domingo, 30 de agosto de 2015

Errante (a Sevilla)


Pisaba la tierra de don Juan, que a doña Inés ruborizaba. Tentaba los adoquines que poesías de Bécquer declamaban.

Rozaba mi rostro el olor de jazmines en sus plazas. Acariciaba la tersura del silencio en sus calles estrechadas.

Palpaba con mis sentidos aquella ciudad eternizada. Recorría, con sus melodías dominicales, épocas pasadas.


Manoseaba aquel cuerpo con la mirada: sus esquinas, sus murallas, su torre que dicen 'del Oro', su Giralda...

Caminaba por sus venas, de sangre mora y romana. Paseaba por su piel que olía a alhucema y albahaca.

Subía cada cuesta que sus callejones alzaban. Trepaban mis ojos sus paredes que el sol nunca tocaba.

Transitaba al son de la banda sonora de sus campanas que repicaban lejanas. Vagaba buscando sus espadañas.

Tocaban mis emociones los barrios por los que su gente suspiraban, y suspiré yo al sentir cómo los amaban.

Viajó mi ser por Sevilla un domingo de mañana, y jamás andar había sido estrofas ensoñadas.


sábado, 29 de agosto de 2015

Sentimientos y sentidos


Si no te puedes resistir a un beso, entrégate.
Si las lágrimas te doblegan, compréndelas.
Si una mirada te habla, contéstale.
Si un corazón frio te cogela la sangre, que  no deje el tuyo de palpitar.
Si al sorbo el cariño te amarga, échale miel.
Si el filo de las lenguas te hieren el alma, cósela.
Si al tacto un roce te quema, cubre tu piel.
Si el soplo de un susurro se convierte en huracán, siéntete arrastrar.
Si tus sentidos no sienten, no sufras porque creas no querer.

jueves, 27 de agosto de 2015

Memorias de aquella Isla: De los silencios

Quise en un capítulo anterior hablar de aquella banda sonora de nuestra Isla porque, como toda ciudad que se precie, debe poseer un himno -o himnos- que represente su singularidad.

Así, subtitulé aquellas Memorias de aquella Isla como "Nuestra banda sonora. ® (http://latardetranquila.blogspot.com/2015/05/memorias-de-aquella-isla-nuestra-banda.html) Sin embargo, notaba que faltaba algo. Un hecho que, de algún modo, perdura hasta nuestros días porque San Fernando es, aún, eco de muchas reminiscencias. 

Conste lo dicho: eco. Y como onda que es, se va perdiendo en el éter, se pierde en nuestras aguas por la bahía, por entre levantes y ponientes... Será por metáforas. 

Eso que yo echaba en falta era, qué cosas, aquello que no sabemos valorar (o no hemos sabido hacerlo en justicia) y no falta en muchos rincones: el silencio.



Sí. Silencio.

La Isla, localidad de marineras maneras (expresión exportada que tanto gusta decir hoy), de pregones más allá del teatro y otros salones de actos, acostumbrada a escuchar quejíos aflamencados tanto como marchas militares... Hoy, creo, tiene más claro que nunca que necesita un reencuentro consigo misma. 

Si se mirara a un espejo se enzarzaría en un soliloquio.

   - ¿Pero... ¿ t'as mirao? Que ya no eres ni sombra.

Pero sigo insistiendo en que hay que hacerle hueco a su silencio.

¡Que paradoja! Un hueco para lo que no tiene masa. Aunque, a veces, pese.

¡Pues, sí señor!  El silencio de mi pueblo es de rincones. No se puede decir que San Fernando respire aires de gran urbe, que solo descansa de cierto ajetreo ocasionalmente. Mi pueblo se embebe en una quietud, en general, que roza la categoría de responso. Pero he dicho que, en particular, es de rincones.



Callejuelas, callejones, barrios con sabor añejo, barriadas con el encanto de sus vecinos de siempre... Se confirman como pentagramas de esas notas de nuestra melodía de la paz. Hay a quienes le rechinan tanto vacío, que lo asocian a ese estado semivegetativo en el que se encuentra esta localidad, pero hay que saber degustarlo en su justa medida.

