jueves, 6 de marzo de 2014

La tierra que no piso (a San Fernando)

"Pisamos todos la tierra y no echamos cuenta de qué tierra pisamos. No nos importa si esa tierra es nuestra u otra la que estamos pisando.

La tierra que no piso es la que llevo tiempo añorando. Una tierra, mil veces lo he dicho, que la sigo adorando."

Y así es. Pierdo mis pasos en otra tierra, que no me conducen a ningún sitio. Dando vueltas alrededor como el burro de una noria. Las doy porque he de darlas. Y conste que la tierra que ahora piso, no es mi tierra, pero sí es la de mis hijos, y por esta tierra secana voy caminando por ello agradecido. 

Pero no es la tierra que quiero pisar. Esta tierra es mi exilio, un exilio a voluntad. Esta tierra es distinta. No huele a mar. No huele a lo que huele el viento cuando juega entre los esteros. Huele a claveles, sí. Huele al aroma del incienso. Huele a narcisos. Huele a rio moro. Huele a torre musulmana junto a la catedral. Huele a rincones de sainetes cervantinos. Huele a pasos de Don Juan junto a la hostería por la plazuela de doña Elvira. Huele a universal. Pero no es la tierra que añoro pisar.

La tierra que no piso es otro cantar. Una tierra humilde. Una tierra sin vanidad. Una tierra emergida de la sal. Una tierra junto a mi mar. Una tierra de paseos. Una tierra de momentos. Una tierra para lamentarse. Una tierra que hay quien no la quiere ni "regalá". La tierra de mis abuelos, de mis padres y mia. La tierra de las torres azules. La tierra de la Carmela y el Nazareno. La tierra de un Cristo Viejo y uno nuevo. La tierra donde fray Diego de Cádiz hizo inventar un barrio con nombre de Pastora. La tierra donde "hormiguillas" no es en femenino y su trabajo era acarrear la sal. La tierra del pescado de estero. La tierra de los baños de luna en las aguas del Zaporito.

"La tierra que no piso es esa: la que quiero pisar. La misma que otros pisan y sólo saben aplastar.

La tierra que no piso es la de gobernantes que no saben gobernar, que pisan esa tierra sin saber por donde pisar.

La tierra que no piso no se puede comparar, porque como hay Dios en el cielo, esa tierra no tiene par.

La tierra que no piso, que no se confunda nadie, no es la mejor del mundo, es sólo la tierra de mis padres

La tierra que no piso es una tierra sin rumbo, una tierra de mil caminos y entre ellos ni uno sólo es de fiar. La tierra que no piso ya no tiene el empaque militar. La tierra que no piso tiene un espejismo de lo que fue la construcción naval. La tierra que no piso no tiene ilusiones y sí mucho penar. "

¡Ay tierra que no piso!





El monaguillo (Una carta de agradecimiento)

Cuando en la Iglesia no faltan doctores es mejor presentarse como un monaguillo. La imagen de esta figura recuerda la candidez de la infancia y la picaresca de la juventud -monaguillo viejo ya-. Es el sempiterno ayudante; aquél a quien se confía las labores menores, pero no por ello prescindibles; es el confesor del sacerdote, el recolector de las ofrendas, el primero en entrar, para arreglar y preparar, y el último en salir, limpiando y guardando. Pero, ante todo, es el más humilde de los trabajadores de Dios.

Hoy me uno, en el complicado y selecto mundo de las colaboraciones escritas, dentro del ámbito cofrade, a ese grupo de afortunados que puede expresar su parecer, sus inquietudes, sus razones, en sus columnas de opinión. 

Complicado y selecto, sí. 

Porque es lo que creo. Complicado porque no es fácil el dar con la tecla sobre qué escribir; no es fácil enganchar al lector, ponerlo en situación para que se interese, simplemente, por el  enunciado. Selecto, porque considero que sólo aquellos que tienen o han tenido una trayectoria ejemplar, prolífica, notable, en este entramado cofrade tienen la gracia, la facultad y la razón para tener su hueco entre las líneas de cualquier medio de comunicación, ya sea virtual o de papel.

No. No me la doy de selecto, ni de renombrado. Porque ese monaguillo del título soy yo. Ante todo, agradecido. Agradecido porque, de la nada, se interesaron por mis letras. Agradecido porque, a pesar de mi destierro en tierras sevillanas sigo apegado al quehacer cofrade en La Isla, y se ha sabido valorar eso. Agradecido porque, sin ser absolutamente nadie, un perfecto desconocido, me brindan su confianza para escribir unas sencillas letras en las hojas de un árbol viejo en esto de la información digital: ISLAPASIÓN.

Como dije, doctores tiene la Iglesia y yo solo soy un monaguillo -frase que ya he dicho alguna vez y me encanta repetir-. No vengo a hacer acopio de méritos, porque ninguno tengo y ninguno busco. No vengo a lucirme. No vengo a ser el garbanzo negro, el de la palabra fácil y pluma díscola que mancha más que escribe. Vengo a aprender de los doctos, de los galones, de la experiencia, de los que saben hacer las cosas con sentimiento y con letra fina. Vengo con la humildad por bandera y un libro en blanco para tomar notas.

Mi agradecimiento a Eduardo Albarrán, a ISLAPASIÓN, por confiar en mi.

(Fotografía de Antonio Armario Muñoz de la página Cuerpo de Acólitos "Aromas de Pasión")