jueves, 4 de diciembre de 2014

Caridad se llama Ella (a la Hdad de la Caridad isleña)

Te miraba a lo lejos, de pequeño, bajando por Colón, entre humos de inciensos que semejaban una artesanal cortinilla, de  aquellas que cubrían las puertas de las  casas de tu barrio y sólo dejaban adivinar; con tu blanco jardín de clavel y la luz fría desde los guardabrisas de tu paso de plateado. La estampa del desconsuelo de una Madre que clamaba al cielo. ¿Quién decía que rogando? Dolorosa, rabiando, con el corazón encogido y de lágrimas rebosando.

Caridad fue Ella suplicando, desde el Cedrón hasta el calvario, para un hombre sentenciado a sufrir el tormento de los malvados. 

La pena se consumó. Entre los paños, el Hijo. Perfecto andrajo. Deshilachado a latigazos, agujereado entre espinos y clavos, roto por el odio de quienes lo alabaron entre palmas y ramos. 

Desde la brevedad de entendimiento que la edad me brindaba, me decía al verlo pasar: ”¡Ahí viene el Cristo de la Caridad!”. Y no dudaba en quedar contento con aquello que pensaba, que Caridad le decían a Ella y al Señor así se rezaba, siendo el vástago de María, vecina de Esperanza, esa que también vivía en la corrala franciscana.

Pasaron los años, y aquél tapiz blanco de la tarde del Martes Santo se transformó en alfombra encarnada, de la que brotaba una rosa de sangre bendita regada. Y con ellos pasaron los míos, que no faltaron a la cita de ver aquél sudario colgado de las maderas sagradas.  

María seguía con su vista alzada en una angustia eternizada; Su Hijo, aguardando su mortaja. Mientras, lo mecen entre los arrullos de sus Callejuelas, las de las Siete Revueltas, donde le lanzan saetas; de esas que cruzan el alma, las que la sangre hiela mientras nuestros ojos miran el paso de la suma tristeza.

Caridad se llama Ella, y al Señor así se le reza.

Pero fue el amor, el de una Madre con un puñal que el pecho le punzó, quien tras gritar de desesperación, sentada en el suelo aguantando la vida que de su vientre salió, la que con sus labios entreabiertos musitó: Salvación

Salvación para quienes cada día te entregamos. Salvación para quienes csda día te renegamos. Salvación para quienes cada día te defraudamos. Salvación para quienes cada día te enjuiciamos. Salvación para quienes cada día te culpamos.  Salvación para quienes cada día te matamos.

¡Salvación, Señor, Salvación!

Caridad se llama Ella. Salvación el fruto que parió.