Hoy es el día del Vía Crucis del Consejo de Hermandades. ¡Y no tenía ganas ya! ¡No anhelaba ni nada encontrarme ese ambiente entre lo sentimental y lo devocional, inherente a todo cofrade que se precie!
Hoy voy a disfrutar como cuando era niño del balcón; de este balcón que se debate entre lo literario y la opinión personal en la tarde tranquila de un día de Cuaresma.
Hablando de balcones, recuerdo cuando me asomaba al de mi tía Mari en su casa de la calle Almirante Cervera, frente al Cañón, a la asociación de cargadores de San Fernando, La Trepá o el local de ensayo de la academia de la banda de música de la hermandad del Nazareno, cuando veía el discurrir de la cofradía de la Columna y contemplaba con sorpresa que el suelo que pisaba el Señor era un enlosado. Rememoro con cariño cuando me subía al estrado de piedra antigua en la casa de mi abuelo, en la Pastora, y veía, por fín, cara a cara al Cristo orante de los ojos verdes o al nazareno moreno de mi barrio.
Ay, Juan... Los años que han transcurrido ya de aquello; los mismos que cuando yo empezaba a alimentar el gusanillo cofrade con más celo. Y si mis titubeos en este mundo de las hermandades empezaron con mi querida del Ecce Homo, la primera que me vio trabajando para ella fue una recién nacida más allá de la huertachave, y de aquello hace ya tres décadas.
Treinta calendarios enteros, y parece que fue ayer mismo cuando a la incipiente cofradía de la Humildad y Paciencia se le ocurrió organizar su primer Vía Crucis en la cuaresma de 1988. Por entonces, para ello, solo podían ser expuestos a tal veneración crucificados. Y así se hizo; procesionando el que presidía la novísima parroquia.
Pero todo se ha engrandecido, y hasta qué punto. La humildad que la corporación del Domingo de Ramos siempre ha llevado a gala se ha convertido, por obra y gracia de su devoción, en algo de notable envergadura. Atrás quedaron ya las pértigas de madera anudada, las veneras de calamina -de las cuales conservo una en mi casa, y guardo con mucho cariño-; atrás quedó la paciencia de unos hermanos por ver crecer aquel germen que, de la mano del padre Pedro Nolasco, empezó a caminar sin prisas y sin pausas.
Quedaron atras en esta fraternidad muchas circunstancias y personas que no deben ser olvidadas, porque hicieron realidad el hoy. Y hoy, qué cosas, se va a vivir un extraño Lunes de Ramos. Una feligresía que se volcará con su Cristo, un cortejo que buscará hacer su ofrenda al Santísimo donde siempre: en la Iglesia Mayor; que redoblará sus campanas para anunciar que ya está allí el Señor de la Ardila; que enfilará el dintel con la expectación de quienes le están aguardando, mientras suenan salmos dentro de la morada santa.
¡Sí señor! ¡Hoy es Lunes de Ramos! Y eso solo lo puede hacer posible un Cristo a la cruz agarrado. ¡Con coraje! ¡Con amor! Que viene llevado en volandas por el fervor de su gente. Y yo lo veré desde mi balcón hispalense al igual que, como cuando era pequeño, desde aquellos que ya no son sino recuerdos lejanos.
Quién me iba a decir a mí -ay, los años- que desde la misma Sevilla iba a poder rezarle un día como hoy, a través de este ventanal, a mi Señor de la Humildad.
(Inágenes de Hermanos de la Misericordia, JCC, Hermandad de Humildad y Paciencia, varios autores y archivo personal)