domingo, 20 de abril de 2014

Las vendas de mi Cristo

"Las vendas de mi Cristo"


¡Ay, Padre mío! Que en la noche amarga de tu falta recuerdo momentos donde la multitud te aclamaba.


Recuerdo el domingo donde entre palmas te vi Señor, ¡qué Gran Poder! repartiendo la proclama de lo que ya se acercaba.


Plasmé mis labios en tus manos, alcé a Tí mi mirada, recogí de tu boca callada las palabras por mí más necesitadas.


Dejé pasar las horas rogando que me escucharas, que quería acompañarte cuando Pilatos te presentara.


La mañana del Lunes Santo soñaba con poder oír el repicar de las campanas, que sólo suenan así las que escuchaba desde mi casa.


Desde lejos te imaginaba, Señor en la gábata, con tu túnica roja y tu humilde mirada, entre flores encarnadas en las andas doradas.


Buscaba la escena de conversación callada entre filas de penitencia blancas y azuladas; y te vi, Salud, como a mí me hablabas.


Me decía que no pagara con ira abnegada el que no pudiera esa tarde acompañarla, que todo en la vida se paga y yo debía hacer esa penitencia indeseada.


Pero fuiste tan Madre, que sólo como una madre regala, que hiciste que mi pena con agua se ahogara, y me trajiste en Sevilla al mismo Cristo presentado en la Calzada.


Dolores de tardes santas que tronaban en mi alma que aquejada de llantos en letras se refugiaban, que viajaban por sitios que mis ganas anhelaban. 


Del jueves en su atardecida, muy cerca de la Giralda, sólo el recuerdo de un Cristo que acallaba a la gente y su algarada, ¡y se vivía, se sentía, se respiraba, una ansiada madrugada!


Madrugada de pasiones que quedaba en mi casa, esperando poder verlas en un momento de escapada. Gran Poder eterno, Esperanza sevillana, y en mi recuerdo el Nazareno por Ancha.


Y en los días donde el pueblo llora la cruz donde la muerte te hallaba, me vino a la mente toda la santa semana, en la que salí de penitencia cada día que pasaba.


Hoy resucita la fe, la devoción; como dijo el pregonero, hoy es el Alfa: el día primero hacia la próxima Semana Santa. 


Y yo busco entre las losas empedradas las vendas que a mi Cristo ocultaban; y hago mía esas vendas, y mi llanto se calma, esperando haber cumplido la penitencia indeseada.


Que en este día, donde Jesús resucita -Señor, mi alegría- que tengo yo tus vendas, tus vendas que ya son mías, y con ellas al igual que la pecadora que tu túnica besaba sean mis faltas perdonadas.


Que acompañarte dentro de un año por las calles de mi tierra sea la penitencia que se le imponga a mi alma arrebatada.



(Fotografía: Detalle de la Sábana Santa de Turín)



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