lunes, 27 de julio de 2015

La promesa

Te voy hacer una promesa que es como la ola en el mar. 

No voy a proclamar pactos de fuegos fatuos, que desaparecen sin saber dónde van.

No quemaré mi nombre junto al tuyo en un papel, representando en el amor unirse sin final.
                Mas si las cenizas se las lleva el viento,
              ¿quién me dice por dónde las esparcirá?

No los escribiré en el árbol en su madera, que se moja y se pudre, que se seca y se acaba por astillar.
                  
No los grabaré en oro ni plata que el destino, más que cruel , puede ser antojadizo y es muy efímero el metal.
                     ¿Es más importante el brillo de los quilates o el peso de la necesidad?
                      Poderoso caballero, cáncer de la humanidad.

No los haré zurcir en seda alguna. Que la tela se puede deshilachar, y no hay remiendo que la dejase igual. 

No dejaré que los cincelen en mármol, evocando a la eternidad, que el recuerdo en piedra es fría sensibilidad.

Así, te voy a hacer una promesa que es como la ola en el mar, que muere en la orilla y renace allá, donde la inmensidad.

No dejaré de ser espuma de sal. No dejaré de ser quien robe el corazón que en la arena dibujas. Ladrón que se deja robar.

                                Si me llevo de la arena el palpitar, tú te llevas el latido de mi profundidad.
En el rumor del mar, en su quietud o en la tempestad, en su susurro sin final, es donde nuestros nombres -prometo- no morirán.