befa aquello que representa lo más íntimo del ser humano: lo que eleva el alma y logra que, por momentos, las penas en un lunes santo sevillano se conviertan en la alegría de un domingo de resurrección.

¿Podrá lograr esa satisfacción, más allá de lo terrenal, la  nombrada Anarcocofradía?

*N del A.:  Tipo, en la terminología carnavalesca gaditana representa al modo de andar, haciendo gestos exagerados y burlescos de aquello de lo que se va disfrazado.



Política cofrade

Suena a incoherente. Política y hermandades. Asociaciones religiosas de fieles católicos cuyo fin es dar mayor gloria a Dios y Su Santísima Madre bajo la advocación pretendida, con la consideración del prelado. 

Básicamente, eso es una hermandad. Una entidad que promueve la santificación a través de la conmemoración de los momentos pasionales de Nuestro Señor -en el caso de las penitenciales-, o a través de las advocaciones letíficas. 

Sin embargo, cuando te involucras en sus interioridades, no hablo ya de juntas de gobierno, grupos jóvenes o cualquier otro de colaboradores... ¡Qué va! Hablo de estar inmerso bajo las aguas cofrades; te das cuenta que no todas sus corrientes son, necesariamente, tranquilas o cálidas. Hay corrientes inesperadas que pueden dejarte, además de helado, desorientado debido al golpe de su efecto. Sí... Esa es una realidad que, en algunos casos, los inexperimentados o los osados padecen. Sucumbiendo, no pocas veces, a la desconcertante turbulencia.

El ente cofradiero es, a priori, un básico sistema de directrices, aunque complejo a la hora de ejecutarlas. La sencillez de su función se complica cuando, dentro de las mismas hermandades, algo no encaja. Cuando empiezan a chocar ideas, cuando se enfrentan intereses que promueven más el orgullo del amor propio que el de la fraternidad, cuando se habla de hermandad ensuciando su significado.

Porque esa es otra. Cuando hablamos de cofrades, indefectiblemente se piensa -con lógica- en éstas. Pero si se recapacita, las hermandades propiamente dichas, quedan en un segundo plano -gracias a Dios- y, sin embargo, son las grandes perjudicadas. Porque no somos tal o Pascual, somos de esta o aquella cofradía. ¡Eso es lo que queda!

Pero sin desviarme demasiado, retomo el párrafo anterior al último. ¡Qué fácil es olvidarnos qué hacemos en este mundo cofrade! Qué fácil es caer en la necedad al creernos superiores a alguien -y eso pasa- sólo por ostentar un cargo, por representar un medio con su inefable poder mediático, por ser amigo de uno u otro que tiene cierta representación social...

 ¡Es que esto es así!

Cuando te saltas las normas ejemplares, aquellas que son la base del ser cofrade. Las mismas que rigen la propia Iglesia, en esas que se basan los estatutos corporativos; te saltas tu razón de ser dentro de este movimiento. Y eso ocurre cuando lo convertimos en política. Cuando se habla de derrocar al hermano mayor, cuando se oculta la intención de querer mejorar tu hermandad presentandote con otro grupo de hermanos, con otras ideas, con otro cariz y creyendo que se puede mejorar, y se crean grupos de asalto cuyo fin es desacreditar a la junta que ostenta, por designación de la globalidad que presentó su voto, la obligación de dirigir la hermandad. Cuando se mina la moral de propios y ajenos a base de dinamitar proyectos, ideas, intenciones, creyendo que ello implica luchar por tu hermandad.

 ¿¡Luchar por tu hermandad!? ¿Cabe esa palabra en nuestro vocabulario al referirnos a una asociación que aboga por la Palabra del Evangelio? 

Reuniones en secreto, rencores que antes no existían y el desencuentro formaliza, miradas que son puñales, palabras que son dardos envenenados que pudren y matan la propia génesis de la hermandad. Rivalidades, zancadillas, desaires, desunión, voces que no se debieran oir entre quienes comulgan con el mismo sentimiento... 

Quizás sea eso... El sentimiento.

Quizás sea eso lo que realmente distinga al cofrade del que no lo es. Sentir algo no es luchar por ello. Es vivirlo, transmitirlo, nutrirse, empaparse y empapar. Qué gran diferencia a la hora de entender las cosas... Qué dos formas de verlas... La del ojo por ojo y la de amor fraterno

¡Que sí! Que no hay nadie perfecto y que todos podemos tropezar alguna vez. Ya lo dijo el nazareno: "Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra". 

La política cofrade es un arma peligrosa, confusa y errónea que hace tambalear el origen mismo de nuestra forma de vivir como partícipes de este mundo tan de sensaciones, tan de impresiones y sentimientos como es el de las hermandades, seamos o no integrantes de plena participación directa en ellas o, simplemente, nos hayamos acomodado a otras versiones del que gusta de esta tradición. 

La auténtica realidad cofrade nos la ofrece, precisamente, el último que haya entrado a formar parte de esta particular forma de vivir. Su sinceridad, su conocimiento ajustado, su ilusión, su candor, su pasión por disfrutar desde dentro aquello que desde fuera es, para la nueva savia, más espectáculo que otra cosa; su frescura... Lo demás, es meterse en el camino incorrecto que no hace más que dar la razón a aquellos que se despachan despotricando sobre el colectivo en general, cuando no todos los que se sienten cofrades -que es distinto a llamarse como tales-, hacen política de su devoción y no juegan a ser demagogos con aquello que dicen sentir. 

(Fotografía de lacasadelcofrade.blogspot.com. Nazareno de la hdad de San Gonzalo, Sevilla)

N.A. La imagen representa la savia nueva que vive con ilusión su papel cofrade, sin demagogias.