Estas Memorias de aquella Isla se sale un poco -solo un poco- de lo habitual y reivindica lo que aún hoy mantiene la ciudad; lo que aún nos queda de ella que, poco a poco, como el Castillo de Sancti Petri o el de San Romualdo, se va cubriendo de una extraña argamasa que ha terminado por ocultar su auténtico ser.  La imperturbable calma de las tardes de verano cuando, entonces, se oía al heladero por las calles desiertas. Las noches donde el canto del grillo o el ulular del viento, era la única compañía de los noctámbulos trabajadores. Los amaneceres de melifluos sonidos...



Existe, créanlo, un silencio determinado según la zona. Una quietud que quedó implantada por esas cosas que tiene La Isla: de atraparse en sí misma.

Está el silencio del barrio de la Iglesia Mayor, con calles que son cuentas de un rosario.  Solera de San Pedro Apóstol, donde el sosiego se hace ley, engarzado en filigrana desde Nicola hasta
Dolores. Las que rezan sus mañanas de cantos de gallos que desperezan en sus azoteas. De casas reencaladas, que guardan la esencia de los moradores que se resguardaron al abrigo del templo grande.



Venas los callejones, a diestra y siniestra de la catedral isleña, que conservan la memoria en sus puertas tapiadas.

Si el silencio es introspección, el aroma hace brotar la esencia. Adobo desde El Dean, rúbrica de un barrio que anuncia su isleñismo de aquellas casas bellas en su simpleza.




También está e l que resuena a flamenco en los poros de cada piedra, silencio del barrio de las Callejuelas -Callijuelas, en el vernáculo decir-. Esquinas de nombres marineros: Alsedo, Lauria, Solis, Carmen... Que  rezuman la misma paz del convento donde guardan el tesoro -más de trescientos años custodiándolo- que llaman Estrella de los mares, que desde que aquella casa dejase de ser refugio de malechores, para serlo de los carmelitas, se arremolinan perfumes a nardos y sal.



¿Y del silencio de la Casería? Donde fluctúan olores a huerta y a mar. Es el barrio donde retirarse para hallar el reposo del alma. 



La serenidad de la bahía le otorga el don de la evasión. Sus caminos, entre chumberas y vinagrillos, con el canto de la pajarería que los sobrevuela, parecen mostrar una estampa detenida desde hace tiempo. Donde el romper de las barcas con sus aguas enmudece, más que aturde, su tranquilidad.
Laberinto de callejones que te llevan del alquitrán al camino vasto y basto de huertos, vaquerizas y granjas, logrando que te pierdas entre sus vergeles. Esa Casería tan desconocida.




El silencio de los esteros. Desde las mismas puertas de tierra de La Carraca, atravesando el Puentehierro, pasando por las salinas de san Vicente y La Magdalena; por entre los molinos de mareas del Zaporito, recorriendo San Marcos entero hasta Gallineras: Es el otro San Fernando. El de los candrays y salineros. El de las güertafueras y enredos de caños desde donde se distingue ese cartel, que es la silueta de mi pueblo.






No hay nada que entorpezca la atronadora placidez. Sinfonía de placeres para cada uno nuestros sentidos. Desde el chapoteo en las piscinas que dejaron las salinas, el crepitar de las piedras a nuestro paso, hasta la caricia del viento entre la vegetación. Abandonarse es la mejor opción.

Silencios a barrios de solera desde el Cristo Viejo, La Pastora, San Francisco o el de las Siete Revueltas. Separados, y tan semejantes. Perserverancia por no perder sus sellos. Como si el tiempo se hubiese pausado en ellos. Reclamo para el recuerdo el del afilador, que aguzaba la monotona tranquilidad de sus sobremesas. Clama la calma desde Lanza a Pece Casas deteniéndose por Croquer. Entre las cales de estos barrios el viento ni sopla, solo susurra.





Será por silencios. Silencios de las noches por Calle Ancha, Real, Las Cortes, Capuchinas o los aledaños de la Plaza. Silencios de las mañanas de barriadas que quedan huérfanas de niños. Silencios del Cerro a Camposoto. Silencios de la Alameda que te envuelven en visiones de siglos pasados. Silencio hasta el de los cementerios (sí, los). Silencio el de aquellos terraplenes que se empezaban a perder en pos del crecimiento urbanístico.





