sábado, 28 de junio de 2014

Dime si no es amor

- "Son cosas de chiquillos" -justificaba su madre, esgrimiendo una sonrisa que ocultaba una mentira-

En su cabeza, con apenas 13 años, Marcos se disputaba con un millón de sensaciones a las que a su edad ya correspondían salir. La tranquilidad de aquél joven se tornaron dudas, sinsentidos, recelos, rabia incluso. Para él, lo que hacía poco era algo dado por sentado estaba dejando de serlo. Los pequeños engaños a los que había estado expuesto, que lo escudaban de la realidad mundana, dejaron de interponerse en su existencia.

Poco a poco sorbía y tragaba, no pocas veces atragantándose, los caldos que esta viña del Señor poseía. Algunos dulces, otros secos, muchos avinagrados. Su percepción de lo que le rodeaba comenzaba a variar con suma presteza. Su único tio paterno le decía que, "a veces, es mejor cerrar los ojos y no mirar qué bebes si no tienes más remedio que tomarlo".

Ahora comprendía aquél dilema.

Estudiante aceptable, cumplía como cualquier chico de su edad con los preceptos que la sociedad tenía establecidos para él: hasta sufrir por amor.

En su pequeño universo que ocultaba tras la puerta de su habitación, padecía en silencio el dolor intenso que provoca ese sentimiento tan único como difícil. 

Por la ventana que tenía ante la mesa donde se disponía su ordenador, veía discurrir la tarde, tranquila, silenciosa, tediosa incluso. Ante él un cuaderno abierto con incontables garabatos que dejaban adivinar ese estado complicado para el que no se encuentran amigos a quien acudir; esa sensación de soledad infinita; ese desierto donde, aunque grites, nadie te escucha; ese limbo en el que te hayas perdido, confundido... 

El joven estaba enamorado. Enamorado y temeroso.

Sentado en su cama, apoyado en la pared, intentaba plasmar en el papel aquello que deseaba decir sin miedos. El amor que anhelaba ni tan siquiera se imaginaba que aquél chico, vivaracho y bien plantado, sentía que el mundo empezaba a girar en sentido contrario cuando se encontraban. Ninguno de sus compañeros de grupo, con los que compartía los grandes secretos de esas edades, podía suponer que ese rompecorazones entre las chicas de su clase era incapaz de salir de un caparazón donde se escondía una gran timidez, un profundo terror a desvelar el secreto que mejor guardaba, y no era de nadie, sólo suyo. 

De su lápiz no salía una sola palabra con sentido práctico, era como adivinar un cuadro del arte más abstracto; mil pinceladas que se arremolinaban en un mundo de colores que era imposible imaginar si no estás en la mente de su autor. En su corazón sus sentimientos eran claros, las letras se extendían perfectas, correctas, ordenadas, directas, pero no sencillas; porque era tal la amalgama de contradicciones que su cabeza le planteaba, que la facilidad de lo expresado chocaba de frente con lo que tenía que hacer saber.

De sus dedos, liberados en la destreza de la escritura, salían brillantes interpretaciones sobre lo que tan hondo y fuerte sentía; la mina se deslizaba sobre el folio con la misma habilidad que un patinador dibuja ochos sobre el hielo. Las letras se configuraban con presteza para confirmar aquello que el chico ya sabía. 

Del negro carboncillo, las más hermosas pinturas de amor con las formas más bellas que ningún artista supo estampar jamás; los versos más exquisitos que nunca poeta alguno escribió; la representación más perfecta que ningún escultor logró realizar. Era aquella lámina la fórmula artística  por excelencia que mejor podía representar algo tan imposible de reflejar como el amor.

Sin embargo, todo lo que era capaz de revelar en aquél breve espacio del A4 era a todas luces insuficiente para clamarlo a cada viento que llegase y lo dispersara como el polen, haciendo brotar nuevas flores con savia nueva en cualquier tierra.

Sólo pudo darlo a conocer a quien estaba seguro que no le fallaría, el único ser humano que jamás le traicionaría: su madre.

Sufría por saberse hechizado por unos ojos verdes que convertían aquél encantamiento en maldición. No comprendía cómo algo tan fascinante podía convertirse en yugo. ¿Por qué su dicha se tornaba padecimiento? Se enfadaba con él mismo por su cobardía. ¿En serio había una ambición que no lograría culminar? La rabia le quemaba y su sangre hervía convirtiendo su corazón en la espita furibunda de una olla a presión por la que escapaba con vehemencia el aroma de lo que en su interior se cocinaba. 

En los momentos donde el cielo y el infierno se conjuraban en cruél y bendita unión, haciendo aparecer al ángel endemoniado causante de tan celestial tortura, rechinaba el alma y saltaba de gozo, sus pupilas se agrandaban mientras sus ojos huían en otra dirección, su corazón latía con tal fuerza que moría más que vivía, sus labios se extendían en una sonrisa mientras que el resto de sus facciones pretendían no desvelarse. Era una contradicción que dejaba sin dudas al sentimiento que le corroía; un veneno que tomaba con la esperanza de imitar a aquellos amantes italianos que quisieron engañar a sus familias para que nadie cercenara su amor.  ¿Era posible que tanto fervor supusiera tal dolor? ¿Sería normal que tal sufrimiento reportara tanta pasión?

Su cara de niño, que dejaba ya de serlo, era un rosario doloroso que se rezaba en silencio. Cada lágrima derramada por el desconcierto, una de sus cuentas; la duda su cruz. Y entre sus dedos el devocionario con las letanías de su propia pasión. 

Sentía que no sería correspondido. Que aquella ilusión, mantenida con la vida de la lumbre de una vela para que sólo pudiera encontrarla él entre sus penumbras, se iría apagando. Que el cabo se iría consumiendo sin remisión y que tras éste sólo quedaría, desparramada en un plato, la cera endurecida que costaría lo indecible separarla de aquél recipiente vacío y frío que una vez fue sustento que mantenía erguida y segura la llama.

Al mirar por la ventana observó que la noche había despertado de su sueño. El día consumió el último hálito pereciendo a manos de la amada oscurecida. 

Con los codos apostados en el alféizar del tragaluz, apoyaba su cabeza entre los nudillos de sus manos y discernía ante un cielo en el que sólo veía alguna estrella fiel; quizás su madre tenía razón. ¿Qué sabía él de estas cosas? Nunca había hablado con su padre de ello, jamás nasie cercano tse detuvo en descubrirle su misma emoción, no conocía a quien soportara lo que él. 

Puede que todo fuese por el fruto amargo recogido y recién probado al sobrepasar la linde donde las mieles te las servían dulces y sabrosas cuando eras un inocente creyente. A lo mejor no era real lo que creía sentir, sino sólo un reflejo demasiado nítido como si el de un espejo inmaculado se tratase. 

La vez que le expuso a su madre la inquietud que le aturdía, percibió como los ocres iris de sus ojos se cristalizaban.

 Con un rápido movimiento ella intentó resarcir su impresión, pero quedó la huella enrojecida que la deja al descubierto. Su niño le planteaba un dilema para el que no tenía respuesta, por primera vez no sabía qué contestar. Recordaba cómo le tomó ambas manos con las suyas, aterciopeladas y cálidas y por resolución le afirmó con un tono sumamente terso, tanto que casi sintió como aquellas palabras le acariciaban el cabello: 

-"Cariño... Eso son cosas de chiquillos. No te preocupes por ello, todo surgirá a su tiempo"-

Y con aquellas palabras, atusándole su pelo aún, cerró los ojos y bostezó cansado.

 El cuaderno que yacía sobre su cama lo colocó en la mesa donde reposaba el ordenador, y replegó las sábanas que cubrían su lecho. Su figura, recostada de lado, aparentaba ser tan infantil que no se correspondía con la envergadura que su cuerpo había adquirido. Dormía, pero con la mano debajo de la almohada que le ofrecía el sosiego del dueño, agarraba una fotografía que aparecía fechada en el verano pasado. En la imagen dos personas, él y Carlos, su mejor amigo, su gran compañero, su etéreo amor.


jueves, 26 de junio de 2014

No al Korpus

Uno se une a cruzadas que parecen imposibles de las que salir victorioso. 

Hace unos meses escribía sobre la Anarcocofradía (http://latardetranquila.blogspot.com/2014/04/la-anarcocofradia-entre-pitos-y-cirios.html) y sobre cómo aprovechando la conmemoración de la Semana Santa, en Sevilla iba a procesionar con aires más festivos que dolientes una chirigota con muy poca gracia bajo la dirección de la CGT y con música de los propios componentes de tan aberrante agrupación. 

Finalmente, la ignominiosa corporación proclamó sus quejas bajo la más irrespetuosa falta de delicadeza ante lo que representa la fe y la creencia de miles de personas. Porque razón para protestar tenemos todos, pero cuando se incurre en el descrédito y mofa hacia el pensamiento ajeno basándose sólo en el insulto sin más, cualquier forma y fin de quejarse queda invalidada, pues han perdido ese argumento como base por humillar y pisotear lo mismo que solicitan: respeto y derechos.

