-¡Shhhhh! ¡No hagas ruido!
¿Qué pasa?
-¿No lo has oído?
No... ¿El qué?
-Están ahí.
¿Ya? ¿Si aún es temprano?
-¡Buf! Parece que no los conoces.
¿Qué hacemos? ¿Nos esperamos? Porque si nos ven...
-Pues nada, tendremos que ir con cuidado.
Melchor, que andaba algo lento, apuró el último sorbo de la leche que les habían preparado a los tres Reyes Magos, y suspiró aliviado al partir de aquella casa habiendo cumplido, un año más, el encargo de hacer un poco más feliz a sus moradores en aquel último día de la larga Navidad.
La noche acababa de empezar.