El silencio es aquí lo relativo. Lo relatado que, a pesar de hacer distinguir sonidos, pretendía que fuese ejemplo de esa reverberancia de placidez que sufre o disfruta este pueblo mío.



¿Les ha parecido un relato muy actual? ¿No ven nada de Memoria en él? Pues así recuerdo la apacibilidad isleña de mi niñez, casi calcada a la de algunos momentos de mi adultez. Como ya he comentado, San Fernando es, de vez en cuando, eco de lo que fue.



(Imágenes en SanFernandoblogspot.com, Miguel Ángel Moreno y otros autores)

lunes, 24 de agosto de 2015

¡Despierta!

A veces ves un océano en lo que te rodea. Crees que estas solo, te sientes perdido, te notas quemado por un sol inexistente que te abrasa el alma. Tu garganta se seca porque le falta el agua que te da la vida, el hastío te hace pensar que no hay salida, y flotas dando vueltas sin saber -sin importarte- dónde acabarás.

Te dejas arrastrar por el oleaje de la incertidumbre, permites que tu espíritu se sumerja hacia una negra profundidad. A veces, sientes que te ahogas; te falta el aire, la ansiedad agudiza la asfixia, el corazón redobla más que palpita, como el líquido que sale a presión es la sangre por tus venas. Es la vida que notas como se te va.

Sin fuerzas, sin aliento, sin ganas, sin interés, sin sentido, eres presa de ese universo de la desesperanza que te absorbe hasta su fondo, sin piedad. Esqueletos de los recuerdos; oxidados tesoros que algunos tiraron al mar. Fantasmas que te atrapan para que les acompañes en su viaje en una incierta eternidad.

Abre los ojos, pisa el suelo que no se hundirá. Mira aquel proceloso mar de las angustias, y ponte a nadar. Olvida qué hay debajo de ti, patalea como si en tus piernas un motor tuvieras. No eches la vista atrás. No hagas caso a los cantos de sirenas, que son las voces de la tristeza. ¡Despierta! Que la vida sigue, aunque las lágrimas no te la permitan vislumbrar.

(Imagen Ángel Cuéllar)

domingo, 23 de agosto de 2015

La carta

Guardo aquella carta, escrita en letras de color azul, con la ilusión de una niña y el olor que, con ese amor que solo ofrece la juventud, las perfumabas.

Echo de menos la emoción de abrir el buzón, de rasgar el sobre, de desplegar el papel que, bendita inocencia, con un corazón en cada esquina sellabas.

Recuerdo la ilusión de responder. Los folios tachados, desechados en un rincón de la mesa, en el intento de encontrar la frase que te desarmara.

Rememoro con nostalgia buscar el momento para descargar mis ansias mientras, por el tapiz, la tinta -grito mudo- en cada trazo te llamaba.

Ahora, los frios caracteres en negro, intentan imitar los sentimientos en el inerte muro de cristal de una pantalla. Somos aún los dos, pero algo falta.

La poesía en una misiva, la pasión en cada línea, sentir que tocaba donde antes tus manos habían estado apoyadas. Vibrar con un borrón, y adivinar qué pensabas.

En un cajón de mi escritorio, dentro de un libro a medio leer, sin querer perderla de vista, sabiendo que puedo tocarla, guardo con celo tu última carta.

viernes, 14 de agosto de 2015

Heridas


No supones cuánto me duele el alma cuando te miro y me ignoras,
cuánto se me desgarra cuando te toco y te retiras,
cómo se desgaja cuando al llamarte no me responde tu sonrisa.
Imagina cómo se hace de un hueso astillas, pues así lastimas.
Piensa en un cuchillo cuando se afila, en un cristal, en una guillotina...
Así mi alma mortificas.
Lo etéreo de su ser se humaniza.
Lo oculto se exterioriza.
El alma llora, palpita, grita.
Cuando los ojos suplican y las lágrimas replican,
cuando el corazón se encoge porque la sangre no le da vida,
cose tus trozos, alma mía, que no habrá cariño que te deje sin heridas

Loco

Llamarme loco porque quiero reflejarme en tu mirada.
Beber de tus palabras.
Electrificarme cuando mis dedos con los tuyos se enlazan.