Ahora que estamos en fechas, alguna mente prolija en idear representaciones parareligiosas ha promovido un Korpus (sí con esa K que representa la fraktura kon la kordura) tan irreverente y falto de consideración como con mal gusto. 

Tal y como hice con lo de la dichosa Anarcocofradía, me permito obviar cómo han rebautizado a este evento, pero está claro que se extiende la opción de convertir las liturgias sagradas en parodias de la desvergüenza donde si lo que pretenden es reivindicar la consideración con la forma de ver su realidad, desde luego lo hacen a contramano y sin frenos.

¿Cómo se puede solicitar que te respeten si tú no lo haces? 

Se habla de explosión ante las tradiciones arcaicas y retrógradas, pero... ¿Esto es progresismo, tolerancia, libertad de ideas sin vejar a quien piensa diferente? Lo peor es que hay mentes obtusas que gustan de pregonar lo necesario de exponer lo que sientes y que consideran que esta es una fórmula aceptable de mostrar disconformidad. O sea, denigrando se defiende la libertad de expresión

Volvemos al todovale.

¿Qué se pretende con estas bufonadas? ¿De verdad quienes las idean, participan y apoyan son auténticos expresionistas de los derechos? ¿En serio deben estimar a quienes no tienen la mínima deferencia con otras formas de pensar?

Ya lo dije al principio. Uno se une a luchas de las que sabe puede salir herido de muerte porque conoce que, en estas batallas, la peor lanzada te la da la sinrazón de una sociedad abotargada y borracha de emblemas que propugnan la guerra ante cualquier símbolo cristiano. Se pierde así la lógica de su reclamación, pero eso sí consiguen menospreciar las libertades que no les son afines.

No pocas veces confundimos el derecho a expresarnos con la zafiedad del berreo



martes, 24 de junio de 2014

El sortilegio



El fuego peinaba el aire del verano recién estrenado entre las hogueras que se alzaban como deslumbrantes zafiros, apostadas allá donde las coronas salinas hacían reinas a aquellas playas.

Recordaba aquellas noches de San Juan donde todo era mágico e incomprensible. El agua, las candelas, muñecos que se preparaban para calcinar, papeles con escrituras de penas que ayudarían a que las teas fuesen más vivas, jóvenes alocados que flirteaban con la suerte cuando saltaban entre las sortilégicas brasas... Entre sus manos arrugaba nerviosa un folio que mantenía doblado, como si no quisiera que se escapara lo que fuera que contuviese.

La noche no terminaba de copar el cielo y un azulado mortecino se dejaba acompañar de brillantes botonaduras plateadas que marcaban el inicio del encantamiento que desharía las maldiciones que pesaban en los corazones que, como cada noche del veintitrés de junio, se reunían como en aquelarre para conjurar lo bueno y amarrar lo malo echándolo a ese mar en calma que era símbolo de libertad.

La playa, acostumbrada a oir a esas horas sólo la conversación de las barquillas que reposaban sobre aquél remanso de húmeda paz, quedaba ensordecida por el clamor de voces y risas que aguardaban el momento preciso donde empezar, creían, una nueva historia en sus vidas quemando la otra en cadalsos de desánimo.

Como muchos, ella era fiel a esos hechizos de andar por casa que trataban de apartar lo perjudicial y forzar a que lo bueno entrase sí o sí en nuestro horizonte, porque la buena suerte no sólo hay que encontrarla con la casualidad, tambien buscarla, y el papel que manoseaba y apretaba era la llave que le abriría la puerta que tanto anhelaba empujar.

Con las manijas del reloj saludándose mientras el tiempo transcurría, la noche tiñó de un negro zaino aquél cielo que, hasta entonces, era una verbena de colores. La alegría por el simple hecho de cumplir la tradición era evidente y se desbordaban las arenas de tanto ávido de nuevos sueños que allí se congregaba. La paz en aquel rincón junto al mar, donde cada noche las estrellas se regodeaban en aquellas sábanas de sedas frías, se había ido por unas horas dejando paso a la fiesta de los deseos.

En su interior, a escondidas de todos, siempre se consideró una bruja. Una de esas que aparecían colgadas de espejos de coches, de techos de tiendas y tras las puertas de los dormitorios de adolescentes crédulas en un mundo de supersticiones y encantamientos para enamoradizos. De aquellas que no preparaban ünguentos envenenados a base de ojos de gatos y lenguas de serpientes, sino de las que ayudaban a creer en cuentos de princesas. Y sentada entre las arenas finas aguardaba para revertir una maldición que sólo podía combatir con la magia que la leyenda de la noche del solsticio de verano tenía. 

En su propio mundo ajena casi a todo, unida sólo por el leve hilo que la visión de los fuegos purificadores que la embelesaban, respiraba con profundidad. Entre sus labios exhalaba el aire ya agónico que había inspirado hacía segundos. Qué curioso... Hasta el aire que respiramos se convierte en muerte dentro de nuestro cuerpo que lo repele para atrapar más y darnos la vida que le quitamos. Así lo pensaba mientras doblaba más el trozo de hoja que su mano atrapaba.

De repente alguien gritó con vehemencia y la despertó del breve ensueño. La muchedumbre corría hacia las lumbres enloquecida y se disponían a celebrar la liturgia de la iniciación a la purificación que cada año celebraban los devotos creyentes de aquella religión de la renovación de la esperanza. Las llamas devoradoras rugían hambrientas de los deseos humanos y estos se disponían a alimentarlas de sus desperdicios y sus anhelos.

La chica se levantó perezosa, pero deseando llegar pronto allí donde se reunían para alabar a las fallas limpiadoras. Bailar a su alrededor, adorando los anaranjados rayos que deslumbraban a los que estaban entregados al dios de la pira. Era el ritual más deseado por los que huían de los malos espíritus que habían consumido sus energías, que jugaban con sus sueños rompiéndolos sin importarles nada el hacerlo.

Se acercaba a la hoguera. Mientras así lo hacía, desenvolvía el papel doblado mil veces. Poco a poco. Sin prisas lo iba recomponiendo. Era su propia forma de cumplir una venganza. 

Al llegar al túmulo donde lo que ardía era consumido, terminó de extender la hoja. En ella se veían las letras furibundas, tristes, dolidas, melancólicas, sangrantes, odiosas, temerosas y frías de   tantas mujeres como palabras habían escritas; tantas mujeres reflejadas en una sola. 

El año plasmado en aquél entramado de sensaciones y sentimientos fue lo suficiente malo como para ansiar olvidarlo. Todo tuvo un precio, el mismo que hizo que aquél folio se llenara de recelos, miedos y desconfianzas de aquella chica que permanecía inmóvil ante la quema.

Se dispuso ante una de las fogatas, proclamó el ensalmo y arrojó la lámina. Mientras perecía en el infierno al que deseaba enviarla desde hacía mucho, la muchacha se echó hacia atrás y sonreía. Su mueca era malévola. 

Dirigió sus pasos hacia la orilla y comenzó a notar el húmedo frescor de aquella mar serena en sus pies. En las aguas el reflejo plateado del gran lucero blanco al que iban dirigidos cada uno de los nuevos deseos. Si el sol da vida, la luna renueva aquella que aparece amortajada en sudarios de desilusiones, pensaba la joven mientras se iba sumergiendo, cada vez más, en la mansedubre acunada por el inapreciable oleaje de esa ribera atlántica.

La cabeza alzada, los ojos cerrados y los brazos abiertos dejándose acariciar por brisas. Salpicada por besos salados que brotaban del contacto de su cuerpo con el mismo océano que la abrazaba. En unos instantes la chica desapareció del mundo que la había descuidado. Unas burbujas del último hálito expirado eran las únicas huellas que quedaban entonces de su existencia. El espejo que eran aquellas aguas reflejaba sosiego allí donde la mirada se perdía.

Vivir es cuestión de luchar cada día y aprender de cada batalla para ser mejor estratega. 

De ese vídrio maleable empezó a saltar trocitos de su esencia marinera mientras de su fondo emergía, en una escena propia de un cuento de hadas, la joven entre el líquido oscurecido por la noche y con un cielo estrellado que fundía lo terrenal con lo etéreo. El exorcismo estaba hecho.

Desde el lecho de aguas se observaban morir los fuegos, saciados de esperanzas renovadas y de dramas pasados. Se había cumplido la condena y se ajusticiaron las desdichas y las penas, mientras los presos de aquellas cadenas quedaban liberados de sus ataduras y se reunían mojados de la libertad que aquél baño, bendecido con la imposición del reflejo lunar, otorgaba. 

Cuando la mujer retomó el tapiz seco y sinuoso de las arenas suspiró aliviada. Sabía que había cumplido la tradición y se había conjurado ella misma. En su mundo siguen las penas, los dolores, los sinsentidos y sin sabores, pero en la noche mágica donde el poder de lo pagano y lo religioso se une, había hecho un pacto en secreto cuando descendió al abismo bajo las aguas tranquilas de aquella playa.

