sábado, 7 de noviembre de 2015

Fiestas laicas

Hablemos de contentar al pueblo que ha vivido siempre, y desde hace muchos años sin presiones de la pérfida Mater Eclesiae, con sus tradiciones.

- ¡Impuestas por el nacionalcatolicismo facistoide! 

Pues en los ochenta, noventa y ya metidos en el siglo XXI lo dudo mucho, oiga.

Hoy las políticas emergentes, y las no tanto, quieren y logran apartar lo social de lo religioso porque España es un país aconfesional (que solo quiere decir que es una nación donde se respeta cualquier confesión o filosofía), pero eso no implica hacer desaparecer las religiones que, por otro lado, entra dentro de las libertades personales.

- ¡Particulares! ¡Íntimas!

Pues como el ser de izquierdas o derechas.

- ¿¡Cómo!?

Coma, coma...

La realidad es que la sociedad (social), vive sus costumbres, muchas religiosas. No participan de sus liturgias, pero en navidad, por poner un ejemplo que se va acercando, quien más y quien menos pone, no digo un Nacimiento, sino un arbolito (de navidad). Y el cinco de enero hacen de reyes magos (que adoraban al Niño Jesús).

- ¡Es la ilusión de los chiquillos!

Y la de los adultos (¿A quién no le gusta una sorpresa?)



Se ridiculiza al cofrade, a la beata de misa de ocho, a quien exhibe en su balcón un dosel con la imagen de Jesús en las fiestas donde se conmemora (por parte de los cristianos) su natividad... Todo por creer en algo que no todos entienden.

¿Ese es la tolerancia que promueve la ideología del respeto a todos



Pues bien, como la realidad es la que es, y no se puede pintar a brochazos para tapar lo que antes había, los niños siguen queriendo reyes, imitan a cargadores o costaleros, les gusta ser el centro de atención en actos donde haya público, ¿y qué se inventa para ello? ¡Las celebraciones laicas!

Bautizos civiles, comuniones civiles, ahora Madrid dice que hará ¡un Belén  laico! ¿Lo próximo serán las procesiones laicas con toda su parafernalia? En cierto modo, Halloween es signo de ello.



Es el sinsentido. La incoherencia y la falta  de razón por querer despojar a la sociedad de lo que nunca se ha quejado, al menos desde que la democracia se instauró en España. Tradiciones que, por otro lado, dan no pocos beneficios a las ciudades.






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