Llamarme loco porque busco navegar por tus lágrimas.
Surcar tu sonrisa.
Respirar de los suspiros que exhalas cuando dices que me amas.

Llamarme loco porque necesito el alimento de tus caricias.
Bañarme en tu piel salina.
Robarte cada segundo por el que el reloj de mi corazón palpita.

¿Me llamas loco por querer de ti hasta la peor de tus iras?
¿Cada bocanada de tu vida?
Loco estaría si no quisiera compartir contigo esta locura mía.

viernes, 7 de agosto de 2015

Tiempo relativo



El tiempo es pasado o destino.
Muro o camino.
Soledad o abrigo.
Cordura o sinsentido.
Caliente o frio.
Dolor o suspiro.
Ahogo o respiro.
Silencio o grito.
Vinagre o vino.
Pétalo o espino.
Amigo o enemigo.
Tregua o desafío.
Pasión o hastío.
Querer o haber querido.
Eterno o efímero.
Párrafo o libro.
            El tiempo es aquello o ahora mismo.
 Nunca se detiene. 
Recuerdo o lo no vivido.

martes, 4 de agosto de 2015

Poesía natural

No te pierdas en frondosas veredas de versos que confunden, y hablan y mascullan, y cuchichean y gritan, y claman y reclaman el afecto de un corazón cuando palpita.

No te confundas entre un bosque de palabras ensartadas. Rimas que se engarzan, se enmarañan, se anudan, te ahogan. Soga que declama.

No te dejes embaucar por las hojas muertas, esas que pisas y hacen del camino un poema. Vivas son aquellas que, verdes, entre el ramaje el viento recita.

No te detengas si en el páramo no encuentras el río que refresque del tedio de las letras que pesan, que no hay camino sin algún destino, ni poeta sin otro poema.

No te empeñes en hacer de las estrofas un jardín de las delícias, ni un secarral que la sangre enfría, que para la emoción aflorar solo regarse con pasión necesita.

lunes, 3 de agosto de 2015

Carta de un padre aturdido

Nunca podré dejar de sentir emoción cuando me dicen papá, ni cuando me dicen te quiero, ni cuando me dan un beso, ni cuando me miran y veo en sus ojos algún deseo.

Jamás se me desanudará la garganta cuando me reflejo en sus lágrimas, ni cuando en su llanto me llaman, ni cuando sus voces se apagan y no he atendido a sus palabras.

Imposible que no estalle mi alma cuando no cumplo con ellos, ni cuando sus ruegos no comprendo, ni cuando me enfado y en su expresiones adivino el miedo.

Caótica mi mente cuando la noche me aplaca, cuando el ruido de sus juegos en una caja se guardan, cuando ya no hay gritos sino calma y me acerco a sus camas.

Arrepentimiento en el sosiego y lloro cuando los observo, y les pido perdón por lo mal que lo he hecho, y los beso con la ternura que solo da el corazón sincero.

Padre es una pesada gala, que a veces dobla mi espalda. Egoísmo de querer mi tiempo. Envidia de no tenerlo. De malos gestos mi cara tiembla. De expresiones funestas.

Si alguna vez leéis esto, que no os tiemble el pulso al hacerlo. Que este es mi testamento de arrepentimiento, de llamarme padre y no haber sabido serlo.

Pero quiero que sepáis, que cada <<papá>> que dijísteis, cada <<te quiero>>, cada beso, cada sonrisa empapada de vuestra infantil alegría, fue para darme alas.


PatrimoniArte

Parece que hablar de cultura, de manera ineludible, suena a pestiño made in La Mallorquina. Eso sucede cuando se considera de forma superficial, cuando se trata como si el saber ocupase más lugar que el que mereciera.

Tuve la dicha de participar en un evento el pasado día 31 de julio: Islacultura le denominaron.