Aquellas burbujas que parecían juguetonas no hacían sino pedir auxilio, pero nadie las entendió. En el viaje que pretendió emprender sola en el mundo del dios Neptuno, comprendió que todos los atajos no llevan al camino correcto; que su vida no está hecha de una carretera de un solo sentido, que podía dar marcha atrás o desviarse en cualquier salida alternativa. Que el papel que prendió ya desapareció y se convirtió en cenizas, como puede transformarse todo en la vida. 

La luna la rescató al asomar su luz como un faro a un barco perdido. No todo era oscuridad. Nada necesariamente era seguir el destino impuesto. 

En la noche de san Juan, la joven nació de nuevo, y un nuevo nacimiento conlleva un proyecto, otra actitud, retos, metas... La noche más corta del año fue su noche más intensa.

jueves, 19 de junio de 2014

No me importa decirlo

19 de junio de 2014. España recibe un nuevo rey, Felipe VI. Las voces se dividen entre la mayoría callada que aprueba la sucesión en el trono y la minoría ruidosa que clama contra la monarquía y quienes apoyan el parlamentarismo asociado a la Corona.

Desde internet -sobre todo internet- el campo es vasto y las voces se alzan en detrimento de castas, vasallajes e imposiciones que les suenan a medievo. Insisten en la necesidad de acabar con la institución real como representante del pueblo; anhelan y solicitan la posibilidad de cambiar por sufragio universal un rey por un presidente. Nada de derechos adquiridos por consanguineidad. La III República, dicen, es un hecho.

Mientras, España vive con naturalidad, casi como si no fuese un hecho histórico, el traspaso de poderes de padre a hijo. D. Juan Carlos I, abdicado, otorga de sus propias manos la regencia a don Felipe VI. Y el juancarlismo también cesa, no de corazón pero sí como una forma de ser afín a la figura política del Borbón que devolvió la estabilidad y la seguridad nacional a su país.

D. Felipe VI encarna el cambio necesario que la Casa Real venía reclamando. El nuevo rey empieza con detalles que no hacen más que dejar claro lo que és: el hombre que lleva cuarenta y seis años preparándose para reinar en España. Gestos a su madre, a sus hijas y un saludo desde el corazón hablan de su sensibilidad, y en su discurso no olvida las penurias por la que pasa el país. Habla de ciudadanos, de servir al pueblo, de renovación. No oigo nada de súbditos, ni de pleitesía a Su Majestad, ni de intentar mejorar. Argumenta con exclamaciones, exhortando; nada de verbos condicionales en su discurso. 

Las calles no rebosan de público. Hay quienes hablan de fracaso por la poca asistencia. Incluso rien al creer que esto es un espaldarazo al reinado. De verdad... No creo que nadie sea tan memo como para creer eso. Ha primado la seguridad. Se ha evitado el increpar desde el rencor -lo siento, pienso, porque así me lo han demostrado, que el republicano español es un personaje lleno de taras ideológicas desfasadas y provistas de grandes dosis de recelos-

La falacia de la república española, ese  cuervo ávido de cadáveres. Los carroñeros políticos de la izquierda rancia -sirven las acepciones que el DRAE contempla- alimenta de razones ideológicas sometidas a parte de un pueblo que solo oye y ve lo que quiere, sin atender a la verdad histórica, esa misma que muchos de su mismo pensamiento sí padecieron hasta que la Constitución refrendó que todos tenían derecho a expresarse en sus ideas, respetando la de los demás.

El nombramiento del nuevo rey ha sido medido, sin grandes alardes, carente de simbología religiosa alguna, una ceremonia sin más casas reales que la española y mientras en su discurso hablaba de unidad y de un Estado donde cabemos todos, en Twitter, Facebook y allá donde se reunían contra el acto del entronamiento, se gritaba, se leía sobre diferencias, odios y una vez más los colores aquellos de esa bandera que dicen elevar con orgullo y representa el nuevo orden. Ese que dice respetar libertades y no pone zancadillas a cualquier forma de pensar o creer.

Felipe VI, rey de España, ha hablado de unir. Su escudo quita los símbolos juancarlistas y aumenta el que representa a todo el país por encima del propio toisón. Se quiera o no, el monarca ha estado a la altura de lo que promete ser: un gran gobernante. Y eso no lo discute nadie en Europa, ni tan siquiera Estados Unidos ha permanecido en silencio y ha sido su Presidente quien le insta a seguir estrechando lazos.

No. No me importa decir que apoyo un modelo de Estado que nos ha dado  paz y estabilidad durante casi cuarenta años. Confío en la gestión mediática de la Casa Real y, respetando a quienes consideran necesaria una república, lo siento... No me fio de quienes dicen defender ese nuevo modelo que han querido legitimar por un referendo imposible, y no me fío porque son incapaces de crear unidad pero sí discrepancias. La izquierda política ha engañado con maestría a sus partidarios ¿saben éstos por qué en cuarenta años estos partidos, que han aprovechado la abdicación para reclamar otra forma de gobierno, no han solicitado legalmente hacerlo? Y no... No es porque nadie les pusieran un cuchillo en el cuello, sino porque nadie reniega de la mano que les dió de comer.

La izquierda de este país, reitero y no me cansaré, aún tiene las premisas del año 36 y, qué quieres, un discurso anclado conlleva un pensamiento anclado. Cuando dejen de hablar de sus castas toas, empezarán a pensar en España y no en ideologías edulcoradas.

Os dejo una reflexión... Impresionante


miércoles, 18 de junio de 2014

¿Por qué no te callas?




La frase que en 2007 marcó tendencias, sirvió de estribillo repetido, de eslogan, dejando entrever como un rey era capaz de ser espontáneo y nada protocolario y poner punto en boca al charlatán presidente Chávez.

Ese ¿por qué no te callas? hubiese sido, seguro, trending topic en la red del pajarito y se hubiese creado su correspondiente etiqueta almohadillada.

Y hoy, reflexionando ante el magno acontecimiento del entronamiento de Felipe VI como rey de España y con toda la transgresión acaecida hacia la Casa Real, la bandera nacional y los defensores del modelo de Estado que durante 39 años ha sido el sello que cerraba una etapa dura y difícil, donde se empezaba de nuevo a creer en las libertades, en el pensamiento no cercenado ni coaccionado, en expresar sin miedos nuestras creencias e ideologías... 

Sinceramente, me pregunto ¿por qué no se callan? ¿Por qué no se deja de decir sandeces sedicionistas y barbaridades aderezadas con guillotinas, frases más propias de la Revolución francesa que de la España democrática y evolucionada del siglo XXI coloreando todo con un morado comunero castellano que oculta amenazante una de las franjas rojas de la enseña nacional? 

¡Sí, amenazante! Porque la bandera que dice ser el emblema de la que pretende ser la III República Española no se alza conciliadora, sino combatiente, rencorosa y orgullosa de ser portada por aquellos que dicen respetar las libertades y, sin embargo, se mofan y escupen sobre aquellas que no sean las suyas propias.

Que se enfade quienquiera. Porque eso es lo que observo desde una visión equilibrada, basada en querer una unidad con todos. De nada vale si no es así.

Por una vez, a todas esas voces discordantes con todo aquello que tenga corona y sobre todos aquellos que prefieren la rojigualda y no cesan de despotricar sobre corruptelas y rebeliones; que desde sus gargantas no salen más palabras que fascistas, aborregados, franquista; que los únicos argumentos que esgrimen están tan raídos y huelen a rancio, como aquellos cadáveres que pretenden resucitar en pos de una España fracturada, una vez más, por las ideologías. 

Pobres los muertos que aún se usan como escudos y armas a la vez. Entonces les segaron la vida y hoy hay quienes siguen sin dejarlos descansar.

Por una vez debieran dejar de torpedear con la ilógica y actuar con la razón. ¿En serio no se considera la monarquía española como el modelo propiciatorio de una España liberada a partir de la Transición? ¿¡En serio!? ¿En realidad hay quien se siente vasallo en lugar de ciudadano? ¿¡Es verdad eso!? Porque si es así me parece que el problema no radica en la sucesión al trono, sino en la mentalidad del pueblo.

Juan Carlos I dió al país la estabilidad coyuntural de la que adolecía -ahora sí cabe decirlo- a raíz de la estúpida Guerra Civil donde entre la penosa II República, los sublevados y el posterior gobierno al mando del general Franco terminaron por crear un país sin espíritu y con muchos recelos. 

Los gritos no son signo de razón, sino de algarada para hacerse notar. El consenso y el diálogo sí son los caminos. Los que hoy abogan por una república están en su derecho de expresarlo y solicitarla, pero por lo legal. ¿Qué es eso de un referendo? ¿Es esto un patio de colegio donde las cosas se decidían al albedrío del momento? Los ríos por sus cauces llegan al mar, fuera de ellos sólo es agua que se desborda en anarquía e inunda dañando lo que encuentra a su paso, sin considerar si destrozan tierras fértiles o simplemente se extienden en un pedregal.

