sábado, 24 de mayo de 2014

La cajita plateá (a Cádiz)

¿Cómo es posible que entre ese hilo que separa mares de cielos quepa algo? 

O bien se ha desprendido un pedazo de azul etéreo o ha emergido una perla del fondo esmeralda donde bailan las olas.

Otra cosa no puede ser. En la distancia se observa la conjugación que la divina naturaleza nos regala: 
    
   "¿un cielo marinero o una mar celestial? ¡Qué difícil de explicar!"

Y en esta incertidumbre bendita surge una cajita de un blanco radiante con mil tesoros que guardaron quienes la tuvieron entre sus manos antes.

Abierta de par en par no se puede cerrar, no se quiere ocultar, no busca sus joyas reservar, sólo desea que otros ojos se puedan enamorar.

Cádiz, arcón que empuja Eolo en agüitas que Neptuno hace acunar, mientras que Momo le canta coplas al compás.

Que es mi joyero chiquito, repujado en las alpacas del mar, donde quiero mi corazón guardar y postrar su latido entre sus paredes plateás.

Donde el cielo empieza, donde comienza el mar, queda un hueco nada más que para Cádiz, estuche de una corona de sal.