sábado, 4 de abril de 2015

El silencio de los músicos

Son aquellos que van detrás de los pasos. Esos que logran ponernos el corazón a mil, mientras ante nosotros contemplamos escenas durante todo un año esperada.

Los mismos que en el lugar oportuno -con la precisión de la que solo los artistas son capaces-, ponen la guinda en cada procesionar de nuestras hermandades, haciéndo únicos los momentos.

Desde el que lleva su emblema en banderín o bandera, hasta el del bombo que cierra con su estruendoso latido acompasado el cortejo perfecto, los que evocan la devoción del pueblo.

La banda sonora de nuestra pasión cofrade. El eco que reverbera en nuestras almas, que tiemblan ante la emoción de los instantes. La música de la fe. La parte que logra que, en cualquier mes del año, recordemos aquella Semana Santa.

Los que se expresan en pentagramas, que es el alfabeto universal. Los que claman ¡¡Hosanna!! a Cristo Rey un Domingorramos, y hacen llorar los clarines, tras la soledad de María, un Viernes Santo.

Son quienes no tienen voz durante toda la semana, pero sin ellos parece que algo falta.

En la intimidad de los cambios de partituras, se lamentan de la sordera de quienes solo los tienen como la sintonía que da vida a los pasos que que custodian entre sus acordes.

Pues escuchad sus sones de marcha fúnebre. Quejidos del labio roto, del dedo encallado a redobles que marcan los tiempos, de espalda rendida al peso de la percusión o el viento. Dolores del cirineo que ayuda con sus ensayos, a llevar la cruz de los hombres que amarran su fervor bajo los palos.

Oídlos. Atended a sus ojos que piden respeto, mientras entonan oraciones -aunque sus gargantas callen- que estremecen al mismo Cielo.

(Foto IslaPasión)