viernes, 14 de marzo de 2014

Esperando un cambio

Es fácil en estos tiempos de controversias, donde la política es considerada un mal en lugar de una solución -y motivos hay para creer lo primero-, que los mesías surjan, que salgan Robín de los bosques apremiados por la oportunidad de ganar puntos, a pesar de no ofrecer más soluciones que palabrería bonita y barata (ya ni buena). Es lógico que salgan de debajo de las piedras quien, a base de darle cates al que ahora gobierna, dan lecciones de cómo habrían de hacerse las cosas. 

Es tiempo de hacerse con el personal cabreado a base de capotazos recordándoles que tienen banderillas clavadas de todos los colores. Es inevitable que desde partidos sin ideas adaptadas, recurriendo al descrédito gratuito, afanándose en salir en la fotografía de lado del necesitado, del vilipendiado, del utilizado (o sea, nosotros), busquen réditos que aumenten y beneficien aquellos pocos que solo les quedan de sus correligionarios más afines (véase a Cayo Lara o al mismísimo Rubalcaba, ambos con sus séquitos de loros repetidores, cuyos excrementos solo enturbian más aún el lodazal en el que ya nos encontramos).

Mientras un gobierno presenta un país en recuperación -o eso dicen- que, parece ser, sí ha cumplido con las expectativas impuestas, pero a costa de explotar la paciencia, las economías familiares y tenernos poco menos que acudiendo a comedores sociales y entidades solidarias para abastecer nuestras necesidades más urgentes. Un gobierno que le baila el agua a Alemania a base de sacrificios de su pueblo. ¿Necesarios? Puede ser... 

Ahora sale de la nada, desde la sencillez de una plataforma no independentista catalana, con la clara intención de vocear que en Cataluña (sí, con ñ) no todos ven la estelada estrellada, que ven un abuso los incontables efectos de la mafia catalana sobre escuelas y negocios. Y se proclaman españoles, amén de catalanes. Entre ellos su lider, director, compositor y hasta chef  es un tal Albert Rivera. Un chico apañado, con risa diáfana y maliciosa por igual que con un guión elemental defendido por ser el común pensamiento patrio español, habla con lógica, con tacto pero sin arrugarse, sin miedo a decir lo que la coherencia impone.

De la plataforma sale un partido que, incluso, aspira a Europa. De ese partido, gente que está aburrida del ostracismo político bipartidista, de ser parte de los aborregados del "sí porque no hay más", salen ilusiones de ilusos que buscan hacer realidad las ensoñaciones de un joven Quijote. El partido del movimiento ciudadano, el partido de todos los hartos, de todos los descreídos, de todos los abusados, de todos los esperanzados, de todos los que sueñan, en fin, con salir no ya de la crisis, sino de la pesadilla de las mentiras, corruptelas y aprovechados del bien público.

Yo me pregunto. ¿Este salvador, este nuevo Cid, este nuevo orador de las verdades, será capaz de no caer en las mismas redes que sus, hoy ya, adversarios en política? ¿Nos guía en un barco con puerto en la esperanza, o nos dejará naufragar al oir cantos de sirena?

Me pregunto si sus más fervientes seguidores no son sino meros adoradores de su icono mediático. ¿Seguirían en el movimiento si Rivera parara en seco este vaivén de sentido común, razones y sentir social? 

Soy un desesperado, un descreído, un desconcertado y un desilusionado de las políticas a dos bandas. Soy un renegado de estas y un fervoroso creyente en cambiar un sistema vil y antojadizo, que nuestras leyes permite, para que tal o cual accedan al poder, con la gravedad de obviar lo que el resultado democrático de los votantes ha decidido. 

Insisto... ¿Eres, Albert Rivera, consecuente y consciente del cambio que has iniciado? 

A sus fieles... ¿Sois realmente conscientes que el promotor visible de todo este entramado de acción social,  es tan humano como el resto? ¿Si cae Rivera, cae el grupo? En ese caso, ¿qué estáis haciendo ahora y en virtud de qué?

A los que no nos ilusionamos con las personas (que son volubles) sino con sus ideas, vemos en este movimiento un halo de esperanza. Que nadie se lleve por delante las esperanzas por un cambio. Que nadie olvide que el poder todo lo corrompe.