jueves, 3 de abril de 2014

Carnet de manipulador cofrade

Qué tranquilo se ve todo desde el tendido. Particularmente, yo desde El balcón, veo las cosas con gran serenidad. 

En otra época me sentiría obligado a responder o tratar cualquier tema sobre hermandades desde la mayor equidad del mundo. Ni un punto antes que otro, porque en la media está la virtud y, al ser parte activa de entidades como estas se hace necesario ese punto de flexibilidad, de coherencia, de saber estar, de diálogo, de entendimiento...

Hoy, creyendo en esas tácticas del buen vecino, solo me libero de una que no nombro: el saber callar. Porque también hay que saber cuándo usar esta fabulosa técnica que evita encontronazos, sinsabores, malentendidos y recelos entre quienes deben compartir un destino común como unión (común-unión... ¿A qué me suena esto?)

Leo que, en Cádiz, a la hermandad de las Penas, tras su reciente cabildo de elecciones, un grupo de 41 hermanos han pretendido impugnar el citado consenso. En San Fernando, la hermandad del Rosario la tuvo con el sacerdote y director espiritual de San José Artesano (os enlazo con mi reflexión al respecto en "Rosario del Viernes Santohttp://latardetranquila.blogspot.com.es/2014/03/rosario-del-viernes-santo-el-hijo.html?m=1) El pasado año, en el besapie magno, la hermandad de Humildad y Paciencia, del barrio de la Ardila, coge un berrinche y decide apartarse de tan relevante celebración. La hermandad de Vera+Cruz se mete en un jardín con flores preciosas cuando entró a él, y no tardó en darse cuenta que aquello no eran flores, sino cardos borriqueros, con unas púas con más peligro que las de un erizo de mar de esos que no ves cuando paseas entre las rocas de la playa. 

Y así te das cuenta, desde fuera, de los bonitos "marrones" a los que hay que saber hacer frente. En unos casos con dialéctica y buena fe; en otros, dejando el orgullo aparcado en pos de aquello que representas como entidad; en otros, no creyendo que todo el monte es orégano. 

En todo caso, obviando las circunstancias particulares, por ejemplo, de estas circunstancias nombradas -porque eso sería extenso, laberíntico de contar-, hay un factor común en todo caso y al que ya he hecho referencia. Resumido en una frase: falta de mano derecha.

Las gerencias de las cofradías es una gestión, a priori, sometida a la dirección espiritual y a las propias directrices de las normas estatutarias de cada corporación. Considerando estas dos bases, la dirección y buen hacer de sus juntas debe ceñirse al bien común, argumentándose esto en por y para el hermano, por Cristo y María (¡Vaya! Otra frase que me suena de algo). No debiera suponer mayor dilema. 

Pero no... A veces, las direcciones espirituales, no son guías o no son consideradas sin más miramiento por parte de los mandatarios cofrades, por creer que van en contra de sus fines marcados. Y quien haya pertenecido a una Junta de Gobierno lo sabe.

A veces, se olvidan -nos olvidamos- de nuestra subrepticia ley de obediencia, a modo de orden seglar. La función como cristianos en estas instituciones, ya sean penitenciales o gloríficas, es una misión difícil de la que, por lo visto, no siempre somos conscientes (y no voy a usar la tercera persona para escribir de aquí en adelante, me voy a involucrar en lo que expongo).

 La redicha misión evangelizadora a la que tanto se arguye en artículos de estatutos, en preciosos y preciados artículos en boletines y medios de comunicación -ya sean en papel o digitales-, en homilías de grandes celebraciones, en determinadas tertulias de prólijos cofrades... Se queda, no pocas veces, en hermosas palabras sin sentido alguno.

La experiencia en estos ruedos, el haber sido oídos por los que escuchar a sabios y necios, y hombros donde apoyar la carga de mucha ingratitud y mucho peso aceptado voluntariamente, me permite pensar como pienso. No soy uno de esos cofrades hastiados, aburridos de tanta falsedad, enfadado con todo aquello que represente el gobierno de una hermandad, convirtiéndose en el ángel negro caído del cielo cofradiero. 

¡Para nada!

He visto la inquina dentro del mismo útero de donde venimos todos aquellos que nos hacemos llamar hermanos. He padecido la crítica, personal o no, cuando sólo gastaba mis horas en pos de aquello a lo que le tenía gran devoción y cariño; he comprobado como muchos cofrades no entienden su papel como parte de un todo, mucho más grande e inmenso de lo que sus cortas miras podían alcanzar. Me he sorprendido con sacerdotes que, en vez de crear Iglesia, la destruía (también con otros que, sin tener idea de lo que era una hermandad, obraron maravillas ante un desolador desierto de fe y compromiso encontrado -cosas de Dios- a golpe de dedazo impuesto por la sede obispal). He alucinado al contemplar como miembros de una misma unidad llegaban a las manos por diferencias sobre formas de entender las cosas.

Soy cofrade por devoción y cristiano por convicción. Soy un comprometido en esta parcela del hombre evangelizador. Me gusta pensar que soy sincero, sin ser ruín con aquello que me importa, porque si fuera ruín no me dolería lo que pasa en este mundo cofrade. Creo en la necesidad de la buena fe, del compromiso, de la humildad, de la integridad, del entendimiento, del saber qué funciones y qué limitaciones tengo como miembro de una fraternidad de la Iglesia. No concibo las lágrimas y el abrazo de ese momento sentimental que cada Semana Santa nos une (que está muy bien, pero no es sincero si durante 364 días no seguimos haciendo lo mismo).

Escuché una entrevista a la pregonera de la juventud cofrade de San Fernando, Mª del Carmen Roa Suárez, que enfatizaba sobre la capacidad y compromiso de nuestros nuevos brotes que se crían entre los abonos de los grupos infantiles y jóvenes. ¡Genial y coherente! Pero el abono, no olvidemos lo que és. Y si ese abono no se riega, se seca y pudre el nuevo germen. Y del germen podrido no sale la flor, queda la vaina muerta. A las juntas de gobierno -agua imprescindible- les corresponden gestar esas flores, y si no se riega... Dicho queda.

Para ser buen gestor hay que tener dotes, hay que tener capacidad de solvencia, ser capaz de ilusionar, de comprometer con el propio compromiso y, como no se puede caer bien ni agradar a todos, cuanto menos hay que ser concordante y con mano derecha (otra vez esa frase) necesaria.

A los cofrades que se dedican a dilapidar, en palabras y gestos, desaires por despecho... La verdad... Qué aburrimiento, ¿no? Es fácil enjuiciar y vilipendiar. Lo difícil es ofrecer sentido común y solución a la crítica que se haga. Por eso, para ser cofrade, no solo hay que vestir la túnica, acudir a lo que institucionalmente estamos obligados, ni dar ponencias de veteranía. No. También sería necesario realizar, como se hacía para trabajar en la cocina de la caseta de la feria, un curso para obtener el carnet de manipulador cofrade. No para viciar al personal -que la mala idea también ronda-, sino para estar seguros que, quien está al mando de los fogones de las hermandades, saben qué cocinan.


N. del A: Las manos sobre el Libro de Reglas representan el compromiso a la fidelidad de las normas