He comprobado que en esta vida es fácil ser abandonado, apartado, rehuido; me han demostrado la transitividad de las personas -ser, estar, parecer- cuando se habla de amistad.
He sufrido la tristeza de quien se encuentra con el alma en soledad; he suspirado por volver a respirar aires que han desaparecido como en la orilla las olas de sal.
He aprendido a mirar atrás solo para no olvidar; he sabido que ya no soy hijo pródigo, que estoy donde debo estar; he liberado mi corazón de las cadenas de la falsedad.
He pecado contra el quinto mandamiento: he matado al mensajero de la tolerancia; he caído al infierno de la honestidad.
He querido mantener en mi memoria solo aquello que alegra las sombras de lo que fue y sé que no volverá: mi fe y el recuerdo de aquel mar.
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