sábado, 27 de diciembre de 2014

Una luz en el firmamento

Me decía un amigo, de los que ya se dicen viejos, que de donde sacaba él las musas para remover corazones sin tener que moverlos del asiento.

"Las musas, amigo -le animé-, son como en el verano el fresco viento; solo hay que aprovechar su vuelo para sentir su aliento".

Me insistía, como preocupado, por no saber cuál sería el propicio momento, ese en el que como hacen las hadas del cuento, varita en mano, declaman sobre él el anhelado sortilegio.

"No te preocupes -le insté- y abandona tu desconsuelo, que sin entender cómo esa lluvia que no llega te caerá del cielo".

Le agarré del hombro y señalé con el dedo enhiesto a cualquier rincón de un trozo del universo, pasó fugaz una estrella y me miró sonriendo.

Incluso allá en lo negro, donde la oscuridad domina el firmamento, hasta la luz más insignificante es capaz de dejarte sin resuello.

(Imagen personal de la playa de Camposoto, en San Fernando -Cádiz-)



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