lunes, 21 de abril de 2014

El experimento inconsciente

Ayer noche pude comprobar que la curiosidad humana, a Dios gracias, no tiene límites. 


Subí un galimatías en Facebook, mi intención no era hacer ningún estudio de campo. En él, palabras, números, corchetes, swifts... Y como Facebook es tan chivato, observé cómo ese jeroglífico prácticamente ininteligible -quizás, salvo para quien entienda de programación informática- obtuvo mayor número de visualizaciones que cualquiera de mis dos últimos escritos en el blog "En mi opinión" que mantengo en esa red.


Reconozco que me hizo recapacitar. Me corroyó la duda sobre el sentido de las letras o si, quizás, el sinsentido de éstas fuese más atrayente. 


A veces se escribe por necesidad, otras por gusto (en mi caso no hay otras motivaciones), pero siempre con el fin de llegar, de expresar y de crear conciencia o debate,  aunque las ideas no se compartan; si lo que que te conmueve por dentro y sacas en letras no es capaz de encontrar su sitio, sólo te quedan dos cosas: desistir o insistir.


Si desistes, seguramente, se quede en ti mismo cosas que, en uno u otro momento, debieran conocer otros y, con mucha probabilidad, encerrarías una parte de ti a la que le gustaría seguir volando.


Si insistes, corres el riesgo de cansar. Siempre puedes cambiar el camino de las tintas. Siempre puedes mirar más allá de la loma que cercena el resto de caminos que se abren ante tus pies. Ni la luna puede escapar a ser pinzada entre los dedos de tu imaginación.


No se puede pretender siempre "ser mejor que...", ni hacerse notar en un mundo donde viven más de seis mil millones de personas, ni tan siquiera en una reunión donde compartes vivencias entre veinte más. Caes en el error al pensar que eres único o relevante porque tengas

tal o cuál cualidad -o creas tenerla-, eres especial porque no tienes miedo a exponerla, a darla a conocer, a utilizarla para tu bien interior y, ¿porqué no...? A lo mejor para el bien de otros.

El experimento inconsciente de anoche constató lo que ya pensaba. Ahora sólo resta divagar... ¿Desistir o insistir?



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