lunes, 22 de septiembre de 2014

¡Adiós, CETOF, adiós! (en San Fernando)

Como si fuesen pequeñas punzadas desde inesperados aguijones. Una pequeña heridita, un escozor, una hinchazón y, o bien te ponen 80 miligramos de Urbason y un Polaramine, o terminas hospitalizado por intoxicación. Y si va a más, a la UCI. 

Pues así, picadura a picadura, va agonizando aquella Isla que muchos conocimos en un apogeo militar y, si no turístico, cuanto menos aprovechando para hacer caja de aquellas juras de bandera, aquellas nuevas remesas de imberbes servidores de la Patria, aquellos desfiles extraordinarios en la Pascua militar, en el Corpus... Las salidas de los liberados militares que buscaban diversión en las discotecas y salas de ocio isleñas -que existían-. Los lepantos y uniformes de gala los domingos... 

Aquél San Fernando está hoy en coma, y esperemos que reversible. Hay datos de mejoras cuando se ha comprobado cómo durante el verano las terrazas se han llenado, las calles se han visto ocupadas de gentes de La Isla que han regresado a respirarla, de nuevos visitantes que se han acercado atraídos por Cádiz y su bahía, otros que han querido participar de eventos de nuevos emprendedores isleños que han pretendido revitalizar nuestra ciudad a través de sus ideas. Pero esto son tormentas de verano. "¡Ah! ¿Pero las tormentas en verano no son inconvenientes?" Mire usté, qué quiere que le diga, pero el agua nunca está de más.

Pasó el verano con sus tormentas de agua bendita, y nos llega el otoño. Gris, inestable, donde lo que antes era verde se seca, y donde sus lluvias suelen molestar más por intermitentes que contínuas, poniéndonos los coches como si tuvieran un sarampión de tierra.
Con el período de la nostalgia poética por excelencia acabado de entrar por las puertas, el primer verso triste de esta elegía que es la misma Isla de León:

"En tu entramado paraje/ de esteros y  vírgenes ramajes/ quieren arrancarte, CETOF/ cometiendo un ultraje".

De aquella ascendida villa a ciudad, donde de sus astilleros nacieron barcos y artistas que hasta sacras tallas realizaron, hoy, como aquella devoción franciscana, sólo queda expiraciónSilencio si acaso, de aquella historia que grita a oídos sordos. Extertores de moribundo que de vez en cuando se le oxigena para alargarle un poco más su agónica existencia.

Aún en mi memoria, aquellos -muchos de los que hoy reclaman por una Isla viva- que en su fervor ideológico apostillaban sobre la necesidad de echar a los militares, de colonizar aquellos suelos para el pueblo sin galones. 

Se fueron... Se los llevaron, al fin. Aquellas porciones de terrenos quedaron liberadas -en teoría- de la avasalladora y ocupante soldadesca (la misma que en el siglo XVIII se instaló creando, es así, riqueza en una tierra de recreos para los capitalinos vecinos). Ahora qué... Ahora toca el pulso de las administraciones públicas con las de Defensa para hacer acopio. Y una vez se haga, crear una nueva forma de fomentar riqueza para la insostenible situación. Pero mientras...

Se quieren llevar el CETOF-2. Ya, de los escasos recursos que nos quedan como población militarizada y, aunque esa palabra suene a invasión, la militarización de mi pueblo siempre sonó a algo intrínseco, algo de aquí. Desde las redes, algunos movimientos políticos y sociales, desde aquellos que saben qué repercusión positiva conlleva este Centro de Formación militar, se llama a que nos movamos, que apoyemos su permanencia cuanto menos, porque es positivo para La Isla.

No podemos afectarnos por ideologías coloristas porque, al final, todos queremos una ciudad pujante, con turismo, inversiones, saneada, viva -insisto en ello-, y la marcha de instituciones y la escasa involucración de empresas no hace sino dejarnos muchos  solares inútiles. 

No debemos, pañuelo en mano -no se sabe muy si despidiéndonos o rindiéndonos- decir: "¡Adiós, CETOF, adiós!"