lunes, 24 de agosto de 2015

¡Despierta!

A veces ves un océano en lo que te rodea. Crees que estas solo, te sientes perdido, te notas quemado por un sol inexistente que te abrasa el alma. Tu garganta se seca porque le falta el agua que te da la vida, el hastío te hace pensar que no hay salida, y flotas dando vueltas sin saber -sin importarte- dónde acabarás.

Te dejas arrastrar por el oleaje de la incertidumbre, permites que tu espíritu se sumerja hacia una negra profundidad. A veces, sientes que te ahogas; te falta el aire, la ansiedad agudiza la asfixia, el corazón redobla más que palpita, como el líquido que sale a presión es la sangre por tus venas. Es la vida que notas como se te va.

Sin fuerzas, sin aliento, sin ganas, sin interés, sin sentido, eres presa de ese universo de la desesperanza que te absorbe hasta su fondo, sin piedad. Esqueletos de los recuerdos; oxidados tesoros que algunos tiraron al mar. Fantasmas que te atrapan para que les acompañes en su viaje en una incierta eternidad.

Abre los ojos, pisa el suelo que no se hundirá. Mira aquel proceloso mar de las angustias, y ponte a nadar. Olvida qué hay debajo de ti, patalea como si en tus piernas un motor tuvieras. No eches la vista atrás. No hagas caso a los cantos de sirenas, que son las voces de la tristeza. ¡Despierta! Que la vida sigue, aunque las lágrimas no te la permitan vislumbrar.

(Imagen Ángel Cuéllar)