Allá donde se pierde la noción del tiempo -y casi te pasas de largo a no ser que, a quien le corresponda, le dé por poner algún cartelito más que señale el camino-, junto a la playa del Castillo (para el de la tierra, Camposoto), pude disfrutar como un niño degustando cultura con sal. Sal, como la que nos arropaba en aquel paraje natural tan desconocido para el mismo isleño; sal, como la que se adivinaba en el aire y que el viento, fresco como él solo, nos arrimaba a la mismísima pituitaria. Sal, como la de los artistas que, hasta que no tuve más remedio que marcharme, destilaban en cada momento anunciado. Hasta yo mismo tuve el honor de poner un granito, aunque con más nervios que un bisté de a real (que diría mi padre).



Eran gente de La Isla. Gente de mi pueblo, o relacionado íntimamente con él. Gente que tenía el común denominador de exportar aquellas artes en las que se manejan, en sus distintas categorías, mostrándolas a un público con ganas de pasar un buen rato.Y a fe cierta que así fue.

Reconozco que entre tanto escritor, músico, escultor, artista gráfico..., yo desentonaba como una ficha de parchís en un ajedrez, pero allí me planté. Sin saber qué iba a hacer. Por un momento, incluso, estuve a punto de irme. ¿Qué hacía un mindundi de las letras en un acto así? De tal guisa me presenté, y así me considero en un mundo tan complejo como ese?

¡Juan Antonio Carrasco! -espetó Antonio Díaz, preguntándose quién narices era ese que, tras Daniel Fopiani, aún no se había acercado al atril.

Me aproximé con una expresión en el rostro de sí, soy yo. Llevaba dos folios doblados. Uno, con una poesía que, finalmente, no declamé -con seguridad, más que declamado, el poema me hubiera reclamado daños y perjuicios-. Otro, con un proyecto ilusionado que, al final, fue lo que leí.

Bueno... A fin de cuentas era para dar a conocer el patrimonio humano que San Fernando posee en el ámbito cultural.

Entre lecturas, cante, acordes, retratos, cine, esculturas, se distinguía un movimiento nervioso de los organizadores. Gente de La Isla (no me importa repetirlo, aunque sea una incorrección literaria), que tuvieron un anhelo y lograron hacerlo realidad



Visto lo visto y disfrutado lo disfrutado, como bien he oído, ya hay quien habla de un Islacultura 2016. No sé si los tertulianos de Rayuela, los responsables, considerarán repetir la experiencia -deseo que sí-, pero está claro que en esta tierra, donde han nacido afamados personajes de las diversas artes, hay que patrimoniarse.

Hemos tardado años en concienciarnos que tenemos un gran patrimonio desaprovechado, cuando no se ha perdido por mor de hacer crecer una ciudad sin mirar qué se derrumbaba, qué se ocultaba bajo nuevos cimientos.

Es una nueva percepción, nacida de la inquietud de cañaillas que aman su ciudad. Desde la creación de un Café-Lectura en plena callerreal, para más inri frente al mismísimo palacio consistorial -una grandísima obra de la arquitectura de la bahía gaditana-, hasta la consolidación de un grupo de amantes de nuestra herencia a lo largo de siglos, formado por especialistas en el mismo o relacionados con él de algún modo, como es Patrimonio La Isla, pasando por el hecho de contar con una Academia de las Ciencias y las Letras propia -la de San Romualdo-, un Observatorio, una impresionante biblioteca desconocida (otro expediente X) como la del General Lobo, y no sé cuanta cultura más derrochada por nuestra limitada geografía de esteros y mares.

Y no. No me importa seguir errando al repetir palabras como, por ejemplo, CULTURA.



Parafraseando, como bien dijo María del Carmen Orcero -una de las organizadoras y miembro de Rayuela-, hay que hacer notar que cuando se pisa La Isla, esta está alfombrada de cultura. 



PatrimoniArte es la mejor forma de colaborar.

¿Qué es patrimoniarse? Participar, hacer participar y ayudar con la simple presencia -el mejor activo del ciudadano es hacerse notar- a reclamar a instituciones públicas o privadas que este pueblo está, de nuevo, por descubrir. Aunque por embajadores de renombre no será.

(Imágenes de Leonor Montañés, Andalucía Información y El Castillo de San Fernando)



sábado, 1 de agosto de 2015

Breve poema del amor perfecto

Ese amor perfecto.
Ese que conjuga verso y beso.
Ese que palpita y crepita.
Ese que eleva al cielo,
          que juega a ser perverso.
Ese que es quererse en lo imperfecto.