Así somos religiosos o no, a priori, porque nos han inculcado serlo de alguna forma, incluso, por la propia experiencia vital se puede estimar nuestra fe o su falta. Como el pensamiento ideológico.
Tras mostrarse de forma fehaciente cómo muchos -entre ellos gente joven- han manifestado su derecho a constituir un nuevo modelo de Estado amparándose en el sufragio universal, y tras comprobar como el sustento del pensamiento ideológico se basa en conceptos históricos con mucha manipulación o cuanto menos falta de información, postergada para crear más adeptos demonizando al otro razonamiento, me lamento al reflexionar cuánto daño ha hecho este sistema selectivo de datos al actual ciudadano español.
Hablo sobre cómo los pensantes políticos manejan la mentalidad social. Cómo son capaces de remover la realidad y proponer medias verdades y ocultar otras para conseguir su fin: alienar. Pero no sólo aleccionar y ubicar, sino crear un antagonista histórico con las mismas taras y capaces de los mismos actos que sus antecesores. Crean malvados y no dan opción a que esa generalidad elija per se la filiación que estime más conveniente.
Se une a ello la propia familia, los círculos de amistades, las relaciones sociales, los ambientes que se frecuenten... Reitero, ciertos pensamientos no nacen de nuestra ética personal en tanto que estamos abocados a ser bombardeados con multitud de opiniones ajenas, cada una parte de una historia particular, de una experiencia y con la que puede que compartamos alguna afinidad por el lazo que nos una a nuestro informador.
Desde ahí, cualquier reseña que nos llegue podrá ser sesgada según estos factores y por tanto si no se atiende a revisar, estudiar, confirmar toda la amalgama de declaraciones que nos llegue continuaremos creando deficiencias ideológicas.
En España las posturas políticas se cimentan en un periodo muy delimitado donde muchos de sus protagonistas directos -los que lo vivieron muy de cerca, ¡pero de verdad!- cuentan sus vivencias según les acaeció. Ello, por lógica, crea un precedente familiar recidivante. Pero sigue siendo información relativa, aunque suficiente, para formar una sensación de empatía o recelo.
Creo que España tiene una memoria tendenciosa que criminaliza los pensamientos según la versión que tengamos, pero no nos interesamos -o no les interesan- en conocer por qué nuestra razón es más válida, útil o efectiva que la contraria. Ello nos lleva a no crecer como unidad y promueve una división que concita rencores, en no pocas ocasiones sin sentido, con la única base de aquél histórico de una etapa que la sociedad española no ha sabido superar y que, desde luego, muchos entes políticos invitan a que no se mejore porque ello implica réditos a su fin.
Quien esto escribe no habla de decidir si la izquierda o derecha tiene razón en sus planteamientos sociales actuales, cada uno elija, sino que expongo sobre lo innecesario de remover el pasado al antojo que convenga y hacer ver la realidad que ello supuso: la división de un país, odios, emigraciones dolorosas, pobreza y muertes absurdas. ¿Quién fue el responsable de esto? ¿Franco? ¿Una República inconsistente?
Esto es lo que hoy día, por desgracia, nos siguen vendiendo las cercenantes ideologías y, lamentablemente, muchos siguen el condicionamiento negativo de estas formas de mal aleccionar.
¿Aprenderemos algún día a mirar sin paños que nos cubran?
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