Pienso así. Apoyo una Corona que nos ha dado paz, libertad y derechos y quien no quiera ver esto está claro que no ve más allá de sus propias narices. Es decir, lo que le interesa. Sin más. Que no me hablen de hacerlo por el pueblo, porque no me lo creo y no se sostiene.

Me importa poco si alguien piensa que soy uno de esos abotargados en un tipo de gobierno anacrónico, porque ni lo soy ni lo es. Y me remito a quienes hablan aún como si no hubiésemos salido de nuestra contienda fratricida, de quienes ensalzan regímenes donde sus jefes de Estado quisieron perpetuase ad mortem y sus sucesores no salen electos del pueblo, sino por la línea directa que señala el dedo de quien ostenta el poder máximo.

Felipe VI será entronado. La monarquía, por decisión de quienes elegimos libres en nuestro posicionamiento político sí será refrendada y ojalá la estabilidad de España se asiente no 39 años, sino de forma atemporal. El nuevo monarca ha decidido que el evento se haga dentro de una austeridad sin precedentes, señal de la realidad que bien conoce. 

Por una vez se hacen necesarias voces al unísono por el bien común pero estoy convencido que, como Chávez, habrán quienes no dejarán de calentar la oreja en su propio favor... Qué falta hace una voz cuerda que diga: "¿Por qué no te callas?"

lunes, 16 de junio de 2014

Desde La Buhardilla (un guiño a la cultura isleña)




Cuando la cultura llega al pueblo es este quien la encumbra.


Desde siempre me había interesado el arte pictórico, el escultórico, el musical, el literario... Y siempre que podía me maravillaba visitando lugares donde el arte de lo antiguo permanecía oculto al ciudadano de hoy. Buscaba el detalle que estaba a la vista y nadie veía. Me gustaba acudir a los conciertos que alguna banda organizaba donde se interpretaban piezas clásicas. Acudía al museo municipal isleño -cuando supe que había uno- allá en el Ayuntamiento y, doy fe, impactaba entrar en lo que parecía una sala de torturas medieval y encontrarte rodeado de ánforas y enseres de aquella Isla de nombre helenizado;  con cañones y artilugios de cuando Napoleón quiso llegar a Cádiz y hacerse con el sitio, como los ingleses en el XVI (pero creo que los franceses fueron más torpes). 

En cuanto a exposiciones pictóricas o escultóricas, como mucho las que organizaban en la Casa de la Cultura o la de aquella sala de exposiciones, que era un alarde de mecenazgo hacia el pueblo, que se accedía a través de la famosa escalerilla de la calle Pizarro.

San Fernando no ha sido en sus últimos cuarenta años (hablo desde mi experiencia) una ciudad volcada en este aspecto, por desgracia. Una localidad donde la monumentalidad está restringida por su propia idiosincracia unida de forma inevitable a la capital y sus activos culturales, no ya solo los monumentales, se concitan en los eventos religiosos y en algunos más donde se intenta tirar más del tipismo que de la novedad.

Y he aquí que surge una empresa. Una idea comercial que dispensa licores y ofrece la posibilidad de la lectura ante la copa, la jarra o la taza que nos reconforta el cuerpo, mientras el libro hace lo propio con el alma. 

Dentro de esta Buhardilla llena de historias en papel y de líquidos animosos, se encuentra un ánima inquieta, que no cesa en su deseo de contribuir en darle a su Isla la vida que necesita más allá del costumbrismo socio-cultural del que viven sus gentes; y conste que no critico aquello, pero la realidad se da cita en nuestras calles y plazas carentes de la diversidad en este aspecto que una ciudad con cien mil habitantes necesita.

Gema Tacón, es ese "poltergeist", ese espíritu inquieto que se ha colado en nuestra casa -nuestra tierra- removiendo la cultura adormecida en nuestros jóvenes talentos y reconociendo a aquellos ya contrastados que estaban a otra cosa. Ha trabajado por revitalizar una Feria del Libro isleña que ya descendía en categoría hasta la de velada. Ha propuesto ideas novedosas en San Fernando que revitalice y haga emerger un panorama que se presentaba desolador fuera de aquello que organizase el ayuntamiento.

Dar, en definitiva, un soplo de aire fresco al hastiado ambiente de paseos de acera a acera que desde hace décadas se vienen dando en la ciudad.

Es difícil y ardua la labor que se ha propuesto Gema Tacón y su particular "Cafe Gijón" de La Buhardilla. Muchos problemas y protocolos que superar, quizás demasiados cuando la intención es tan meritoria como loable. Seguro que pocas ayudas desde la administración local y sus áreas correspondientes. No faltarán las críticas, ni las zancadillas, ni los empujones, ni los menosprecios, ni las envidias. Porque así somos. No soportamos que el éxito fluya gratis, hacemos pagar por ello, aunque eso implique cortar alas a nuestro pueblo.

Desde esta página sin importancia, donde no se corta a nadie el derecho a exponer, desde donde puedo hablar de lo que quiera con libertad y a proponerlo a quien me honre con su lectura, mi apoyo -aunque no signifique nada- y mis felicitaciones a esta nueva mecenas de la cultura para la ciudad de San Fernando

Ojalá encuentre el apoyo necesario en empresas, particulares e instituciones para que no de por perdida ninguna batalla en favor de propiciar beneficios al arte que, en sus distintas concepciones, existe en esta Isla de León.

domingo, 15 de junio de 2014

Coherencia




La coherencia es aquella virtud de la que muchos oyen hablar pero no todos son capaces de expresarla.

Si se habla de política surgen las ideologías. Las ideologías conllevan rivalidades y de estas surgen las incongruencias. Y así con cualquier circunstancia donde se hallen reflejados  enfrentamientos de causas diversas. La maquinaria siempre funciona igual, y la energía que genera no siempre es limpia   aunque sí reutilizable.

En los posicionamientos encontramos los extremos, las cegueras, los oídos ensordecidos, los corazones endurecidos, las miradas rencorosas que no atienden a la razón y sólo siguen sus propias indicaciones basadas en una visión sesgada, sin dar mayor opción a cualquier otra. 

La energía a la que me refería, la de esta máquina que hacer moverse al ser humano -el pensamiento- es en muchos casos contaminante y sus vapores son capaces de asfixiar y hasta noquear a quienes lo inhalen, envenenando y cancerando el sentido común de los individuos. No hablo de no defender lo que creamos es justo, sino de hacerlo con cordura, aportando la justificación coherente por la cual aquello forma parte de nuestro código como persona. 

La cordura no es la imposición de nuestra idea, la cuál consideramos la correcta o necesaria a nuestro parecer, sino su exposición justa y respetuosa. 
Por desgracia no solemos aplicar nada de ello a lo que apoyamos, y justificamos cualquier acto que desacredite a quienes opinen contrario a nuestros razonamientos, aunque ello sea injusto y sin medida alguna del daño que se pueda causar, no sólo ya a nuestros adversarios ideológicos sino al conjunto del que todos formamos parte.

La coherencia es un arma de doble filo si quien dice usarla no es capaz de razonar.

viernes, 13 de junio de 2014

Palabras bordadas

Cuando la palabra se hace maleable tan sólo es necesaria la fuerza del sentido y el sentimiento para crear arte de un material, a veces, basto.

Así conocí a Antonio Burgos desde la prensa escrita. Irónico, satírico, mordaz, sentido, sin medias tintas y con la lengua prestá para decir verdades que, para otros, pueden ser chinos peluos lanzados a discreción y ¡Ay a quien atine!

Reconozco mi admiración por este hombre. Un sevillano gaditanizado -como ya dije en alguna ocasión- por obra y gracia de mi Tacita de Plata. Capaz de enamorarte al hablar de Sevilla, sus usos, sus costumbres, su ser... Y de maravillarte cuando nombra a su Cádiz, dando que pensar qué tesoros le habrá mostrado esta cajita plateá para dejarlo absorto en su salada claridad.

Confieso que su estilo desairado y vivaz me provoca envidia de alumno. ¡De alumno..! ¡Quia! De admirador sin más, que aprende que el lenguaje es tan hermoso como guerrero y lo mismo te regala poesía que te clava una daga con maestría y saber estar. No es necesario ser soez para desagradar ni pomposo para deleitar.

Es la primera vez que escribo expresando mis respetos y tributo a nadie que no sea a mi esposa, mi fe y a mi tierra. Porque así me gusta plasmarlo y que se sepa. Pero no quería dejar de demostrar una reverencia sincera que además coincide con la onomástica del santo de Padua, a un bordador de la palabra y tallista de la expresión como es don Antonio Burgos.

No. No es agradar oídos. ¡Para qué! Desde este blog que tantas ocasiones me presta para escribir lo que pienso, lo que siento, lo que quiero... Sólo unos minutos para dedicar a un maestro de las Letras españolas.

Un placer poder expresarle estas palabras de sincera estima.

