Le pidió una carta de amor, y pensó que el amor no cabe en un sobre.
De sus labios -trampas de carmín-, unas palabras le susurraron que de sus manos surgiesen, de cariño, acordes.
De sus ojos -mares donde naufragar-, una mirada le sugirió que su corazón bombease la tinta con la que escribir mil veces, de la amada, su nombre.
De su pecho -volcán en erupción-, una agitada respiración le instaba a querer conocer rápido las letras enamoradas del hombre.
Le pidió una carta de amor, pero su amor no cabía en un sobre.
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