martes, 16 de septiembre de 2014

El incurable virus "Pisha"

Es un hecho que en mi Cádiz natal eso de que te digan pisha o cohone sea tan natural como el genérico quillo. Es, a pesar de su poca poesía, la aquiesencia del gaditano de a pie, de ese que es espontáneo hablando y considera esas expresiones como algo inherente a su forma de ser.

Ser gaditano más allá de la frontera de sus mares (basta con pasar el peaje de Las Cabezas y, a veces, hasta el extinto de Jerez) para que, una vez conocida su procedencia, los que le reciban en el destino le identifiquen como "el pisha", cosa que, a priori, hace gracia e incluso honra. 

La idiosincracia del gaditano es de natural abierta, y poco dada a ser considerada como sectaria. Perderse en las calles de la ciudad durante los carnavales -por poner un ejemplo recurrente- lo corrobora. Nadie te mira, ni te señala, ni se preocupa en pensar que no eres parte de aquello. Te contagias de ese virus que se llama Cai -o Cadi, si eres algo más purista-. Adquieres, sin saber cómo, ese deje, esas expresiones lingüísticas, que forman parte de esa afectación adquirida: la gaditanitis
En tu vocabulario oriundo se agregan, como parte de esa invasión viral, palabras que te hacen sentir uno con el resto de contagiados -sean inoculados de cuna, o no-.  

Igual pasa si no estás en Cádiz pero te acercas a uno de sus paisanos. Ese bichito está dentro de él, y se transmite por la sonrisa. Notarás que decir "pisha", hablar como si conocieras su ciudad -aunque sólo hayas ido a pasar un día-, sus playas, sus rincones, ¡hasta de su equipo de fútbol! será tan natural como si fueras gaditano. Es irremediable. ¡Estás infectado! Nunca dejarás de ser de donde eres sin esa enfermedad (bien de Sevilla, Madrid o La Coruña), pero no podrás evitar sentirte trastocado por ese germen. Necesitarás tomar el bálsamo de sus aguas, asirte al oxígeno que emana de las bombas de sus aires, inyectarte la sal de sus gentes, y reposar en la almohada de sus arenas.

Se dice -y ya se toma eso para cualquier lugar del que te sientas prendado- que el gaditano nace donde le da la gana, atendiendo a ese espíritu de acogimiento sin mirar denei alguno, y puede que hayan casos donde no sea así, pero habrá que reconocer que no es algo común. Pasas a convertirte, por infectación, en un pisha más. Sin quererlo, sin buscarlo, sin saberlo.

Para el foráneo más perdido, pisha es un vocablo horroroso, carente de gusto, irrespetuoso, procaz y susceptible de ser evitado por otra formula menos soez. Sin  embargo para el vernáculo, para los adoptados de esta tierra, para sus ahijados, pisha no es sino el apelativo más cariñoso que un gaditano puede dar y tener, tanto que nadie se sentirá ofendido al ser referido así, ya sea como sujeto de la oración o como exclamación -sí, porque esta palabrita es multifuncional-. Pisha es el coloquialismo en grado sumo.

Hay quienes, aún siendo de la tierra, este palabro le parece inapropiado, pues no entra dentro de los parámetros estéticos del lenguaje. Y qué digo... ¡Que tienen razón! Pero eso es lo que distingue al gaditano: sus parámetros son muy personales, tanto que, como se suele decir, "lo siento pisha, no todo el mundo puede ser de Cadi", y esto no es sino que no todos pueden llegar a comprender su particular forma de ver las cosas, y quien conozca Cádiz y a su gente sabrá de lo que hablo.

Así pues... Nos vemos pisha, porque esto no tiene cura



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