(Por cierto, don Antonio, mil perdones por mi constante hartazgo a través de las redes sociales)

miércoles, 11 de junio de 2014

El pensamiento heredado





Muy pocos son los valores y pensamientos que nacen de nuestra ética. Si aceptamos la teoría de la tabula rasa cualquier acción e deario tiene una base impuesta. Es decir, no podemos asegurar que nuestros conceptos nacen del autodidactismo. Quizás hayamos sido autodidactas a la hora de aprender cosas elementales para la supervivencia en nuestra sociedad (leer, escribir, buscarse la vida... Eso sí que es admirable), pero no podemos decir lo mismo cuando hablamos de pensamientos (en el sentido de posicionamiento me refiero).

Así somos religiosos o no, a priori, porque nos han inculcado serlo de alguna forma, incluso, por la propia experiencia vital se puede estimar nuestra fe o su falta. Como el pensamiento ideológico.

Tras mostrarse de forma fehaciente cómo muchos -entre ellos gente joven- han manifestado su derecho a constituir un nuevo modelo de Estado amparándose en el sufragio universal, y tras comprobar como el sustento del pensamiento ideológico se basa en conceptos históricos con mucha  manipulación o cuanto menos falta de información, postergada para crear más adeptos demonizando al otro razonamiento, me lamento al reflexionar cuánto daño ha hecho este sistema selectivo de datos al actual ciudadano español.

Hablo sobre cómo los pensantes políticos manejan la mentalidad social. Cómo son capaces de remover la realidad y proponer medias verdades y ocultar otras para conseguir su fin: alienar. Pero no sólo aleccionar y ubicar, sino crear un antagonista histórico con las mismas taras y capaces de los mismos actos que sus antecesores. Crean malvados y no dan opción a que esa generalidad elija per se la filiación que estime más conveniente. 

Se une a ello la propia familia, los círculos de amistades, las relaciones sociales, los ambientes que se frecuenten... Reitero, ciertos pensamientos no nacen de nuestra ética personal en tanto que estamos abocados a ser bombardeados con multitud de opiniones ajenas, cada una parte de una historia particular, de una experiencia y con la que puede que compartamos alguna afinidad por el lazo que nos una a nuestro informador.

Desde ahí, cualquier reseña que nos llegue podrá ser sesgada según estos factores y por tanto si no se atiende a revisar, estudiar, confirmar toda la amalgama de declaraciones que nos llegue continuaremos creando deficiencias ideológicas.

En España las posturas políticas se cimentan en un periodo muy delimitado donde muchos de sus protagonistas directos -los que lo vivieron muy de cerca, ¡pero de verdad!- cuentan sus vivencias según les acaeció. Ello, por lógica, crea un precedente familiar recidivante. Pero sigue siendo información relativa, aunque suficiente, para formar una sensación de empatía o recelo.

Creo que España tiene una memoria tendenciosa que criminaliza los pensamientos según la versión que tengamos, pero no nos interesamos -o no les interesan- en conocer por qué nuestra razón es más válida, útil o efectiva que la contraria. Ello nos lleva a no crecer como unidad y promueve una división que concita rencores, en no pocas ocasiones sin sentido, con la única base de aquél histórico de una etapa que la sociedad española no ha sabido superar y que, desde luego, muchos entes políticos invitan a que no se mejore porque ello implica réditos a su fin.

Quien esto escribe no habla de decidir si la izquierda o derecha tiene razón en sus planteamientos sociales actuales, cada uno elija, sino que expongo sobre lo innecesario de remover el pasado al antojo que convenga y hacer ver la realidad que ello supuso: la división de un país, odios, emigraciones dolorosas, pobreza y muertes absurdas. ¿Quién fue el responsable de esto? ¿Franco? ¿Una República inconsistente?

Esto es lo que hoy día, por desgracia, nos siguen vendiendo las cercenantes ideologías y, lamentablemente, muchos siguen el condicionamiento negativo de estas formas de mal aleccionar. 

¿Aprenderemos algún día a mirar sin paños que nos cubran?

Oro y plata (Desde el Puente de Triana)



Entre Sevilla y Triana, entre la Maestranza y Pureza, pasa por en medio una fuente que es brillo que embelesa.

Sobre su pausada estampa en el puente  con nombre de alteza, que es Esperanza la trianera, se divisa un tesoro que es Sevilla entera.

A la izquierda la madre, a la derecha la hija, y ambas pugnan por tener piropos de quienes las tienen a la vista.

El río refleja oro y plata en la tierra de María, que es tapiz cincelado la vía que transcurre cada día muriendo en la Cádiz mía.

Platera su ría, dorada la ciudad que se mima entre versos de poesías, que el reflejo que de ellas manan toma su color Sevilla.

martes, 10 de junio de 2014

Una vida de sueños


Enamorada. Así sentía estar. 

En su mundo entre libros, su admiración se dividía entre héroes y villanos, príncipes azules y mendigos, bohemios y vividores...

Vivía en cada historia que escrutaba, era la dama rescatada, la chica en apuros, la reina del castillo, la amante perversa, la esposa ultrajada, la guerrera intrépida... Era lo que devoraba en cada lectura, y cada lectura la devoraba a ella.

Cada página que consumía era un castigo y un anhelo; sin duda, su sumisión al amo de tapa dura que la sometía era total. Su vida era un cúmulo de situaciones narradas, guionizadas y puntualizadas donde el destino estaba escrito. No tenía escapatoria; bien se dejaba vapulear por un final trágico, bien su espíritu se elevaba cuando el FIN era el de un cuento de hadas.

No había trama que desechara ni circunstancia que la doblegara. No existían miedos que la amilanaran ni aventura que no deseara correr. Para ella Dios escribía libros, y toda su creencia estaba en aquellas biblias apócrifas que reflejaban la fe de mil vidas salidas de las manos de ese autor divinizado.

En su mente liberaba batallas entre los tiempos, las épocas no eran sino trozos de su existencia. Con apenas 16 años conocía a Galileo y fue quemada como una bruja; luchó en la Francia de 1789 con los sans culottes; trabajó en las fábricas textiles en la Inglaterra del XIX cuando se produjo la revolución industrial; fue de las primeras mujeres que votó tras el sufragio universal; doncella de la zarina Alexandr;, padeció la persecución nazi en Cracovia, presenció el asesinato de JFK mientras lo vitoreaba...

En su universo conocía la desolación, el terror de la inhumanidad, las drogas, el sexo ruín, la venganza y el odio. Los horrores de aquellas páginas se asemejaban a aquellos otros que, de forma constante, padecía en paralelo en la realidad mundana. No necesitaba, no quería deshacerse de la verdad imaginaria que la evadía de aquella otra que la aturdía.

Los amores que confluían en su existencia vital no eran tan interesantes como aquellos otros donde sólo se interponía el papel. Los primeros creaban problemas, que a su edad suponía insalvables, y su corazón no soportaba los dardos ponzoñosos que lo mataban entre desaires y desencuentros. Sus apasionados escarceos entre negras tintas la llenaban de toda la adrenalina que precisaba, los de la carne la habían desangrado.

La muerte sólo era un tránsito pasajero que desaparecía cuando pasaba la ultima hoja del libro. No importaba el drama de su aparición, no era motivo de desesperanza porque sabía que ese trámite era la suerte decidida por el supremo Creador ante otras soluciones posibles. La resurrección era una costumbre, no un hecho extraordinario en el que algunos creen y otros no.

"La vida es un libro, un libro es una vida", era su lema.

 Con la juventud como aliada y la experiencia aún entre bambalinas, seguía retrasando un día más lo que la vida le tenía reservado, lo bueno y lo malo; porque el día que pasase la tapa de la última obra, sabía que ese mundo de fantasías se convertiría en una Atlántida imposible de recuperar.

lunes, 9 de junio de 2014

El amor se equivocó (XIV)

La noche ya gozaba de plena libertad. La  no planificada visita a Io Diavolo se convirtió en una velada llena de sensaciones. Las dos mujeres sentadas una frente a la otra era una muda conversación. Sus labios no se movían, pero sus miradas eran un diccionario.

Sandra sorbió un poco de vino y tragó con dificultad mientras intentaba aclarar su voz y sus ideas. Nerviosa, perdía la mirada entre la mesa y la copa y no pretendía disimular. Sus pies percusionaban sobre el suelo que pisaba y los dedos de sus manos tintineaban el cristal donde reposaba la bebida. 

Era una circunstancia rara porque no era la primera vez que compartían mesa y se contaban secretos, sin embargo actuaban como si se acabasen de conocer. 

Las luces de aquél lugar se hacían más densas cuando la noche se terminó de apoderar de la ciudad. Los murmullos ya escalaron hasta la categoría de voces y el local se contaminó de perfumes y esencias de maquillajes. La vida rezumaba en un establecimiento que distaba mucho al de aquella misma tarde, tranquilo y ordenado.

Ana, a pesar que deseaba oír a su amiga exponer, le tomó la vez y se apresuró a limar un poco lo áspero del momento.

- "No quiero que confundas mi silencio, Sandra. No es que no sepa qué decir, sólo que me resulta complicado empezar. Y antes de que digas algo que pienses por error, yo...- De nuevo un silencio incómodo entre ambas envolvía todo.

