domingo, 20 de abril de 2014

Esperando otro Domingo de Ramos

Ya se nos escapa.


Ya la vivimos al 99%. Faltaba hoy.


Desde ahora mismo, todos echaremos en falta las prisas para salir y dar el encuentro a cualquiera de nuestras hermandades. Mientras las campanas por toda la ciudad retumban alegres, en nuestro corazón de cofrade penitente permanece la tristeza de la madrugada de la noche del Sábado Santo, como siempre...


Calles calladas, ambiente frío, no hay cirios, no se oyen "Amarguras", no hay dorados ni palios, no hay filas pacientes que esperen en las aceras; nuestros itinerarios, ajados del uso, pasan a formar parte de nuestra colección para el recuerdo y las novedosas guías que implantamos en nuestros móviles se ocultarán entre las carpetas, entre las páginas virtuales, que relegaremos para otro año, si Dios quiere.


Hoy será un domingo que contradice su sentido. En nuestro interior preferimos a aquél de Ramos donde, ya lo dije hace una semana, la Semana Santa empieza a terminar. El cofrade es así. Su vida empieza entre palmas y olivos y se duerme entre los recuerdos el día de la Resurrección, el resto del año sueña.


En las casas aún hay túnicas pintadas de cera, el capirote de cartón ronda entre algún hueco libre de la habitación, ramitas de olivo renovadas encima de algún cuadro, o prendida todavía del ojal de la chaqueta. Papeletas de sitio sobre el escritorio recuerda aquél día nervioso, vivido como si fuera el primero en que vestíamos nuestros hábitos.


En el armario, vestidos y chaquetas aguardarán de nuevo su ocasión; las insignias que portábamos orgullosos en nuestras galas, cuidadosamente guardadas en sus cajitas de joyería; nuestras veneras -oro en paño- reservadas, y al palparlas notamos como se impregnó de los latidos de nuestro corazón: se guarda con ella nuestros sentimientos.


Ya no hay traslados hasta las casas de hermandad. Allí el desorden aún reina, todavía queda trabajo: el oculto. El que se quiere tardar en hacer, el que sirve para hacer memoria de la semana que hemos pasado y de la Cuaresma que ya se perdió entre nuestros recuerdos. Todo quedó recogido en deseos de volver a deshacerlo. 


Las parroquias lucen el atuendo de flores, prebendas y adornos que visten los altares de nuestros Cristos y Vírgenes. Hoy es un día para el paseo sosegado, un día para las comidas entre amigos con la tranquilidad de no tener que salir a buscar nada, solo departir. Un día para el café de la tarde y visitar las iglesias que aún respiran inciensos y se alfombran de la cera penitencial. Un día para estar alegres por lo que hemos rememorado, donde por las calles, a pesar de no haber procesiones a las horas del ocaso, persiste una tensa paz: 


- "¿Dónde quedamos para ver...?" 


Y se hizo un silencio... 


Es Domingo de Resurrección, es la cuenta atrás para vivir un año que despierta en Domingo de Ramos y se duerme un Lunes de Pascua.


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