domingo, 27 de abril de 2014

El amor se equivocó (II)

Los juegos de niños empiezan siendo inocentes, pero se vician con la intención.

Tras unos minutos dubitativa, volvió a coger su terminal. No era muy dada a las últimas tecnologías, lo básico para no ir descompasada con los tiempos. 

Aquél aparato entre sus manos simulaba un pescado cogido en la playa. Le resbalaba, se le escapaba... Y unos nervios inusuales en ella, capaz de dirigir a 22 personas con las que contaba su departamento, se apoderaron de ella. En realidad no sabía a qué ese alteración. La situación -pensaba, intentando mantener cierta frialdad- no es tan compleja. Solo dos adultos que van a hablar sobre un lapsus. 

Durante la llamada sólo breves palabras, las justas para saberse bien y decidir una hora. El resto sólo era ruido de fondo: unos canarios trinando oía el interlocutor de Sandra, y ella adivinaba el sonido de una máquina de café profesional procesando la solicitud de algun cliente ávido del negro amargor. En menos de dos horas se verían.

La chica se preparaba como para una primera cita. Recordaba aquella vez cuando quedó con un chico de su colegio; era la tarde de un soleado sábado de mayo, y no sabía qué ponerse, ni estaba convencida de darse algo de color en su cara, como hacían otras amigas: 

-"¿Entenderá lo que no es?"-. Ese fue, entonces, su pensamiento. 

Esta vez argumentaba lo mismo, pero sobre sí. El interrogante sobre sus sentimientos era tal que cualquier gota suponía un océano. ¿Estaría considerando algo improbable? ¿No sería que la sorpresa de aquél beso furtivo la había trastornado demasiado?

Casi estaba. Eligió una vestimenta informal, pero elegante. Unos pantalones vaqueros negros; unos zapatos, también negros, con un tacón tal que, por lo menos, tuviese sus ojos frente a frente a los de la otra persona; y una blusa blanca con unos encajes que iluminaban unos hilillos azulados a lo largo del escote. Y ocultando sus encantos femeninos, una chaqueta que dejaba visible a la imaginación, y de forma llamativa, una figura bien silueteada.

Prefirió ir dando un paseo hasta donde habían decidido quedar, un parque al que solía ir mucho a practicar ejercicio por su amplitud. Esa breve caminata -aquél pulmón verde estaba a unos veinte minutos- sería suficiente para enfocar la prevista reunión.

Mientras, sonó su móvil. La melodía, una pieza clásica de su admirado Mozart. ¡Así empezó todo! 

Miró la pantalla e hizo caso omiso al llamante.

-"Mozart... Mozart..."- dijo de forma entrecortada y en un volumen casi imperceptible.

-" No creo..."- insistía en ese tono ausente.

Su paso se trastornó. Su andar decidido cayó en titubeo. Una marea de imágenes inundó aquella isla que, ahora, tenía en la cabeza; el concierto para flauta y arpa K299 acompañaba, en un inexistente equipo de música, los recuerdos de una visita inesperada.

El trayecto hasta el lugar del encuentro estaba siendo muy apacible, cosa que agradecía. No estaba interesada en detenerse con nadie que se extrañara en verla a deshoras por aquella zona que, de forma habitual, recorría por su afición al deporte. Una agradable brisa daba vida a la soleada tarde de marzo, y ahuyentaba de su blusa la incómoda sensación de la incertidumbre.

Un saludo... Una invitación a entrar... Y aquella música de fondo. Qué extraño. No se había dado cuenta hasta ahora. ¿Porqué Mozart? ¿Porqué aquella pieza en particular? 

Para Sandra, era especial ese concierto. Su madre que fue profesora de música y una virtuosa del arpa, le enseñó a amar la música. Su dedicación y su entusiasmo estimulaba el interés de aquella niña que oía absorta, cerrando los ojos -como su madre le instruyó-, una música que declamaba poesía. Mozart en su única obra para arpa.

Empezaba a sospechar que no fue todo tan imprevisto como daba por hecho. De nuevo aceleró la marcha, y su corazón empezó a latir tan estrepitosamente que casi le empujaba a correr. Quería llegar. Aquél beso dejaba de ser una eventualidad y tomaba otro cariz. Su mente evocaba aquella situación que, en principio, consideró una niñería. Un juego que no supo como comenzó y terminó siendo en él una prisionera.

                                            (Continuará)





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