Un camarero se acercó reverente hasta la mesa que compartían y con un ademán servicial sirvió licor en las copas. Ana, sorprendida, quiso advertir con un gesto que no habían pedido que se las volviesen a llenar, pero el atento hombre con un gesto indicador de su cabeza resolvió

- Señora... Han sido invitadas por el señor Davolio. Con permiso...- dijo, mientras se retiraba con una actitud casi marcial. 

Miraron hacia la barra, donde sólo paraban los empleados para recoger los pedidos de los clientes, y observaron como un tipo, con aires de nobleza les sonreía mientras hacía una sutil y cortés reverencia agachando leve su cabeza.

Sandra se enrojeció al darse cuenta que el dueño la había reconocido y bajó la mirada, aunque le pareció un gesto muy caballeroso. Recordaba lo que pensó acerca de aquél hombre cuando la sorprendió ante su cariñosa y escueta pero nada escondida actitud hacia aquél otro que se presentó de forma inesperada para su sorpresa.

Ana, sin embargo, tan sólo asintió en correspondencia.

- Es curioso...- irrumpió Sandra. 

- ¿Sabes? Antes de nuestra cita me detuve aquí mismo y...- Se calló.  De forma inesperada, quien las acababa de invitar aparecía ante ellas. Su aspecto era impecable y tan atractivo que imponía respeto y llamaba a la admiración.

- De nuevo por aquí, signorina. Me agrada reencontrarla, y que me honre de nuevo junto a una acompañante entre estas paredes. Espero no haberlas importunado con mi ofrecimiento anterior-. En sus ojos se  adivinaba la satisfacción que expresaba de forma verbal.

De pie junto a la mesa, Giovanni Davolio era la encarnación misma de la duda razonable para Sandra. Por su mente discurría cercenar taxativa cualquier intento de su amiga por darle alas a aquella situación que tanto le incomodaba, pero la presencia de aquél hombre, por un momento, la persuadió de su ataque-defensa sobre Ana.




Escritor




No soy escritor. Ni mucho menos tengo el don de tallar la palabra y hacer con ésta filigranas que asombren. Me gusta tratar de aprender sobre este regalo, de mimar el arte de plasmar las emociones, las realidades o ficciones en papel. Me contento con suponer que, alguna vez, alguien se sintió en comunión con mis pensamientos plasmados en las letras doradas de mi blog.

Escritor... Esa es una categoría donde no todo el que escribe puede pertenecer. Escritor no es sólo quien imprime letras sino quien es capaz de llegar, de crear dilema o hacer creer que es fácil salir de uno donde el lector está perdido. De inventar una sonrisa en una cara entristecida.

Escritor es aflorar lágrimas en una tragedia. Ser cómplice en las penas. Refugio en la melancolía. Compañero en la soledad. Amigo en la desesperanza.  Abogado en el desasosiego. Médico cuando duele el alma. Calor en el frío que nos hiela ante lo inesperado. Es saber ser azúcar y sal en cada necesidad.

No soy escritor. ¡Imposible! Tan sólo reflexiono desde las pausas que la vida deja en ocasiones y hay que saber aprovecharlas. Escribir es dejarse llevar y lograr que otros se arrastren contigo a un mundo, inventado o no, donde el mayor placer consiste en sonreír, suspirar, llorar, sufrir, sentir, vivir y ser un personaje diferente, un actor que alguien -un escritor- pensó para ti.

domingo, 8 de junio de 2014

¿Revolución o evolución?




Una vez más sobre España. Creo que nunca hablé tanto sobre lo que aqueja a este país tanto como lo hago desde el 2 de junio. Sin embargo, veo justificado exponer las razones que me llevan a ello. No les importan a nadie, pero sí a mi y yo, como el resto de españoles, formo parte del pensamiento nacional, esto es: la pluralidad social. Creo que puedo ser parte de la solución, no de su problema.

Leo que una mayoría del pueblo prefiere a Felipe como rey que a un presidente elegido en República. Que el apoyo manifestante a la renovación del estado político, en números de congregados, refleja que una parte del país cree que este es el momento para un cambio institucional. Me sorprendo con una respuesta a las bravuconadas independentistas catalanas que por su carácter, siempre sublevando en contra de la nación, pueden ser consideradas como motivo de un conflicto con el ejército y se lee "guerra civil". En las redes se desatan los ánimos y se descubren los deseos más oscuros de quienes hablan de democracia y libertad -más propios de la Francia de 1789- donde se desea, incluso, cortar la cabeza al Borbón. Recalcitrante.

Oído lo oído, coherencia muy limitada la de políticos y pueblo. Siendo lo más necesario, sin dudas, es lo menos utilizado en esta semana de convulsión ideológica y de sacar o comprar banderas en el chino de al lado de casa. Y eso es preocupante, pero parece que se ríen las gracias desde los afines a estos mentecatos.

¿Este es el cambio que propugnan algunos? ¿Es la falta de neuronas de estos personajes la que logra que se escuchen y lean algunas barbaridades?

De nuevo, como decía en mis dos reflexiones anteriores "Dos Españas aún" y "Suspiros de España", la sinrazón es la que ondea ocultándose entre colores. Todo vale porque sí. Porque hay quienes han visto ahora el momento oportuno con el que tan sólo soñaban (hoy, cuanto menos, ya ilusiona). Pero el querer aplicar un cambio en nuestro sistema constitucional, no excusa de exponer y proponer desde la congruencia.

Volvemos a sacar lo que en España aún no hemos guardado, me reitero y no me importa. De nuevo recelos, rencores y desprecios. Dos versiones de la necesidades de un país que se enfrentan en vez de contemplar desde la unidad lo que es realmente imprescindible. Pero no. Regresa la izquierda rancia junto a la nueva corriente, muy idealizada, que conmina al cambio desde las acciones más reprochables que, sí o sí, generan odios por un lado y una exacerbación errónea de lo que quieren que se haga por otra (el referendo).

La injuria a la bandera española es, por ejemplo, uno de esos actos. 

Cabe decir que ello viene dado por la percepción, no confirmada, de la defensa de una mayoría de la transición de la monarquía hacia la república. Es decir. Las reivindicaciones multitudinarias no hablan por una totalidad, sino por una parte y, una parte es sólo eso... Por mucho ruido, nuevas páginas de aliento e ingentes proclamas al llamamiento -¡Al alzamiento! He llegado a leer-.

Desde los grupos políticos, tan sólo los más extremistas se han posicionado junto a esta demanda, siendo que el resto han apoyado el traspaso de la Corona del rey al príncipe, aunque desde sus bases no todos estén conformes, pues lo consideran una traición a sus ideales (de nuevo los ideales). 

Pero esa es la responsabilidad política que se echa en falta, la misma que se originó durante la Transición: por la unidad, por el bien común y por un futuro en paz. Lástima que aquellas premisas hoy sólo queden en la memoria, y no de todos al parecer.

¿Un proceso abierto donde los ciudadano elijan si quieren rey o presidente? ¡Bien! ¿Por qué no? Pero no así... Lo que aquí se da es, ni más ni menos, que la exaltación por la sorpresa y de ahí la beligerancia -sí, he dicho eso- por la causa. ¿O no es beligerante quemar banderas, insultar a quien no piensa igual y exponer abiertamente atrocidades sobre qué harían con los miembros de la casta real?
¿Esa es la tolerancia de la nueva forma de gobierno que están reclamando?

Desde ese punto de vista, el referendo para elegir el sí o no a la III República Española queda deslegitimado

Pienso que España no está preparada para un cambio así. Nuestras ideologías no se han filtrado del detritus que las enturbian y la prueba está en internet, en las redes sociales... Cientos, miles de comentarios donde no se habla de reestructuración en común -en realidad lo de común sólo sería efectivo porque se habla de referéndum-. Se expone lo que anhela una parte del país y, más veces veces de las que serían deseadas, se hace desde la inquina más despreciable desde ambos sectores.

Según los datos aportados por medios de comunicación, insisto, una mayoría prefiere la continuidad de la Corona, ¿por qué? Quizás porque es lo que ha dado la estabilidad de la que adolecíamos desde un concepto de gobernabilidad

España no necesita separarse de nuevo. No requiere enfrentamientos por ideales, ni cambios de banderas. Pero los españoles no concebimos la realidad en la cohesión. Seguimos pensando en pequeño, en imitar repúblicas bananeras con los emblemas de un sistema político fracasado, embarrancado entre lodos y con un discurso que habla desde el pasado.

¿Una república? Si es lo que el pueblo desea que sea... Pero no a imagen de aquellas donde rigen dictadores y el totalitarismo (ya se ve que eso no sólo es cosa de casas reales). La izquierda española debe dejar de edulcorar las realidades de aquello que ven como un ideal y ser razonable con lo que la mayoría del pueblo español requiere en política. Es posible una izquierda sin héroes de chichinabo, sin asaltadores de superficies comerciales, con un alegato consistente y realista, alejado de insinuaciones de prosperidad inespecífica si el gobierno fuese de ellos.

