Tomo café mientras leo pausadamente, recopilo datos sobre aquello que realmente quiero saber, me mantengo al día acerca de lo que ocurre a 100 kilómetros de donde vivo, en Sevilla, y me preocupo de no desconectar de diversos entornos socio-culturales a los que soy afín.
Esto, que es un placer sin gastar un solo céntimo, no es una labor reconocida, ni conocida. El esfuerzo, ilusiones y desafíos diarios a los que hacen frente estos informadores virtuales es un trabajo callado; es como el pan: debe salir a diario para alimentar y saciar nuestra curiosidad y nuestra hambre de conocimiento. Sus funciones de indagar la noticia, redactar y contar con imparcialidad aquello que se requiere como necesario para el conocimiento popular, son fundamentos imprescindibles para el buen fin de la empresa a acometer. Son, a fin de cuentas -y algunos no en realidad- periodistas, voceros, juglares no pocas veces de las realidades que nos rodea. Su misión, autoimpuesta, es crear en el lector la necesidad de ser necesarios.
A veces, estos medios, tan leidos, tan utilizados, tan socorridos (y esto es así), se encuentran puertas cerradas, se encuentran negativas institucionales a darles el lugar que, por trabajo realizado se merecen, como ocurrió recientemente en el COAC del carnaval de Cádiz. No entro en diatribas sobre si el ser o no periodistas licenciados da más derechos, cosa que no entro a valorar, porque eso es agua de otro cántaro que se escapa a mi humilde e ignorante paladar.
No hace mucho se hablaba, se discutía o razonaba acerca de la función de estas pequeñas rotativas de la información en las redes. Sobre su utilidad, sobre aspectos básicos como la capacidad de interactuar con quienes se hacen adictos a leer, desde la libertad de expresión de otros, más allá de los medios convencionales; politizados unos, ensimismados otros, parciales en no pocos casos dependiendo de la vara que los dirigen. Hoy, a mi corto entender, creo que se les debe ir valorando positivamente, dentro de cada sector que corresponda.
Positivamente porque prima la gratuidad al público a quien va encauzado, porque implica tiempo y esfuerzo que sólo puede recompensarlo las palabras de satisfacción, de compromiso y de participación de los consumidores finales de este producto de misión informadora.
-"¿Algún defecto tendrán?"- Pues supongo... Quizás perder la imparcialidad, alguna vez, participando en sus propios foros, posicionándose y olvidando su fin, que no es otro que comunicar sin intervenir en la decisión ajena (¿o quizás hay quien busca eso?).
Mi admiración a aquellos que dedican mucho más que tiempo para ofrecer, a personas como yo -entusiasmados de las tecnologías de andar por casa- todo aquello que es susceptible de ser noticiado, esquilmando hasta la última gota útil que sacie la sed del que quiere conocer.
Desde este rinconcito personal y de libre pensamiento, gracias.
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