sábado, 26 de diciembre de 2015

Confesiones del hijo pródigo


He comprobado que en esta vida es fácil ser abandonado, apartado, rehuido; me han demostrado la transitividad de las personas -ser, estar, parecer- cuando se habla de amistad.

He sufrido la tristeza de quien se encuentra con el alma en soledad; he suspirado por volver a respirar aires que han desaparecido como en la orilla las olas de sal.

He aprendido a mirar atrás solo para no olvidar; he sabido que ya no soy hijo pródigo, que estoy donde debo estar; he liberado mi corazón de las cadenas de la falsedad.

He pecado contra el quinto mandamiento: he matado al mensajero de la tolerancia; he caído al infierno de la honestidad.

He querido mantener en mi memoria solo aquello que alegra las sombras de lo que fue y sé que no volverá: mi fe y el recuerdo de aquel mar.