No cabe de nuevo un levantamiento

Triste España que de sangre tiñeron banderas y de odios vivieron tus hijos, y hoy hay quienes sacan de las tumbas aquellos rencores que huelen a podrido.

Por mi parte, defiendo a España sin tres colores. Eso lo dejo claro

viernes, 6 de junio de 2014

Suspiros de España




Así, con el runrun de la melodía del famoso pasodoble de Álvarez Alonso y la vocecilla de Estrellita Castro cantando afligida cómo se separaba de España me hallo.

Suspiros de España supuso la banda sonora de la tristeza de un país roto por una guerra de ideologías, que acabó por echar a quien no había muerto por ello. En sus acordes la melancolía, en su letra el penar de los que padecieron un destierro entre obligado y necesario.

Una de las dos Españas que dejó helado a Machado marchaba, mientras que la otra -que también escarchaba el corazón- se revolvía entre miedos, hambrunas y dolores de rabia por los que ya no estaban, de una forma o de otra.

Aquella España marchita quemada por el fuego, no del sol, sino de las bombas y removida por las ráfagas, no de aire, sino de las balas, quedaba abandonada a su propia suerte. Ya no servía ser complaciente agradador de Alemania o Italia; era inútil buscar camaradas de la famélica legión en sus entrañas o fuera de sus fronteras. La España de la posguerra estaba como La Isla que dejó aquella Lola que se fué a los puertos: sola.

Más de medio siglo, toda una vida, y a esta nación le falta un Manolo Escobar  que la anime con un "¡que viva España!". Cuando parecía que este país se unía en penas y glorias (estas últimas, por norma general, deportivas) para capear un temporal de levante que alborotó y arrastró a las arenas que se encontraban inamovibles en un desierto de apatías y conformismos resulta que, de nuevo, los colores y las ideas vuelven a aliarse capciosos para enfrentar a hermanos de patria.

Gritos por un tercer intento de hacer republicano un país que, por imposición y por costumbres, siempre fue monárquico, enseñas tricolor ondeando junto a puños en alto y con discursos que hablan de derrocar, de sufragio... Entre el pueblo se oyen acusaciones sobre si quien defiende según qué modelo de Estado es un subversivo o un patriota. Un país que olvida su pasado se condena a un Alzheimer que terminará con crudeza con una sabiduría serena, que es la que da la experiencia.

España está inmersa en recuerdos puntuales. Revive y se condiciona en aspectos políticos, sociales, incluso coyunturales cuando convergen las circunstancias propicias, según se quiera manejar su propia historia.

Hoy, el pueblo que hasta hace poco luchaba por superar la grave enfermedad del cáncer de la crisis, ha sucumbido al virus del oportunismo del que se vale quienes buscan -qué ironías- estabilizar el país desestabilizando su modelo de Estado. En las redes sociales, en los medios de comunicación, en las tertulias de amigos, en las calles, se enfrentan verbo a verbo las posiciones encontradas entre quienes desean cambiar la oligarquía actual -en la definición de la RAE más genérica posible- por la que impondría la República.

¿Para qué engañarnos? Sea Felipe VI, sea... ¿¡Quién sería Presidente de la República Española!? ¿Rajoy? ¿Lara? ¿Iglesias? Qué dilema... ¿Otras votaciones? ¿Cómo iría eso? En fin... Que sea quien sea el Jefe de Estado, seguiríamos siendo gobernados por unos pocos, aunque lo decidiéramos entre muchos. Lo único que cambia del pastel es la guinda, hoy azul borbón y quieren poner una roja pasion(aria). 

¿Para qué decir lo contrario? Quien suele exigir este referendo no enarbola la rojigualda que, por norma, son los partidarios de proseguir en la dinámica que rige hoy -por lo general, ¿eh?-, sino aquellos otros que dicen que la bandera de tres tonalidades representa la libertad, la igualdad y los derechos, en tanto que la actual recuerda el golpe del dictador Franco. Cosas de la historia sesgada...

Suspiros de España que se confunden con los vientos convulsos de un temporal que ya debía haber pasado y que, sin embargo, aún hacen airear ideas que no unen, sino que segregan. 

Mientras, los jóvenes, hoy como ayer, siguen preparando maletas, contactando con quienes les abrán paso en un idioma diferente al vernáculo. En sus casas quedarán familias entristecidas e indignadas que no piensan en emblemas multicolores, si no en el hijo que se va. 

Seguimos igual que hace más de medio siglo, envolviéndonos en sábanas que no nos quita el frío de la desesperación ante salarios irrisorios, donde el rico se hace poderoso y el pobre mendigo; intentando  sobrellevar una vida digna dentro de un crack económico que se ha llevado, como en el del 27; vidas por delante, hundiendo la prosperidad y anhelando respirar nuevos aires.

Desde este balcón, apoyado en su pretil, mirando al vacío sigo oyendo desde la nada esa musiquita tristona que me hace recordar imágenes de otros tiempos: lágrimas de una España que no se quería  marchar, suspiros de otra España que anhelaba no mirar atrás. Y hoy... Vuelven las banderas para separar.

miércoles, 4 de junio de 2014

Dos Españas aún

Qué país más triste este. Qué país más mentecato, cerrado, ciego, ensordecido por comentarios que se alzan en voces de una mayoría que no es la totalidad, sino parte.

Donde otros vieron en sus errores, en sus barbaries, en sus fratricidios, un ejemplo a no seguir y, sin olvidar, a ser el punto de inflexión donde pasar una página, un capítulo entero, y mirar hacia un futuro diferente con la dolorosa lección aprendida... En España seguimos usando gestos, palabras y símbolos de un pasado que se antoja demasiado reciente y sin visos de pasar esa hoja recubierta del ocre con el que los años suelen ajar.

Tras ocho décadas desde aquél terrible enfrentamiento a muerte entre hermanos, continuamos ejerciendo de fachas y rojos, seguimos ondeando dos banderas, abrazamos las creencias impuestas sobre las ideologías convirtiéndolas en románticas concepciones que no hacen más que darnos una visión edulcorada de sus realidades. Se habla de revolución como si este país no necesitase mejor un consenso, una estabilidad en su visión como unidad política. 

Y, a todo esto, la respuesta del otro pensamiento dividida, a la par, en quienes anhelan una paz real y los que responden con el mismo tono rancio

Triste es que este mensaje no lo entiendan a quienes va dirigido, que insisten en ese rencor a su propio paisano por mor de unos colores con el recuerdo de una contienda civil siempre presente. A pesar de todo se incide en rememorar la historia que se fraguó en divergencias y en recelos, en resucitar muertos, en levantar muros, en cavar barricadas, en disparar fictícia pero gravemente con el odio en la mirada, con la rabia en las palabras... No dejamos que aquellos que perecieron en una guerra inútil descansen, los hacemos luchar eternamente. En los pueblos abandonados donde persiste la huella de la incoherencia aún se respira el dolor y la tragedia. 

Todavía se eleva a los altares ideológicos las figuras de aquellos que abogaron por la sangre en lugar de la palabra y lo justificamos.

Hoy, como hace tres cuartos de siglo, seguimos viviendo en dos Españas. Seguimos inmersos en un debate innecesario que ya debiera haber concluído. ¿No fue aquella lucha encarnizada motivo de escarnio? ¿No aprendimos la lección? ¡No! Como siempre los puntos de vista quedan sesgados por un posicionamiento social.

 Idealizamos al malo y al bueno. ¿No hubieron santos entre los defesores del gobierno republicano? ¿No hubieron demonios entre los sublevados? ¿Quién defendió la libertad? ¿El que decidía matar curas y humillar a religiosas e incendiar iglesias? ¿¡Eso es apoyar un sistema abierto y plural!? ¿Quién decía ser un buen español e iba a misa diaria? ¿El que practicaba la venganza contra su vecino por ser contrario a su ideal?

 Y de esto hace más de tres cuarto de siglo... Lamentable.

Lo siento. La verdad es cruda. Y hoy día aún hay mucho correligionario quemaiglesias y matacuras. Mucho puño en alto dispuesto a destinarlo al resentimiento. Mucha propaganda y proclama que habla de libertad, de derechos a decidir, a expresarse de forma abierta, de ser creyente o no... Pero eso se queda en demagogias, porque en realidad se piensa en ganar la guerra. Y otros que piensan que se la pueden ganar. 

Aún estamos de esta forma. 

Si muchos aprendieran de la historia en vez de usarla a su antojo seríamos un país digno, pero parece que la dignidad solo se adquiere cuando morimos.

Os dejo un ejemplo de arrepentimiento, amor y sentido común:

"PAZ, PIEDAD, PERDÓN"

Epitafio de don Manuel Azaña (Presidente de la II República Española)





Referendo por una corona



Eso es lo que aquí se muestra...

Muchedumbre en las calles, enseñas orgullosas de sus principios, de su entusiasmo por una forma de pensar que choca de frente con no pocos contrariados que los ven, doy fe, como una lacra absorta en sus acciones propagandísticas y con un líder -dicen- poco fiable, ambíguo, déspota o con gran facilidad para lavarles el cerebro a base de bonitos y elaborados discursos.

