Leo que una mayoría del pueblo prefiere a Felipe como rey que a un presidente elegido en República. Que el apoyo manifestante a la renovación del estado político, en números de congregados, refleja que una parte del país cree que este es el momento para un cambio institucional. Me sorprendo con una respuesta a las bravuconadas independentistas catalanas que por su carácter, siempre sublevando en contra de la nación, pueden ser consideradas como motivo de un conflicto con el ejército y se lee "guerra civil". En las redes se desatan los ánimos y se descubren los deseos más oscuros de quienes hablan de democracia y libertad -más propios de la Francia de 1789- donde se desea, incluso, cortar la cabeza al Borbón. Recalcitrante.
Oído lo oído, coherencia muy limitada la de políticos y pueblo. Siendo lo más necesario, sin dudas, es lo menos utilizado en esta semana de convulsión ideológica y de sacar o comprar banderas en el chino de al lado de casa. Y eso es preocupante, pero parece que se ríen las gracias desde los afines a estos mentecatos.
¿Este es el cambio que propugnan algunos? ¿Es la falta de neuronas de estos personajes la que logra que se escuchen y lean algunas barbaridades?
De nuevo, como decía en mis dos reflexiones anteriores "Dos Españas aún" y "Suspiros de España", la sinrazón es la que ondea ocultándose entre colores. Todo vale porque sí. Porque hay quienes han visto ahora el momento oportuno con el que tan sólo soñaban (hoy, cuanto menos, ya ilusiona). Pero el querer aplicar un cambio en nuestro sistema constitucional, no excusa de exponer y proponer desde la congruencia.
Volvemos a sacar lo que en España aún no hemos guardado, me reitero y no me importa. De nuevo recelos, rencores y desprecios. Dos versiones de la necesidades de un país que se enfrentan en vez de contemplar desde la unidad lo que es realmente imprescindible. Pero no. Regresa la izquierda rancia junto a la nueva corriente, muy idealizada, que conmina al cambio desde las acciones más reprochables que, sí o sí, generan odios por un lado y una exacerbación errónea de lo que quieren que se haga por otra (el referendo).
La injuria a la bandera española es, por ejemplo, uno de esos actos.
Cabe decir que ello viene dado por la percepción, no confirmada, de la defensa de una mayoría de la transición de la monarquía hacia la república. Es decir. Las reivindicaciones multitudinarias no hablan por una totalidad, sino por una parte y, una parte es sólo eso... Por mucho ruido, nuevas páginas de aliento e ingentes proclamas al llamamiento -¡Al alzamiento! He llegado a leer-.
Desde los grupos políticos, tan sólo los más extremistas se han posicionado junto a esta demanda, siendo que el resto han apoyado el traspaso de la Corona del rey al príncipe, aunque desde sus bases no todos estén conformes, pues lo consideran una traición a sus ideales (de nuevo los ideales).
Pero esa es la responsabilidad política que se echa en falta, la misma que se originó durante la Transición: por la unidad, por el bien común y por un futuro en paz. Lástima que aquellas premisas hoy sólo queden en la memoria, y no de todos al parecer.
¿Un proceso abierto donde los ciudadano elijan si quieren rey o presidente? ¡Bien! ¿Por qué no? Pero no así... Lo que aquí se da es, ni más ni menos, que la exaltación por la sorpresa y de ahí la beligerancia -sí, he dicho eso- por la causa. ¿O no es beligerante quemar banderas, insultar a quien no piensa igual y exponer abiertamente atrocidades sobre qué harían con los miembros de la casta real?
¿Esa es la tolerancia de la nueva forma de gobierno que están reclamando?
Desde ese punto de vista, el referendo para elegir el sí o no a la III República Española queda deslegitimado.
Pienso que España no está preparada para un cambio así. Nuestras ideologías no se han filtrado del detritus que las enturbian y la prueba está en internet, en las redes sociales... Cientos, miles de comentarios donde no se habla de reestructuración en común -en realidad lo de común sólo sería efectivo porque se habla de referéndum-. Se expone lo que anhela una parte del país y, más veces veces de las que serían deseadas, se hace desde la inquina más despreciable desde ambos sectores.
Según los datos aportados por medios de comunicación, insisto, una mayoría prefiere la continuidad de la Corona, ¿por qué? Quizás porque es lo que ha dado la estabilidad de la que adolecíamos desde un concepto de gobernabilidad
España no necesita separarse de nuevo. No requiere enfrentamientos por ideales, ni cambios de banderas. Pero los españoles no concebimos la realidad en la cohesión. Seguimos pensando en pequeño, en imitar repúblicas bananeras con los emblemas de un sistema político fracasado, embarrancado entre lodos y con un discurso que habla desde el pasado.
¿Una república? Si es lo que el pueblo desea que sea... Pero no a imagen de aquellas donde rigen dictadores y el totalitarismo (ya se ve que eso no sólo es cosa de casas reales). La izquierda española debe dejar de edulcorar las realidades de aquello que ven como un ideal y ser razonable con lo que la mayoría del pueblo español requiere en política. Es posible una izquierda sin héroes de chichinabo, sin asaltadores de superficies comerciales, con un alegato consistente y realista, alejado de insinuaciones de prosperidad inespecífica si el gobierno fuese de ellos.
No cabe de nuevo un levantamiento.
Triste España que de sangre tiñeron banderas y de odios vivieron tus hijos, y hoy hay quienes sacan de las tumbas aquellos rencores que huelen a podrido.
Por mi parte, defiendo a España sin tres colores. Eso lo dejo claro.
Al leer el título pensé que te habías dejado atrás, y nunca mejor dicho, involución. Pero no, no lo has olvidado. En gran parte lo has desarrollado.
ResponderEliminarLa república que se añora es eso... Añoranza. El defensor de ésta en España la idealiza en aquellas que son dictaduras reales, pero o están ciegos o les puede más los ideales sin sentido alguno. Muchos de los que la convocan no tienen ni idea de qué es lo que están reclamando
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