martes, 10 de noviembre de 2015

El pacto


Buscaba algo inalcanzable, y tanto era su afán y tan poco su miedo a los retos que decidió pactar con el diablo.

Invocó su nombre sobre un círculo hecho a tiza en el suelo, sacrificó un animal y tomó su vida teñida de rojo que derramó en un vaso, y con la que consagró en un altar de luces tenues que generaban tenebrosas sombras.  


Una voz gutural, pero atractiva, salió de ninguna parte y espetó.

- Soy yo, el que esperabas. Te daré lo que me pidas y, a cambio, tu alma será mía.

El hombre, para cerrar el trato, se hizo un corte en el dedo para sellarlo con su sangre. Y mientras caían un par de gotas dentro del círculo, miró al frente y observó una figura que le miraba desde lejos y a la que creyó adivinarle una sonrisa.

Las gotas tocaron el suelo. El pacto estaba firmado. El hombre alzó la vista y la dirigió hacia la inquietante silueta que permanecía aún allí.

- ¡Oyeme! -se dirigió hacia el misterioso personaje- Más te vale que lo que te he pedido sea como yo quiero. Si no es así, cuando vengas a llevarte mi alma, temerás haberme hecho sellar este contrato. 

El Demonio rió de forma desmesurada.

- ¿Me amenazas, incauto? -respondió el Diablo.

El avezado amenazador sonrió con malicia. 

- No. Te lo prometo.

El Maléfico parecía furibundo y le replicó.

- ¿Y si no cumplo mi parte y te quedas sin eso que tanto anhelas?



- Entonces -conminó el hombre- te quitaré lo que más quieres.

Una carcajada terrorífica invadió el lugar. 

- Yo no le tengo apego a nadie, ni a nada. ¿Qué vas a tomar que tanto me puede interesar? -comentó divertido el diabólico ser.

- Tu maldad -aseveró el hombre.

El Diablo dejó de sonreír y vio en los ojos del invocador una muesca aviesa. ¿Sería un farol? No lo parecía.

El hombre murió a edad avanzada. Consiguió lo que quiso y aún más, pero el Demonio no se hizo con su alma descarnada, no se atrevía a llevar a su reino a alguien capaz de tener el espíritu más negro que él.