Murmullos imposibles de acallar, gritos que no se pueden dejar en los adentros, emociones que se reflejan en las caras, todos unidos en unos mismos colores, envueltos en canticos que expresan el orgullo de su ser.

No son mayoría, pero se hacen notar. Son multitud. Reclaman poder expresarse en libertad. Portan emblemas que representan el sacrificio, el dolor y la libertad del hombre. Su defensa a ultranza de la mujer, de su derecho sobre  su hijo, de su papel principal en la propia historia que quedaba relegada a cumplir como actor secundario pero que, sin embargo, se le reconoce su importancia.

Manifestantes de convicciones muchas veces incomprendidas, incluso diana de mofas, de no pocos insultos y desprecios porque no se entienden sus códigos, sus motivaciones, sus ideales... Siempre llamativos, siempre colapsando calles, nunca inadvertidos, de indumentarias definidas que implican su pertenencia al colectivo y su filiación incondicional a sus propios estatutos, en definitiva: a su pensamiento.

En su trabajo está el congregar al pueblo que los observa, a veces con recelo, otras con admiración, no pocas veces con rencor, y exportar a las mentes cerradas y obtusas un ideario que aboga por liberar de las cadenas que los oprimen y empobrecen: el dinero, las injusticias sociales, la falta de solidaridad por el bien común... Y aún así, con su intención de ser un revulsivo que abra los ojos a una verdad distinta a la que estamos doblegados a creer. 

Exhiben sus proclamas orgullosos, representan un ideal complicado porque no es sencillo ni tan siquiera para ellos mismos llevarlo a cabo. Es un reto y en toda prueba siempre puede escoger uno la respuesta incorrecta, el camino erróneo, la decisión más inoportuna... Y eso genera desconfianza en esa estructura, interna y externa, que la hace dudosa en no pocas ocasiones y aborrecida otras.

Y no es un referendo político lo que reclaman, sino cofrade. Así pues, refrendo:

Refrendo el azahar como el olor que distinga el reino cofrade. Refrendo "Amarguras" como su himno. Refrendo la voz del capataz como lengua co-oficial junto a la vernácula, esa que se aprende de pequeño cuando se oye el primer tambor del Domingo de Ramos. Refrendo el palio como su puerta de entrada. Refrendo Andalucía como su capital y a Sevilla como embajadora por derecho propio. Refrendo a María Santísima como reina irremplazable. Refrendo un vasallaje de amor a su figura coronada en oro o plata. Refrendo la lealtad del pueblo en sus emblemas argénteos bombeando en su pecho. Refrendo la pluralidad del costalero o del cargador. Refrendo el derecho a elegir en Sevilla Macarena o Triana, en Cádiz La Palma o Santa María

Puestos a decir que las multitudes piden referendos... ¿Qué podemos decir del que el sábado se pronunció en Sevilla hablando de coronas?



lunes, 2 de junio de 2014

Pan y...




El rey abdica. Cede la carga de la corona al samaritano impuesto, el príncipe Felipe.

Tras casi 39 años de reinado constitucional d. Juan Carlos se retira de la política activa. Sí... Política activa. Aunque en este país la memoria sólo es histórica para algunos hechos, también habría de recordar otros mucho más recientes y que, sin embargo, se postergan o sólo se olvidan porque lo que tenemos hoy día (la libertad de ser y decidir) lo han conseguido ¿quienes..?

Estoy conforme y comparto -lo siento- que España es como un tarrito de miel, no por lo dulce, sino porque atrae a cualquier insecto dispuesto a chupar del bote, y los últimos movimientos dentro del seno de la familia real confirman que nadie se libra del símil.

¿Y ahora qué toca? Pues toca lo que toca. Clarines que indican que el chiquero se abre para dar salida al becerreo que berrea ante la luz de la salida a la plaza.

Desde los colectivos antimonárquicos celebran la noticia con desmesura. Ya se ha convocado movilizaciones y algún referendo para que podamos decidir sobre qué tipo de oligarquía queremos. 

"¿¡Ha dicho oligarquía!?"

Sí, eso he dicho. Porque, que yo sepa, no existe ningún gobierno que sea cosa de mayorías, pero sí de demagogias. ¿Ni siquiera los que desean una república caen en la cuenta que seremos dirigidos por unos pocos? ¡No me lo creo! 

¡Ah! Que lo que importa no es que sea lo mismo de siempre -unos suben al poder, dicen trabajar por el pueblo y a vivir como reyes, aunque sean contrarios a ellos-. Lo que importa es cambiar el collar... ¡Acabáramos! 

Esta es la realidad. ¡Es así! Quitamos un rey y ponemos un peón. Cambiamos un modelo que supuso la tranquilidad socio-política de una España convulsa por el desconcierto de una nación que, para qué engañarnos, vive con normalidad el modelo de Estado actual. 

¿Aborregados? Tanto como los que se dejan embaucar por cantos de sirenas desde las profundidades desconocidas de un mar que pretenden revolver a costa de una abdicación, envuelta en el sentido común de quien ha sabido mantener la estabilidad nacional e internacional española.

Habrán muchos que opinen que ha sido un chupóptero impuesto por Franco, sin embargo la realidad es bien distinta le pese a quien le pese y me da igual lo que el resto opine de mis palabras. Este país, otrora España, otrora realidad nacional y hoy un juguete en manos de unos que no terminan de creérselo y con muchos antojadizos que quieren manejarlo a su antojo es sin dudarlo, por mayoría suficiente, juancarlista. El hombre que adquirió por dedazo el destino de un país de un solo mando y que, por coherencia -de nuevo- instituyó una democracia, inédita durante 40 años en la historia española.

Que sí... Que es una monarquía y con ellos se piensa en las castas del Borbón de La Pepa gaditana, o se acuerda uno  de Robespierre, de María Antonieta y hasta de Joseph Ignace Guillotin. Pero este sucesor de la triple flor de lys francesa en nada se parecía en las formas de hacer política de aquél Fernando déspota, que bien poco tuvo de santo a pesar de que diese nuevo nombre a la antigua villa de la Real Isla de León (San Fernando) y otras tantas poblaciones de aquella España en la que no se ponía el sol.

Es injusto que esta sociedad reniegue del papel fundamental durante este reinado, donde el pueblo tenía la libertad de decidir sus gobernantes, donde daba igual si el poder elegido recaía en la derecha o en la izquierda; donde se permitió la reorganización legal del derecho obrero y se contó con figuras tan controvertidas como Carrillo -controvertido sí, y soy comedido-, buscando una unidad que hasta entonces se basaba en el pensamiento unidimensional, como señaló el filósofo alemán Marcuse: la imposición de la clase política dominante y sus altavoces propagandísticos.

Y hoy, 2 de junio de 2014, cuando el rey Juan Carlos I anuncia que abdica en favor del príncipe Felipe, la arrogancia de un partido salido de la nada (de la indignación del pueblo dicen) expone que su aparición y triunfo generaría cambios y se achacan este hecho, trascendental en nuestra historia reciente, como mérito propio. Es la oportunidad hecha noticia de derrocar al poder instituido en contra de la voluntad popular (¿de veras?). 

Puede que hace casi 40 años no tuvieran más remedio que tragar por el bien común -y hasta personal-, pero esa es la diferencia: hoy se mira el color (o tricolor) que nos conviene y al resto que le den. ¿O no? Que para eso son unos aborregados (es que ese término gusta mucho) o, en el peor de los casos, fascistas. 

Así es este país, insisto mil veces, anclado en el obsoleto lenguaje que tanto asquean unos y otros aún echan en falta, de los años de la Guerra Civil española. Qué ironía. Hablamos de progresismo, de avance, de mirar al futuro como un país democrático y miramos a Francia, a Alemania, a Inglaterra... Y a nuestro propio pasado. Pero eso sólo logra consolidar nuestros odios ideológicos. Nos retrae al pensamiento de aquellos años de rencores donde existía el afán de ver muerto al vecino por proclamarse rojo o llevar la camisa azul. Y nada más hay que leer comentarios en Twitter o Facebook, toda una colección de comentarios irresponsables e improperios llenos de furia.

El rey ha abdicado. España contará con un nuevo monarca que se debe a la Constitución de todos. Aunque seguro que habrá más de un pero, continuas trabas y más que probables alteraciones en forma de protestas y exigencias de revisiones de la no continuidad de la sucesión real.

 No me considero un súbdito avasallado, sino un ciudadano que anhela la estabilidad de su país y esta no pasa si no es por la consolidación de la lógica política y social. Cosa que, desde luego, se ve harto difícil de consensuar mientras cada uno barra pa'su casa.

Ahora toca pan y... ¿Tortas? Nada más que se habrán de leer las sandeces que se escribirán en las redes sociales y con las que más de uno, político o no, se investirá de gloria hasta que se confirme a Felipe VI como sucesor del trono español.